24 DE MAYO – LUNES –
8ª – SEMANA DEL T. O. – B
Bienaventurada Virgen María,
Madre de la Iglesia
María Auxiliadora
Lectura del libro del Génesis 3,9-15. 20
Después de comer Adán del árbol, el Señor Dios lo llamó
y le dijo:
«¿Dónde estás?»
Él contestó:
«Oí un ruido en el jardín, me dio miedo,
porque estaba desnudo, y me escondí».
El Señor Dios replicó:
«¿Quién te informó de que estabas desnudo?,
¿es que has comido del árbol del que te prohibí comer?»
Adán respondió:
«La mujer que me diste como compañera me
ofreció del fruto y comí».
El Señor Dios dijo a la mujer: «¿Qué has hecho?»
La mujer respondió:
«La serpiente me sedujo y comí».
El Señor Dios dijo a la serpiente:
«Por haber hecho eso, maldita tú entre todo
el ganado y todas las fieras del campo; te arrastrarás sobre el vientre y
comerás polvo toda tu vida; pongo hostilidad entre ti y la mujer, entre tu
descendencia y su descendencia; esta te aplastará la cabeza cuando tú la hieras
en el talón».
Adán llamó a su mujer Eva, por ser la madre
de todos los que viven.
Palabra de Dios.
O bien:
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles1,12-14
Después de que Jesús fue levantado al cielo, los
apóstoles volvieron a Jerusalén, desde el monte que llaman de los Olivos, que
dista de Jerusalén lo que se permite caminar en sábado. Cuando llegaron, subieron a la sala superior, donde se alojaban:
Pedro, y Juan y Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago
el de Alfeo y Simón el Zelotes y Judas el de Santiago.
Todos ellos perseveraban unánimes en la
oración, junto con algunas mujeres y María, la madre de Jesús, y con sus
hermanos.
Palabra de Dios.
Salmo 86: Qué pregón tan
glorioso para ti, ciudad de Dios.
Él la ha cimentado sobre el monte santo;
y el Señor prefiere
las puertas de Sion
a todas las moradas de
Jacob.
¡Qué pregón tan
glorioso para ti, ciudad de Dios! R/
«Contaré a Egipto y a Babilonia entre mis
fieles;
filisteos, tirios y
etíopes han nacido allí». R/
Se dirá de Sion: «Uno por uno,
todos han nacido en
ella;
el Altísimo en persona
la ha fundado». R/
El Señor escribirá en el registro de los
pueblos:
«Este ha nacido allí».
R/
Y cantarán mientras danzan:
«Todas mis fuentes
están en ti». R/
Lectura del santo Evangelio según san Juan19,25-34
Junto a la cruz de Jesús estaban su
madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena.
Jesús, al ver a su madre y junto a ella al
discípulo al que amaba, dijo a su madre:
«Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego, dijo al discípulo:
«Ahí tienes a tu madre».
Y desde aquella hora, el discípulo la
recibió como algo propio.
Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo
estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo:
«Tengo sed».
Había allí un jarro lleno de vinagre. Y,
sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron
a la boca.
Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:
«Está cumplido».
E, inclinando la cabeza, entregó el
espíritu.
Los judíos entonces, como era el día de la
Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque
aquel sábado era un día grande, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas
y que los quitaran.
Fueron los soldados, le quebraron las
piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar
a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno
de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre
y agua.
Palabra del Señor.
El papa Francisco, a través de un
Decreto de la Congregación para el Culto Divino, ha establecido que la memoria
de la «Virgen María, Madre de la Iglesia» se celebre cada año el lunes siguiente
a Pentecostés. Según señala el Decreto, «el Sumo Pontífice Francisco,
considerando atentamente que la promoción de esta devoción puede incrementar el
sentido materno de la Iglesia en los Pastores, en los religiosos y en los
fieles, así como la genuina piedad mariana, ha establecido que la memoria de la
bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, sea inscrita en el Calendario
Romano el lunes después de Pentecostés y sea celebrada cada año». «Esta
celebración –continúa– nos ayudará a recordar que el crecimiento de la vida
cristiana debe fundamentarse en el misterio de la cruz, en la ofrenda de Cristo
en el banquete eucarístico y en la Virgen oferente, Madre del Redentor y de los
redimidos».
Homilia del papa Francisco:
1.
Me gustaría mirar a María como imagen y modelo de la Iglesia. Y lo hago
recuperando una expresión del Concilio Vaticano II. Dice la constitución Lumen
gentium: “Como enseñaba san Ambrosio, la Madre de Dios es una figura de la
Iglesia en el orden de la fe, la caridad y de la perfecta unión con Cristo” (n.
63).
2.
MARÍA VIVIÓ LA FE EN LA SENCILLEZ DE LAS MILES DE OCUPACIONES Y
PREOCUPACIONES COTIDIANAS DE CADA MADRE
Partamos desde el primer
aspecto, María como modelo de fe. ¿En qué sentido María es un modelo para la fe
de la Iglesia? Pensemos en quién fue la Virgen María: una joven judía, que
esperaba con todo el corazón la redención de su pueblo. Pero en aquel corazón
de joven hija de Israel, había un secreto que ella misma aún no lo sabía: en el
designio del amor de Dios estaba destinada a convertirse en la Madre del Redentor.
En la Anunciación, el mensajero de Dios la llama “llena de gracia” y le revela
este proyecto. María responde “sí”, y desde ese momento la fe de María recibe
una nueva luz: se concentra en Jesús, el Hijo de Dios que se hizo carne en ella
y en quien que se cumplen las promesas de toda la historia de la salvación. La
fe de María es el cumplimiento de la fe de Israel, en ella realmente está
reunido todo el camino, la vía de aquel pueblo que esperaba la redención, y en
este sentido es el modelo de la fe de la Iglesia, que tiene como centro a
Cristo, la encarnación del amor infinito de Dios.
3.
¿Cómo ha vivido María esta fe? La vivió en la sencillez de las miles de
ocupaciones y preocupaciones cotidianas de cada madre, en cómo ofrecer los
alimentos, la ropa, la atención en el hogar… Esta misma existencia normal de la
Virgen fue el terreno donde se desarrolla una relación singular y un diálogo
profundo entre ella y Dios, entre ella y su hijo. El “sí” de María, ya perfecto
al principio, creció hasta la hora de la Cruz. Allí, su maternidad se ha
extendido abrazando a cada uno de nosotros, nuestra vida, para guiarnos a su
Hijo. María siempre ha vivido inmersa en el misterio del Dios hecho hombre,
como su primera y perfecta discípula, meditando cada cosa en su corazón a la
luz del Espíritu Santo, para entender y poner en práctica toda la voluntad de
Dios.
4.
Podemos hacernos una pregunta: ¿nos dejamos iluminar por la fe de María,
que es Madre nuestra? ¿O la creemos lejana, muy diferente a nosotros? En
tiempos de dificultad, de prueba, de oscuridad, la vemos a ella como un modelo
de confianza en Dios, que quiere siempre y solamente nuestro bien? Pensemos en
ello, ¡tal vez nos hará bien reencontrar a María como modelo y figura de la
Iglesia por esta fe que ella tenía!
5.
Llegamos al segundo aspecto: María, modelo de caridad. ¿De qué modo María
es para la Iglesia ejemplo viviente del amor? Pensemos en su disponibilidad
hacia su prima Isabel. Visitándola, la Virgen María no solo le llevó ayuda
material, también eso, pero le llevó a Jesús, quien ya vivía en su vientre.
Llevar a Jesús en dicha casa significaba llevar la alegría, la alegría plena.
Isabel y Zacarías estaban contentos por el embarazo que parecía imposible a su
edad, pero es la joven María la que les lleva el gozo pleno, aquel que viene de
Jesús y del Espíritu Santo, y que se expresa en la caridad gratuita, en el
compartir, en el ayudarse, en el comprenderse.
6.
Nuestra Señora quiere traernos a todos el gran regalo que es Jesús; y con
Él nos trae su amor, su paz, su alegría. Así, la Iglesia es como María, la
Iglesia no es un negocio, no es un organismo humanitario, la Iglesia no es una
ONG, la Iglesia tiene que llevar a todos hacia Cristo y su evangelio; no se
ofrece a sí misma –así sea pequeña, grande, fuerte o débil- la Iglesia lleva a
Jesús y debe ser como María cuando fue a visitar a Isabel. ¿Qué llevaba María?
A Jesús. La Iglesia lleva a Jesús: ¡este el centro de la Iglesia, llevar a
Jesús! Si hipotéticamente, alguna vez sucediera que la Iglesia no lleva a
Jesús, ¡esta sería una Iglesia muerta! La Iglesia debe llevar la caridad de
Jesús, el amor de Jesús, la caridad de Jesús.
7.
