6 DE MAYO -JUEVES–
5ª - SEMANA DE PASCUA – B –
Santo Domingo Savio
Lectura del libro de los Hechos de
los apóstoles (15,7-21):
EN aquellos días, después de una larga discusión, se levantó Pedro y dijo a
los apóstoles y a los presbíteros:
«Hermanos, vosotros sabéis que, desde los primeros días, Dios me escogió
entre vosotros para que los gentiles oyeran de mi boca la palabra del
Evangelio, y creyeran. Y Dios, que penetra los corazones, ha dado testimonio a
favor de ellos dándoles el Espíritu Santo igual que a nosotros. No hizo
distinción entre ellos y nosotros, pues ha purificado sus corazones con la fe.
¿Por qué, pues, ahora intentáis tentar a Dios, queriendo poner sobre el cuello
de esos discípulos un yugo que ni nosotros ni nuestros padres hemos podido
soportar? No; creemos que lo mismo ellos que nosotros nos salvamos por la
gracia del Señor Jesús».
Toda la asamblea hizo silencio para escuchar a Bernabé y Pablo, que les
contaron los signos y prodigios que Dios había hecho por medio de ellos entre
los gentiles. Cuando terminaron de hablar, Santiago tomó la palabra y dijo:
«Escuchadme, hermanos: Simón ha contado cómo Dios por primera vez se ha
dignado escoger para su nombre un pueblo de entre los gentiles. Con esto
concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito:
“Después de esto volveré y levantaré de nuevo la choza caída de David;
levantaré sus ruinas y la pondré en pie, para que los demás hombres busquen al
Señor, y todos los gentiles sobre los que ha sido invocado mi nombre: lo dice
el Señor, el que hace que esto sea conocido desde antiguo”.
Por eso, a mi parecer, no hay que molestar a los gentiles que se convierten
a Dios; basta escribirles que se abstengan de la contaminación de los ídolos,
de las uniones ilegítimas, de animales estrangulados y de la sangre. Porque
desde tiempos antiguos Moisés tiene en cada ciudad quienes lo predican, ya que
es leído cada sábado en las sinagogas».
Palabra de Dios
Salmo: 95,1-2a.2b-3.10
R/. Contad las maravillas del
Señor a todas las naciones
Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre. R/.
Proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R/.
Decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente». R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan (15,9-11):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he
guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra
alegría llegue a plenitud».
Palabra del Señor
1. Dios (el Padre del cielo) se relaciona con los seres humanos
como se relaciona con Jesús. Se trata de un tipo de relación que no se define
por el poder que exige sumisión, sino por el
amor que pide estabilidad, fidelidad, permanencia.
La imagen del "padre", tal como se suele vivir entre humanos, es
con frecuencia ambigua. Porque tendría que ser siempre una relación de bondad y cariño, pero a menudo es una relación de imposición, amenaza y castigo.
Por no hablar de tantos casos en los que no hay relación alguna, por causa
del mutuo desinterés, incluso el
rechazo, entre padre e hijo.
2. El Padre del que habla Jesús es siempre bondad y amor,
acogida y tolerancia, respeto y ayuda incondicional. En esta serie de actitudes
del Padre hacia
el Hijo consisten los "mandamientos" (entolás), que no son
órdenes (y menos aún imposiciones), sino los deseos
que brotan del cariño. Cuando hay cariño entre personas, los deseos son órdenes. Pero no pasan de ser deseos, que el
amor las traduce en hacer lo que agrada al otro.
3. Cuando se vive así y de esa manera, la vida es fuente
incesante de la mayor alegría. No es la alegría que proviene del tener, sino la
dicha del que siempre ofrece respeto y bondad y, en respuesta, recibe lo mismo
que da.
Así tendría que ser siempre nuestra relación con los demás, sean quienes
sean. Y sean como sean.
Santo Domingo Savio
En Mondonio, en el
Piamonte, santo Domingo Savio, que, dulce y jovial desde la infancia, todavía
adolescente consumó con paso ligero el camino de la perfección cristiana.
Vida de Santo Domingo
Savio
Nació Domingo Savio en Riva de Chieri (Italia) el 2 de
abril de 1842. Era el mayor entre cinco hijos de Ángel Savio, un mecánico muy
pobre, y de Brígida, una sencilla mujer que ayudaba a la economía familiar
haciendo costuras para sus vecinas.
Desde muy pequeñín le agradaba mucho ayudar a la Santa
Misa como acólito, y cuando llegaba al templo muy de mañana y se encontraba
cerrada la puerta, se quedaba allí de rodillas adorando a Jesús Eucaristía,
mientras llegaba el sacristán a abrir.
El día anterior a su primera confesión fue donde la
mamá y le pidió perdón por todos los disgustos que le había proporcionado con
sus defectos infantiles. El día de su primera comunión redactó el famoso
propósito que dice: "Prefiero morir antes que pecar".
A los 12 años se encontró por primera vez con San
Juan Bosco y le pidió que lo admitiera gratuitamente en el colegio que el santo
tenía para niños pobres. Don Bosco para probar que tan buena memoria tenía le
dio un libro y le dijo que se aprendiera un capítulo. Poco tiempo después llegó
Domingo Savio y le recitó de memoria todo aquel capítulo. Y fue aceptado. Al
recibir tan bella noticia le dijo a su gran educador: "Ud. será el sastre.
Yo seré el paño. Y haremos un buen traje de santidad para obsequiárselo a Nuestro
Señor". Esto se cumplió admirablemente.
Un día le dijo a su santo confesor que cuando iba a
bañarse a un pozo en especial, allá escuchaba malas conversaciones. El
sacerdote le dijo que no podía volver a bañarse ahí. Domingo obedeció, aunque
esto le costaba un gran sacrificio, pues hacía mucho calor y en su casa no
había baño de ducha. Y San Juan Bosco añade al narrar este hecho: "Si este
jovencito hubiera seguido yendo a aquel sitio no habría llegado a ser
santo". Pero la obediencia lo salvó.
Cierto día dos compañeros se desafiaron a pelear a
pedradas. Domingo Savio trató de apaciguarlos, pero no le fue posible. Entonces
cuando los dos peleadores estaban listos para lanzarse las primeras piedras,
Domingo se colocó en medio de los dos con un crucifijo en las manos y les dijo:
"Antes de lanzarse las pedradas digan: Jesús murió perdonando a los que lo
crucificaron y yo no quiero perdonar a los que me ofenden". Los dos
enemigos se dieron la mano, hicieron las paces, y no se realizó la tal pelea.
Por muchos años recordaban con admiración este modo de obrar de su amiguito
santo.
Eucaristía
Cada día, Domingo iba a visitar al Santísimo Sacramento
en el templo, y en la santa Misa después de comulgar se quedaba como en éxtasis
hablando con Nuestro Señor. Un día no fue a desayunar ni a almorzar, lo
buscaron por toda la casa y lo encontraron en la iglesia, como suspendido en
éxtasis. No se había dado cuenta de que ya habían pasado varias horas. Tanto le
emocionaba la visita de Jesucristo en la Santa Hostia. Por tres años se ganó el
Premio de Compañerismo, por votación popular entre todos los 800 alumnos. Los
compañeros se admiraban de verlo siempre tan alegre, tan amable, y tan
servicial con todos. El repetía: "Nosotros demostramos la santidad,
estando siempre alegres". Con los mejores alumnos del colegio fundó una
asociación llamada "Compañía de la Inmaculada" para animarse unos a
otros a cumplir mejor sus deberes y a dedicarse con más fervor al apostolado. Y
es curioso que de los 18 jóvenes con los cuales dos años después fundó San Juan
Bosco la Comunidad Salesiana, 11 eran de la asociación fundada por Domingo
Savio.
En un sueño - visión, supo que Inglaterra iba a dar
pronto un gran paso hacia el catolicismo. Y esto sucedió varios años después al
convertirse el futuro cardenal Newman y varios grandes hombres ingleses al
catolicismo. Otro día supo por inspiración que debajo de una escalera en una
casa lejana se estaba muriendo una persona y que necesitaba los últimos
sacramentos. El sacerdote fue allá y le ayudó a bien morir. Al corregir a un
joven que decía malas palabras, el otro le dio un bofetón. Domingo se enrojeció
y le dijo: "Te podía pegar yo también porque tengo más fuerza que tú. Pero
te perdono, con tal de que no vuelvas a decir lo que no conviene decir".
El otro se corrigió y en adelante fue su amigo.
Un día hubo un grave desorden en clase. Domingo no
participó en él, pero al llegar el profesor, los alumnos más indisciplinados le
echaron la culpa de todo. El profesor lo regañó fuertemente y lo castigó.
Domingo no dijo ni una verdad, el profesor le preguntó por qué no se había
defendido y él respondió: "Es que Nuestro Señor tampoco se defendió cuando
lo acusaron injustamente. Y además a los promotores del desorden sí los podían
expulsar si sabían que eran ellos, porque ya han cometido faltas. En cambio, a
mí, como era la primera falta que me castigaban, podía estar seguro de que no
me expulsarían". Muchos años después el profesor y los alumnos recordaban
todavía con admiración tanta fortaleza en un niño de salud tan débil.
La madre de San Juan Bosco, mamá Margarita, le decía un
día a su hijo: "Entre tus alumnos tienes muchos que son maravillosamente
buenos. Pero ninguno iguala en virtud y en santidad a Domingo Savio. Nadie tan
alegre y piadoso como él, y ninguno tan dispuesto siempre a ayudar a todos y en
todo".
San Juan Bosco era el santo de la alegría. Nadie lo
veía triste jamás, aunque su salud era muy deficiente y sus problemas enormes.
Pero un día los alumnos lo vieron extraordinariamente serio. ¿Qué pasaba? Era
que se alejaba de su colegio el más amado y santo de todos sus alumnos: Domingo
Savio. Los médicos habían dicho que estaba tosiendo demasiado y que se
encontraba demasiado débil para seguir estudiando, y que tenía que irse por
unas semanas a descansar en su pueblo. Cada mes, en el Retiro Mensual se rezaba
un Padrenuestro por aquel que habría de morir primero. Domingo les dijo a los
compañeros: "el Padrenuestro de este mes será por mí". Nadie se
imaginaba que iba a ser así, y así fue. Cuando Dominguito se despidió de su
santo educador que en sólo tres años de bachillerato lo había llevado a tan
grande santidad, los alumnos que lo rodeaban comentaban: "Miren, parece
que Don Bosco va a llorar". - Casi que se podía repetir aquel día lo que
la gente decía de Jesús y un amigo suyo: "¡Mirad, ¡cómo lo amaba!".
Domingo Savio estaba preparado para partir hacia la eternidad. Los médicos y
especialistas que San Juan Bosco contrató para que lo examinaran comentaban:
"El alma de este muchacho tiene unos deseos tan grandes de irse a donde
Dios, que el débil cuerpo ya no es capaz de contenerla más. Este jovencito
muere de amor, de amor a Dios". Y así fue.
El 9 de marzo de 1857, cuando estaba para cumplir los
15 años, y cursaba el grado 8º de bachillerato, Domingo, después de confesarse
y comulgar y recibir la Unción de los enfermos, sintió que se iba hacia la
eternidad. Llamó a su padre a que le rezara oraciones del devocionario junto a
su cama (la madre no se sintió con fuerzas de acompañarlo en su agonía y se fue
a llorar a una habitación cercana). Y a eso de las 9 de la noche exclamó:
"Papá, papá, qué cosas tan hermosas veo" y con una sonrisa angelical
expiró dulcemente. A los ocho días su padre sintió en sueños que Domingo se le
aparecía para decirle muy contento que se había salvado. Y unos años después se
le apareció a San Juan Bosco, rodeado de muchos jóvenes más que están en el
cielo. Venía hermosísimo y lleno de alegría. Y le dijo: "Lo que más me
consoló a la hora de la muerte fue la presencia de la Santísima Virgen María.
Recomiéndeles a todos que le recen mucho y con gran fervor. Y dígales a los
jóvenes que los espero en el Paraíso".
Fuente: ewtn.com
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