27 DE MAYO – JUEVES –
8ª – SEMANA DEL T. O. - B
Jesucristo, sumo y eterno sacerdote
(Fiesta)
Lectura de la carta a los Hebreos10,11-18
Todo sacerdote ejerce su ministerio diariamente ofreciendo muchas veces los
mismos sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los pecados.
Pero Cristo, «después de haber ofrecido» por los pecados un único
sacrificio, está sentado para siempre jamás a la derecha de Dios y espera el
tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies.
Con una sola ofrenda ha perfeccionado definitivamente a los que
van siendo santificados. Esto nos lo atestigua también el Espíritu Santo.
En efecto, después de decir:
«Así será la alianza que haré con ellos después de aquellos
días», añade el Señor: «Pondré mis leyes en sus corazones y las escribiré en su
mente, y no me acordaré ya de sus pecados ni de sus culpas».
Ahora bien, donde hay perdón, no hay ya ofrenda por los pecados.
Palabra de Dios.
Salmo: Sal 109, 1bcde. 2.3
R.
Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.
Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies». R.
Desde Sion extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus
enemigos. R.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento
entre esplendores sagrados:
yo mismo te engendré, desde el
seno,
antes de la aurora». R/.
Lectura
del santo Evangelio según san Marcos (14, 12a. 22-25):
El primer día de los Ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual,
mientras comían, Jesús tomó pan, y pronunciando la bendición, lo partió y se lo
dio diciendo:
«Tomad, esto es mi cuerpo».
Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias, se lo dio y todos
bebieron. Y les dijo:
«Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos. En verdad os
digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino
nuevo en el reino de Dios».
Palabra de Dios
1. El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec (Salmo 109,4).
La Epístola a los Hebreos define con exactitud al sacerdote cuando dice que
es un hombre escogido entre los hombres, y está constituido en favor de los
hombres en lo que se refiere a Dios, para ofrecer dones y sacrificios por los
pecados (Hebreos 5,1). Por eso, el sacerdote, mediador entre Dios y los
hombres, está íntimamente ligado al Sacrificio que ofrece, pues éste es el
principal acto de culto en el que se expresa la adoración que la criatura
tributa a su Creador.
En el Antiguo Testamento, los sacrificios eran ofrendas que se hacían a
Dios en reconocimiento de su soberanía y en agradecimiento por los dones
recibidos, mediante la destrucción total o parcial de la víctima sobre un
altar. Eran símbolo e imagen del auténtico sacrificio que Jesucristo, llegada
la plenitud de los tiempos, habría de ofrecer en el Calvario.
Allí, constituido Sumo Sacerdote para siempre, Jesús se ofreció a Sí mismo
como Víctima gratísima a Dios, de valor infinito: quiso ser al mismo tiempo
sacerdote, víctima y altar. En el Calvario, Jesús, Sumo Sacerdote, hizo la
ofrenda de alabanza y acción de gracias más grata a Dios que puede concebirse.
Fue tan perfecto este Sacrificio de Cristo que no puede pensarse otro mayor.
A la vez, fue una ofrenda de carácter expiatorio y propiciatorio por
nuestros pecados. Una gota de la Sangre derramada por Cristo hubiera bastado
para redimir todos los pecados de la humanidad de todos los tiempos. En la Cruz,
la petición de Cristo por sus hermanos los hombres, fue escuchada con sumo
agrado por el Padre, y ahora continúa en el Cielo siempre vivo para interceder
por nosotros (Hebreos 7,25).
"Jesucristo en verdad es sacerdote, pero sacerdote para nosotros, no para
sí, al ofrecer al Eterno Padre los deseos y sentimientos religiosos en nombre
del género humano. Igualmente, Él es víctima, pero para nosotros, al ofrecerse
a sí mismo en vez del hombre sujeto a la culpa. Pues bien, aquello del apóstol:
tened en vuestros corazones los mismos sentimientos que tuvo Jesucristo en el
suyo, exige a todos los cristianos que reproduzcan en sí, en cuanto al hombre
es posible, aquel sentimiento que tenía el divino Redentor cuando se ofrecía en
sacrificio, es decir, que imiten su humildad y eleven a la Suma Majestad de
Dios la adoración, el honor, la alabanza y la acción de gracias. Exige, además,
que de alguna manera adopten la condición de víctima, abnegándose a sí mismos
según los preceptos del Evangelio, entregándose voluntaria y gustosamente a la
penitencia, detestando y confesando cada uno sus propios pecados (...)"
(Pío XII. Mediator Dei). Éste es hoy nuestro propósito.
