jueves, 6 de mayo de 2021

Párate un momento: El Evangelio del dia 8 DE MAYO -SÁBADO– 5ª - SEMANA DE PASCUA – B – San Pedro de Tarantasia

 

 

 


8 DE MAYO -SÁBADO–

5ª - SEMANA DE PASCUA – B –

San Pedro de Tarantasia

 

    Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (16,1-10):

 

EN aquellos días, Pablo llegó a Derbe y luego a Listra. Había allí un discípulo que se llamaba Timoteo, hijo de una judía creyente, pero de padre griego.

Los hermanos de Listra y de Iconio daban buenos informes de él. Pablo quiso que fuera con él y, puesto que todos sabían que su padre era griego, por consideración a los judíos de la región, lo tomó y lo hizo circuncidar.

Al pasar por las ciudades, comunicaban las decisiones de los apóstoles y presbíteros de Jerusalén, para que las observasen. Las iglesias se robustecían en la fe y crecían en número de día en día.

Atravesaron Frigia y la región de Galacia, al haberles impedido el Espíritu Santo anunciar la palabra en Asia. Al llegar cerca de Misia, intentaron entrar en Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo consintió. Entonces dejaron Misia a un lado y bajaron a Tróade.

Aquella noche Pablo tuvo una visión: se le apareció un macedonio, de pie, que le rogaba:

«Pasa a Macedonia y ayúdanos».

Apenas tuvo la visión, inmediatamente tratamos de salir para Macedonia, seguros de que Dios nos llamaba a predicarles el Evangelio.

 

 

Palabra de Dios

                       

Salmo: 99,1-2.3-5

 

R/. Aclama al Señor, tierra entera

 

Aclama al Señor, tierra entera,

servid al Señor con alegría,

entrad en su presencia con vítores. R/.

Sabed que el Señor es Dios:

que él nos hizo y somos suyos,

su pueblo y ovejas de su rebaño. R/.

 

El Señor es bueno,

su misericordia es eterna,

su fidelidad por todas las edades. R/.

 

    Lectura del santo evangelio según san Juan (15,18-21):

 

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros.

Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia.

Recordad lo que os dije:

 “No es el siervo más que su amo”.

Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.

Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió».

                                                                    

Palabra del Señor

 

1.  Estas palabras de Jesús fueron dichas en un contexto y en una situación,

que suponen y se basan en un contenido claro y fuerte de violencia. Jesús habla de odio y de persecución.  Los seguidores de Jesús serán odiados y perseguidos porque no son del mundo. Por tanto, lo que aquí dice Jesús es que el mundo es un agente de violencia. Y eso lo han de tener muy claro los creyentes en Jesús. Porque, si de verdad creen en él, serán odiados y perseguidos.

O sea, serán víctimas de la violencia.

- ¿Por qué?

 

2.  La palabra mundo es la traducción del término griego “kosmos”, que, en el lenguaje clásico, significa "orden" (Homero) y que se aplicaba al "orden impuesto por el gobierno" de los hombres (Herodoto). De ahí que el “kosmos” vino a designar el "orden del mundo" (Pitágoras).

Se ha dicho que estos conceptos no se    asumen en el N. T. (H. Balz). Sin embargo, si este asunto se analiza, no desde la sola teología, sino desde las ciencias sociales (de las que no puede prescindir un análisis teológico serio), pronto se advierte que, efectivamente, existe una relación muy fuerte entre el   "mundo" y la "violencia".

Por una razón clara: si ya los autores clásicos se dieron cuenta de que el mundo “kosmos” es el orden impuesto por los hombres, es decisivo recordar que el "orden" es el origen de la violencia.

- ¿Por qué?

La violencia engendra el caos, y el orden engendra violencia. Este dilema es insoluble. Fundado en el miedo a la violencia, el orden engendra él mismo     miedo y violencia (W. Sofsky, H. Popitz).

 

3.  Y se comprende que así es en efecto.  Para imponer orden, no hay más remedio que hacerlo violentando a la gente.

Es la experiencia de la violencia la que une a los hombres. Por eso es verdad que "sobre el altar del orden se sacrifican libertades y numerosas vidas humanas" (Sofsky).

Así funciona la sociedad, desde los orígenes de la llamada "civilización". Ahora bien, Jesús representa la alternativa radical a este orden y a esta violencia.

Jesús basa la convivencia en la transformación interior del corazón, del deseo, del miedo...  Porque lo que une a los creyentes no es el miedo a la violencia, ni el orden impuesto, sino la bondad y el amor. Esto es una utopía. Pero una utopía que está en la base misma de la fe y es el fundamento de los que toman a Jesús en serio.

 

4.  Lo más doloroso y perjudicial, para la cultura de Occidente en la que se ha configurado y organizado el cristianismo, es que en esta cultura se haya impuesto la "tradición estoica", en la que "la pureza, más bien que la justicia, se ha convertido en el medio cardinal de la salvación" (E. R. Dodds). Y juntamente con eso, se ha marginado la "tradición dionisiaca", que nos recuerda Eurípides en las Bacantes, donde el coro entona    un himno a Dioniso en el que evoca el   mayor don que ese dios ha concedido a los humanos: la "felicidad suprema de la bacanal", que nos conduce a "poner    nuestras almas en común" (M. Daraki).

Jesús quiso la justicia. Pero también quiso la comunión entre todos.

 


San Pedro de Tarantasia

 

 

En el monasterio de Bellevaux, en la región de Besançon, en Francia, tránsito de san Pedro, obispo, que, siendo abad cisterciense, fue promovido a la sede de Tarantasia, rigiéndola con fervorosa diligencia y esforzado fomento de la concordia entre los pueblos (1174).

 

Breve Biografía

 

Nació en Saboya, en el Bourg de Saint Maurice, cerca de Vienne. Fue hijo de labradores y también debería ser labrador en el futuro, ya que el primogénito Lamberto se dedicaría a los estudios, pero su inteligencia desde pequeño hizo que también ocupara los duros bancos del cultivo intelectual y se enfrentara con los pergaminos para leer latín y griego, adquirir las nociones de filosofía y familiarizarse con los escritos de los Padres antiguos, la Sagrada Escritura y los cánones de la Iglesia.

A los veinte años comunica a su padre los deseos de entrar en la vida contemplativa y dedicarse a las cosas de Dios en el silencio del recién fundado monasterio cisterciense de Boneval.

La primera generosidad del padre se ve premiada con la vocación de todos los miembros de la familia a la vida contemplativa; los varones se van incorporando sucesivamente al mismo monasterio, incluido el padre, y las hembras van pasando a ocupar el recoleto recinto del convento de religiosas, sin que falte la madre.

Proliferan las vocaciones; no hay sitio en el convento; nacen nuevos monasterios. El abad de Boneval establece una nueva casa en la ladera de los Alpes, donde confluyen los pasos y caminos, que recibe el nombre simbólico de Estamedio y allí va nombrado como abad Pedro. Pronto corren las voces que hablan de las virtudes del joven abad por el ducado de Saboya y por el contiguo Delfinado.

Al morir el obispo de Tarantasia (Tarentaise o Tarantaise) en la provincia saboyana en cuyo territorio está afincado el monasterio-hospital de Estamedio, el clamor popular clama porque ocupe la sede el abad; parece que el papa aprueba y nombra a Pedro que sigue resistiéndose a mudar la paz del claustro por los asuntos episcopales. Hace falta que el clero y el pueblo acudan al Capítulo General de la Orden del Císter para pedir a Bernardo que le mande aceptara

Así se ha convertido Pedro en obispo de la diócesis más abandonada del mundo que parece encerrar todos los males de la época: la dureza del régimen feudal, fermentos de herejía, hurtos, simonía, flaquezas, codicias y supersticiones. No queda otro remedio que ponerse a rezar, hacer penitencia y tener comprensión que es caridad; son necesarias energía y austeridad para servir de ejemplo a los orgullosos señores y hacerse respetar por los clérigos levantiscos, perezosos y aseglarados que han conseguido fabricar unos fieles indolentes. Piensa que el régimen conventual es la llave del secreto que va a propiciar un cambio a mejor; se levanta para maitines y ya no se vuelve a acostar; su dieta son legumbres cocidas y sin condimentar, aunque las puertas del palacio episcopal están abiertas para el indigente que llama; va y viene a pie de un sitio a otro por su diócesis buscando al pecador arrepentido, consolando al que está apesadumbrados y acompañando a los menesterosos; alguna vez da a un mendigo su propia ropa para mitigar su frío, porque no tiene otra cosa que dar. Deja tras de sí un reguero de paz, incluso monta dos refugios en los abruptos pasos alpinos y encomienda su custodia a los monjes de Este medio para que sirvieran de abrigo a peregrinos y caminantes.

El fiel cumplimiento de su ministerio episcopal llevado con sacrificio continuado da el normal resultado con la gracia de Dios. El éxito en lo humano es tan grande que tiene miedo de dejarse prender en las redes de la soberbia y toma una decisión espectacular por lo infrecuente. De noche y a escondidas desaparece del palacio episcopal, pasa a Alemania y pide un sitio en una abadía de la Orden como un simple hermano converso, empezando a cargar con los oficios más sencillos y penosos de la casa. Sólo con el paso del tiempo se conoció la verdadera personalidad del famoso y misteriosamente desaparecido obispo de Tarantasia cuya historia llevaban los soldados, mercaderes y juglares por Europa, al ser descubierto por un joven tarantasiano que allí pidió albergue.

Cuando se reincorpora a la sede aún vacante de Tarantasia, interviene en la solución de las tensiones entre los monarcas de Francia e Inglaterra enfrentados por ambiciones personales y por el cisma provocado por el emperador Federico de Alemania a la muerte del papa Adriano IV, queriendo mantener al antipapa Víctor frente al legítimo papa, Alejandro III.

Murió en el 1174, cuando regresaba de una delicada misión encomendada por el papa, como legado suyo, en Francia, Saboya, Lorena e Italia. Enfermó gravemente en la aldea cercana al monasterio cisterciense de Bellvaux. Muy poco tiempo después, en el año 1191, el papa Celestino III lo canonizó.

 

Fuente: Archidiócesis de Madrid

 

 

                               

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario