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DE MAYO – VIERNES –
7ª - SEMANA DE PASCUA – B –
Santos Cristóbal Magallanes
y compañeros,
mártires
Lectura
del libro de los Hechos de los apóstoles (25,13-21):
En aquellos días, el rey Agripa llegó a Cesarea con Berenice para
cumplimentar a Festo, y se entretuvieron allí bastantes días.
Festo expuso al rey el caso de Pablo, diciéndole:
«Tengo aquí un preso, que ha dejado Félix; cuando fui a Jerusalén, los
sumos sacerdotes y los ancianos judíos presentaron acusación contra él,
pidiendo su condena. Les respondí que no es costumbre romana ceder a un hombre
por las buenas; primero el acusado tiene que carearse con sus acusadores, para
que tenga ocasión de defenderse. Vinieron conmigo a Cesarea, y yo, sin dar
largas al asunto, al día siguiente me senté en el tribunal y mandé traer a este
hombre. Pero, cuando los acusadores tomaron la palabra, no adujeron ningún
cargo grave de los que yo suponía; se trataba sólo de ciertas discusiones
acerca de su religión y de un difunto llamado Jesús, que Pablo sostiene que
está vivo. Yo, perdido en semejante discusión, le pregunté si quería ir a
Jerusalén a que lo juzgase allí. Pero, como Pablo ha apelado, pidiendo que lo
deje en la cárcel, para que decida su majestad, he dado orden de tenerlo en
prisión hasta que pueda remitirlo al César.»
Palabra de Dios
Salmo: 10,4-7
R/. El Señor puso en el cielo su
trono
Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R/.
Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos. R/.
El Señor puso en el cielo su trono,
su soberanía gobierna el universo.
Bendecid al Señor, ángeles suyos,
poderosos ejecutores de sus órdenes. R/.
Lectura del santo evangelio según
san Juan (21,15-19):
Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer con ellos,
dice a Simón Pedro:
«Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?»
Él le contestó:
«Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»
Jesús le dice:
«Apacienta mis corderos.»
Por segunda vez le pregunta:
«Simón, hijo de Juan, ¿me amas?»
Él le contesta:
«Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»
Él le dice:
«Pastorea mis ovejas.»
Por tercera vez le pregunta:
«Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?»
Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le
contestó:
«Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.»
Jesús le dice:
«Apacienta mis ovejas.
Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías;
pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará
adonde no quieras.»
Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios.
Dicho esto, añadió: «Sígueme.»
Palabra del Señor
1. La importancia de este diálogo, entre Jesús y Pedro, para el
significado de Pedro en la Iglesia, es mayor de lo que imaginamos. Y
por tanto, para el papado, como cabeza del colegio episcopal
(concilios Vaticano I y II, Denzinger- Hünermann, 3055 y 4143).
Según la lectura que los Padres de la Iglesia y los teólogos cristianos,
han hecho de este relato, está fuera de duda que Pedro (y el papado, que se
ha fundamentado en él) es una pieza clave en la
estructura de la Iglesia.
El papado, por tanto, no es un invento humano como
tantos otros. Tiene su origen en los primeros orígenes del cristianismo, si nos
atenemos a los recuerdos de Jesús, que nos dejaron los evangelios.
2. Pero, tan importante como lo anterior, es saber que el papel
de Pedro, tal como se plantea aquí (en su mismo origen),
fue pensado por Jesús, nunca basado en la fuerza del poder, sino solamente en
la ejemplaridad del amor.
Fue necesario que Pedro negase tres veces su fe en Cristo, en el palacio de
Anás, para que afirmase tres veces su amor a Jesús, en el lago de Galilea.
El Pedro que negó la fe fue el Pedro seguro de sí mismo
(aunque todos los demás..., yo no).
El Pedro que amó a Jesús fue el Pedro que se entristeció inseguro de sí.
Y fue este Pedro el que "siguió" (Jn 21, 19) definitivamente a
Jesús.
3. La gran contradicción y el gran escándalo es que el papado,
que se ha terminado imponiendo en la Iglesia, no ha sido el papado del
discípulo que sigue a Jesús, sino el papado del poder que apeteció Pedro cuando
quiso situarse el primero (Mt 20, 20-28; Mc 10, 35-46) o el papado del Pedro
que rechazó la pasión y el fracaso de Jesús (Mt 16, 21-23 par), que más se
parece al orgullo de aquel Pedro que se sentía seguro de sí mismo, el
que se veía superior a los demás.
Se ha superpuesto el poder al amor. Y por eso se ha
confeccionado una historia turbia del papado, en la que han abundado
falsificaciones como la "donación de Constantino" (s. VIII),
pretensiones de poder sobre cualquier otro poder humano (s. XI) o teorías como la de la
plenitudo potestatis, a partir de Inocencio III (s. XII-XIII). Desde entonces
hasta el canon 331 del vigente Derecho Canónico, en la
historia del papado ha habido hombres santos y hombres pecadores. Pero la
institución, tal como ha sido gestionada, ha alejado -y
sigue alejando- a grandes sectores de la sociedad de la
"peligrosa memoria' del Jesús que se nos presenta en el Evangelio.
4. Y lo más doloroso es que todo esto se vea confirmado ahora,
en el papado de Francisco, el humilde sucesor de Pedro que se
identifica con los más pobres, los enfermos, los ancianos y
los niños.
El Papa que no es querido y aceptado por buena parte del clero y de la
Curia Romana, cosa que es bien sabida en todo el mundo.
Es doloroso pensar que la Iglesia no coincide con el Evangelio.
Santos Cristóbal Magallanes
y compañeros, mártires
Nació en San Rafael
Totatiche (México) en el año 1869. Al irrumpir la persecución contra la Iglesia
católica, junto a otros 24 presbíteros y fieles laicos de diversos lugares de
México y de distintas edades, padeció el martirio en el año 1927, confesando, con
sus compañeros, a Cristo Rey ante el odio contra el nombre cristiano. l
Martirologio Romano: Santos Cristóbal
Magallanes, presbítero, y compañeros, mártires, que, perseguidos en diversas
regiones de México en odio al nombre cristiano y a la Iglesia católica, por
haber confesado fielmente a Cristo Rey alcanzaron la corona del martirio. († de
1915 a 1937).
Fecha de
beatificación: 22 de noviembre de 1992 por S.S. Juan Pablo II
Fecha de
canonización: 21 de mayo de 2000 por S.S. Juan Pablo II
Breve
Reseña
La persecución
religiosa de Méjico se extendió, en diferentes oleadas a lo largo de casi tres
decenios del siglo XX. En 1911, apenas vencieron las fuerzas revolucionarias de
Madero, sobre las de Porfirio Díaz, comenzó para los católicos un periodo de
dos años en los que gozaron de igualdades jurídicas y políticas. En 1913, fue
asesinado el presidente Madero, y fueron acusados los católicos y su jerarquía
de se causantes o apoyar el asesinato, con lo cual fueron víctimas de una cruel
persecución por las fuerzas revolucionarias. Venció el ejército de Carranza en
1914, que redactó la Constitucion anticlerical de 1917, donde se exiliaron a
los obispos y la mayoría de los religiosos y el clero; se destruyeron iglesias
y se prohibió el culto. En 1920, con la llegada del general Obregón se pusieron
las bases para la paz religiosa, ablandando la censura, permitiendo el regreso
de los obispos y el clero. En 1925, el presidente Calles, originó el cisma y
volvió a la persecución religiosa, que originó un levantamiento del pueblo
mejicano, llamados "cristeros" que reivindicaba la catolicidad del
pueblo de Méjico, una parte del clero rural tuvo que ver en este levantamiento,
y todo ello originó una fuerte persecución. Los obispos, la mayoría en el
exilio, estuvieron divididos, y una parte no fue partidaria de la lucha armada.
La Santa Sede a pesar de condenar la "Constitución de 1917", no apoyó
a los "cristeros". El 1929, la Santa Sede consiguió y firmó con el
gobierno mejicano "un modus vivendi" que comprometió al gobierno a
firmar una amnistía a los clérigos y fieles y a deponer las armas a los
cristeros. Hasta 1992, hubo en Méjico un estado laico, anticlerical, pero se
"toleraba" a la Iglesia, hasta que se establecieron las relaciones
diplomáticas con el Vaticano.
Fueron muchos los
fieles que sufrieron el martirio por defender su fe, de entre ellos presentamos
ahora a veinticinco que fueron proclamados santos de la Iglesia por Juan Pablo
II.
El milagro de su canonización
Uno de los pasos
formales en las causas de canonización en la iglesia católica es la
verificación de un milagro obrado por Dios por intercesión del o de las
personas para quienes se busca su inclusión en el canon de santos. En el caso
de este grupo de 25 mártires cristeros, María del Carmen Pulido Cortes de
Guadalajara, México, experimentó ese milagro.
Pulido, diagnosticada
con una enfermedad incurable luego de que se descubrieran quistes (algunos
extirpados quirúrgicamente) en el pecho, fue a Roma para el pedido de
beatificación -de este grupo de mártires- acompañando a Fray José de Jesús
Gálvez Amezcua, director en ese momento de un seminario de Guadalajara.
"Fui a Roma y rogué por mi curación, pero no sucedió", relató ella en
una entrevista.
En 1993, Fray Gálvez le
dio a Pulido un crucifijo de plata que contenía pequeños trozos de ropa, sangre
y huesos de los 25 mártires cristeros. Ella colocó el crucifijo sobre su pecho.
“Estaba muy enferma”, le dijo al periodista, “pero apenas mi madre me dio la
cruz con las reliquias sentí alivio. La cura fue instantánea”. Los médicos
confirmaron que Pulido estaba completamente curada pero no pudieron explicar lo
que había sucedido.
Luego de seis años de
extensas investigaciones la Congregación para la Causa de los Santos presentó
al Papa Juan Pablo II el caso y él firmó el decreto reconociendo el mismo como
un milagro.
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