2. De la misión redentora de Cristo Sacerdote participa toda la Iglesia y
todos los fieles laicos participan de este sacerdocio de Cristo, aunque de un
modo esencialmente diferente, y no sólo de grado, que los presbíteros. Con alma
verdaderamente sacerdotal, santifican el mundo a través de sus tareas
seculares, realizadas con perfección humana, y buscan en todo la gloria de
Dios: la madre de familia sacando adelante sus tareas del hogar, el empresario
haciendo progresar la empresa y viviendo la justicia social... Todos, reparando
por los pecados que cada día se cometen en el mundo, ofreciendo en la Santa Misa
sus vidas y sus trabajos diarios.
Los sacerdotes -Obispos y presbíteros- han sido llamados expresamente por
Dios, "no para estar separados ni del pueblo mismo ni de hombre alguno,
sino para consagrarse totalmente a la obra para la que el Señor los llama. No
podrían ser ministros de Cristo si no fueran testigos y dispensadores de una
vida distinta de la terrena, ni podrían servir si permanecieran ajenos a la
vida y condiciones de los mismos" (Concilio Vaticano II).
El sacerdote ha sido entresacado de entre los hombres para ser investido de
una dignidad que causa asombro a los mismos ángeles, y nuevamente devuelto a
los hombres para servirles especialmente en lo que mira a Dios, con una misión
peculiar y única de salvación. El sacerdote hace en muchas circunstancias las
veces de Cristo en la tierra: tiene los poderes de Cristo para perdonar los
pecados, enseña el camino del Cielo..., y sobre todo presta su voz y sus manos
a Cristo en el momento sublime de la Santa Misa: en el Sacrificio del Altar
consagra in persona Christi, haciendo las veces de Cristo.
Hoy es un día para agradecer a Jesús un don tan grande. ¡Gracias, Señor,
por las llamadas al sacerdocio que cada día diriges a los hombres! Y hacemos el
propósito de tratarlos con más amor, viendo en ellos a Cristo que pasa, que nos
trae los dones más preciados que un hombre puede desear. Nos trae la vida
eterna.
Hoy es un día en el
que podemos pedir más especialmente para que los sacerdotes estén siempre
abiertos a todos y desprendidos de sí mismos.
3. El sacerdote es instrumento de unidad. El deseo del Señor es
"que todos sean uno" (Juan 17,21). Él mismo señaló que todo reino
dividido contra sí será desolado y que no hay ciudad ni hogar que subsista si
se pierde la unidad. Los sacerdotes deben ser solícitos en conservar la unidad.
El Papa Juan Pablo II, dirigiéndose a todos los sacerdotes del mundo, les
exhortaba con estas palabras: "Al celebrar la Eucaristía en tantos altares
del mundo, agradecemos al eterno Sacerdote el don que nos ha dado en el sacramento
del Sacerdocio. Y que en esta acción de gracias se puedan escuchar las palabras
puestas por el evangelista en boca de María con ocasión de la visita a su prima
Isabel: Ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre (Lc 1,
49). Demos también gracias a María por el inefable don del Sacerdocio por el
cual podemos servir en la Iglesia a cada hombre. ¡Que el agradecimiento
despierte también nuestro celo (...)
"Demos gracias incesantemente por esto; con toda nuestra vida; con
todo aquello de que somos capaces. Juntos demos gracias a María, Madre de los
sacerdotes.
San Agustín de
Cantorbery
San Agustín, obispo de Canterbury, en Inglaterra, el
cual, habiendo sido enviado junto con otros monjes por el papa [san Gregorio I
Magno] para predicar la palabra de Dios a los anglos, fue acogido de buen grado
por el rey Etelberto de Kent, e imitando la vida apostólica de la primitiva
Iglesia, convirtió al mismo rey y a muchos otros a la fe cristiana y estableció
algunas sedes episcopales en esta tierra. Murió el día 26 de mayo (604/605).
Vida de San Agustín de Cantorbery
San Agustín de Cantorbery es considerado uno de los más
grandes evangelizadores, al lado de San Patricio de Irlanda y San Bonifacio en
Alemania. Tiene el gran mérito de haber dirigido la evangelización de Inglaterra.
Era superior del convento benedictino de Roma, cuando
el Sumo Pontífice San Gregorio Magno se le ocurrió en el año 596 tratar de
evangelizar a la isla de Inglaterra que era pagana. Conociendo el espíritu
generoso y emprendedor de Agustín, que no se acobardaba ante ninguna
dificultad, y además sus grandes virtudes, el Papa lo envió con 39 monjes más a
tratar de convertir a esos paganos sajones.
Y sucedió que, al llegar Agustín y sus 39
compañeros a la costa, donde se tomaba la embarcación para llegar a Inglaterra,
allí les contaron terribles barbaridades acerca de los habitantes de esa isla,
y los otros misioneros sintieron mucho miedo y enviaron al santo a que fuera a
Roma a contarle al Pontífice lo peligroso que era esto que iban a emprender.