Hemos hablado de María, de Jesús. ¿Qué pasa con nosotros? ¿Con nosotros que
somos la Iglesia? ¿Cuál es el amor que llevamos a los demás? Es el amor de
Jesús que comparte, que perdona, que acompaña, ¿o es un amor aguado, como se
alarga al vino que parece agua? ¿Es un amor fuerte, o débil, al punto que busca
las simpatías, que quiere una contrapartida, un amor interesado?
8.
MARÍA REZABA, TRABAJABA, IBA A LA SINAGOGA… PERO CADA ACCIÓN SE REALIZABA
SIEMPRE EN PERFECTA UNIÓN CON JESÚS
Otra pregunta: ¿a Jesús le gusta
el amor interesado? No, no le gusta, porque el amor debe ser gratuito, como el
suyo. ¿Cómo son las relaciones en nuestras parroquias, en nuestras comunidades?
¿Nos tratamos unos a otros como hermanos y hermanas? ¿O nos juzgamos, hablamos
mal de los demás, cuidamos cada uno nuestro “patio trasero”? O nos cuidamos
unos a otros? ¡Estas son preguntas de la caridad!
9.
Y un último punto brevemente: María, modelo de unión con Cristo. La vida de
la Virgen fue la vida de una mujer de su pueblo: María rezaba, trabajaba, iba a
la sinagoga… Pero cada acción se realizaba siempre en perfecta unión con Jesús.
Esta unión alcanza su culmen en el Calvario: aquí María se une al Hijo en el
martirio del corazón y en la ofrenda de la vida al Padre para la salvación de
la humanidad. Nuestra Madre ha abrazado el dolor del Hijo y ha aceptado con Él
la voluntad del Padre, en aquella obediencia que da fruto, que trae la
verdadera victoria sobre el mal y sobre la muerte.
10.
Es hermosa esta realidad que María nos enseña: estar siempre unidos a
Jesús. Podemos preguntarnos: ¿Nos acordamos de Jesús sólo cuando algo está mal
y tenemos una necesidad? ¿O tenemos una relación constante, una profunda
amistad, incluso cuando se trata de seguirlo en el camino de la cruz?
11.
Pidamos al Señor que nos dé su gracia, su fuerza, para que en nuestra vida
y en la vida de cada comunidad eclesial se refleje el modelo de María, Madre de
la Iglesia
María Auxiliadora
María, Auxilio de los Cristianos,
mediadora de la humanidad. Como Madre del Redentor, por fuerza y mérito de la
corredención, Ella es la ayuda de la humanidad necesitada de redención; lo es
también de cada individuo, porque es la Madre espiritual de todos. Patrona de
todos los cristianos, en especial de los salesianos. Defensora de Europa
durante las invasiones musulmanas.
Vida de María Auxiliadora
Los cristianos de la Iglesia de la antigüedad en Grecia, Egipto, Antioquía,
Éfeso, Alejandría y Atenas acostumbraban llamar a la Santísima Virgen con el
nombre de Auxiliadora.-En griego, se dice con la palabra "Boetéia",
que significa "La que trae auxilios venidos del cielo".
Ya San Juan Crisóstomo, arzobispo de Constantinopla nacido en 345, la llama
"Auxilio potentísimo" de los seguidores de Cristo. Los dos títulos
que más se leen en los antiguos monumentos de Oriente (Grecia, Turquía, Egipto)
son: Madre de Dios y Auxiliadora. (Teotocos y Boetéia).
En el año 476 el gran orador Proclo decía: "La Madre de Dios es nuestra
Auxiliadora porque nos trae auxilios de lo alto". San Sabas de Cesarea en
el año 532 llama a la Virgen "Auxiliadora de los que sufren" y narra
el hecho de un enfermo gravísimo que llevado junto a una imagen de Nuestra
Señora recuperó la salud y que aquella imagen de la "Auxiliadora de los
enfermos" se volvió sumamente popular entre la gente de su siglo.
El gran poeta griego Romano Melone, año 518, llama a María "Auxiliadora
de los que rezan, exterminio de los malos espíritus y ayuda de los que somos
débiles" e insiste en que recemos para que Ella sea también
"Auxiliadora de los que gobiernan"
En las iglesias de las naciones de Asia Menor la fiesta de María Auxiliadora
se celebra el 1º de octubre, desde antes del año mil (En Europa y América se
celebre el 24 de mayo). San Sofronio, Arzobispo de Jerusalén dijo en el año
560: "María es Auxiliadora de los que están en la tierra y la alegría de
los que ya están en el cielo".
San Juan Damasceno, es el primero en propagar esta jaculatoria: "María
Auxiliadora rogad por nosotros". Y repite: "La "Virgen es
auxiliadora para conseguir la salvación. Auxiliadora para evitar los peligros,
Auxiliadora en la hora de la muerte".
San Germán, Arzobispo de Constantinopla, año 733, dijo en un sermón:
"Oh María Tú eres Poderosa Auxiliadora de los pobres, valiente Auxiliadora
contra los enemigos de la fe. Auxiliadora de los ejércitos para que defiendan
la patria. Auxiliadora de los gobernantes para que nos consigan el bienestar,
Auxiliadora del pueblo humilde que necesita de tu ayuda".
El emperador Napoleón llevado por la ambición y el orgullo se atrevió a
poner prisionero al Sumo Pontífice, el Papa Pío VII. Varios años llevaba en
prisión el Vicario de Cristo y no se veían esperanzas de obtener la libertad,
pues el emperador era el más poderoso gobernante de ese entonces. Hasta los
reyes temblaban en su presencia, y su ejército era siempre el vencedor en las
batallas. El Sumo Pontífice hizo entonces una promesa: "Oh Madre de Dios,
si me libras de esta indigna prisión, te honraré decretándote una nueva fiesta
en la Iglesia Católica".
Napoleón que había dicho:
"Las excomuniones del Papa no son capaces de quitar el fusil de la mano de
mis soldados", vio con desilusión que, en los fríos campos de Rusia,
helaba las manos de sus soldados, y el fusil se les iba cayendo, y él que había
ido deslumbrante, con su famoso ejército, volvió humillado con unos pocos y
maltrechos hombres. Fue luego expulsado de su país y el que antes se atrevió a
aprisionar al Papa, se vio obligado a pagar en triste prisión el resto de su
vida.
El Papa pudo entonces volver a su sede pontificia y el 24 de mayo de 1814
regresó triunfante a la ciudad de Roma. En memoria de este noble favor de la
Virgen María, Pío VII decretó que en adelante cada 24 de mayo se celebrara en
Roma la fiesta de María Auxiliadora en acción de gracias a la madre de Dios.
El 9 de junio de 1868, se consagró en Turín, Italia, la Basílica de María
Auxiliadora. La historia de esta Basílica es una cadena de favores de la Madre
de Dios. su constructor fue San Juan Bosco, humilde campesino nacido el 16 de
agosto de 1815, de padres muy pobres. A los tres años quedó huérfano de padre.
Para poder ir al colegio tuvo que andar de casa en casa pidiendo limosna.
La Santísima Virgen se le había aparecido en sueños mandándole que
adquiriera "ciencia y paciencia", porque Dios lo destinaba para
educar a muchos niños pobres. Nuevamente se le apareció la Virgen y le pidió
que le construyera un templo y que la invocara con el título de Auxiliadora.
"Cada ladrillo de este templo corresponde a un milagro de la Santísima
Virgen". Desde aquel santuario empezó a extenderse por el mundo la
devoción a la Madre de Dios bajo el título de Auxiliadora, y son tantos los
favores que Nuestra Señora concede a quienes la invocan con ese título, que
esta devoción ha llegado a ser una de las más populares.
San Juan Bosco decía: "Propagad la devoción a María Auxiliadora y
veréis lo que son milagros" y recomendaba repetir muchas veces esta
pequeña oración: "María Auxiliadora, rogad por nosotros".
Oración a María Auxiliadora
Himno Salve, del mar Estrella,
Salve, Madre sagrada De Dios y siempre virgen, Puerta del cielo santa. Tomando
de Gabriel El «Ave», Virgen alma, Mudando el nombre de Eva, Paces divina trata.
La vista restituye, Las cadenas desata, Todos los males quita, Todos los
bienes causa. Muéstrate, madre, y llegue Por ti nuestra esperanza A quien, por
darnos vida, Nació de tus entrañas.
Entre todas piadosa, Virgen, en nuestras almas, Libres de culpa, infunde
Virtud humilde y casta. Vida nos presta pura, Camino firme allana, Que quien a
Jesús llega Eterno gozo alcanza. Al Padre, al Hijo, al Santo Espíritu
alabanzas; Una a los tres demos, Y siempre eternas gracias. Amén
Dios todopoderoso, que derramaste el Espíritu Santo sobre los apóstoles,
reunidos en oración con María la Madre de Jesús, concédenos, por intercesión de
la Virgen, entregarnos fielmente a tu servicio y proclamar la gloria de tu
nombre con testimonio de palabra y de vida. Por nuestro Señor Jesucristo.
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