Agustín fue a hablar con el Papa, pero san Gregorio lo animó de tal manera,
recordándole que Dios les concedería la buena voluntad de aquellas gentes, que
ya desde entonces Agustín no se dejó desanimar por los temores.
En Inglaterra mandaba el rey Etelberto que tenía una
esposa muy santa (que después se llamó Santa Berta) y el primer regalo que Dios
les concedió a los nuevos misioneros fue darles la buena voluntad del rey. Este
los recibió muy cariñosamente y les pidió que le enseñaran la religión, y tanto
le agradó que pronto se hizo bautizar y les regaló su palacio real para que les
sirviera de convento a los misioneros y les dio un templo en Cantorbery para
que allí enseñaran. Y en ese sitio está ahora la más famosa catedral de
Inglaterra: la Catedral de Cantorbery.
El rey dejó en libertad a los súbditos para que
escogieran la religión que quisieran, pero les recomendó que se instruyeran en
la religión de Jesucristo y tanto les agradaron a aquellas gentes las
enseñanzas de Agustín y sus monjes, que en la Navidad del año 597 se hicieron
bautizar 10.000 ingleses y entre los nuevos bautizados estaban los que ocupaban
los cargos más importantes de la nación.
Agustín envió a dos de sus mejores monjes a Roma a
contarle al Sumo Pontífice tan hermosas noticias, y el Papa en cambió le envió
el nombramiento de arzobispo, y otro buen grupo de misioneros, y cálices y
libros para las celebraciones y muchas imágenes religiosas que a esas gentes
recién convertidas les agradaban en extremo. San Gregorio se alegró muchísimo
ante noticias tan consoladoras, y le recomendó a San Agustín un simpático plan
de trabajo.
San Gregorio, sabiendo que la principal virtud del
obispo Agustín era la docilidad a sus superiores, le envió las siguientes
recomendaciones 1º. No destruir los templos de los paganos, sino convertirlos
en templos cristianos. 2º. No acabar con todas las fiestas de los paganos, sino
convertirlas en fiestas cristianas. Por ejemplo, ellos celebraban las fiestas
de sus ídolos con grandes banquetes en los cuales participaban todos. Pues hacer
esos banquetes, pero en honor de los mártires y santos. 3º. Dividir el país en
tres diócesis: Cantorbery, Londres y York.
Nuestro santo cumplió exactamente estas
recomendaciones, que le produjeron muy buenos resultados. Y fue nombrado por el
Papa, jefe de toda la Iglesia Católica de Inglaterra (Arzobispo Primado). En
las reuniones sobresalía entre todos por su gran estatura y por su presencia
muy venerable que infundía respeto y admiración.
San Agustín escribía frecuentemente desde Inglaterra al
Papa San Gregorio a Roma pidiéndole consejos en muchos casos importantes, y el
Sumo Pontífice le escribía ciertas advertencias muy prácticas como estas:
"Dios le ha concedido el don de hacer milagros, y le ha dejado el inmenso
honor de convertir a muchísimos paganos al cristianismo, y de que las gentes lo
quieran y lo estimen mucho. Pero cuidado, mi amigo, que esto no le vaya a
producir orgullo. Alégrese de haber recibido estos regalos del buen Dios, pero
tenga temor de no aprovecharlos debidamente. Consuélese al ver que con los
milagros y la predicación logra que tantos paganos se vuelvan cristianos
católicos, pero no vaya a creerse mejor que los demás, porque entonces le
estaría robando a Dios el honor y la gloria que sólo Él se merece. Hay muchos
que son muy santos y no hacen milagros ni hablan hermosamente. Así que no hay
que llenarse de orgullo por haber recibido estas cualidades, sino alegrarse
mucho al ver que Dios es más amado y más glorificado por las gentes".
Mucho le sirvieron a Agustín estos consejos para mantenerse humilde.
Después de haber trabajado por varios años con todas
las fuerzas de su alma por convertir al cristianismo el mayor número posible de
ingleses, y por organizar de la mejor manera que pudo, la Iglesia Católica en
Inglaterra, San Agustín de Cantorbery murió santamente el 26 de mayo del año
605. Y un día como hoy fue su entierro y funeral. Desde entonces ha gozado de
gran fama de santidad en esa nación y en muchas partes más.
(Fuente:
churchforum.org)
Oración a San Agustín
de Cantorbery
San Agustín: apóstol de Inglaterra: te rogamos por la
Iglesia Católica en esa nación y en todas las naciones del mundo. Pídele a Dios
que nos envíe muchos evangelizadores que sean como tú. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario