27
de Septiembre - DOMINGO -
XXVIª
- Semana del Tiempo Ordinario
Primera
lectura Números 11, 25-29
En
aquellos días, el Señor bajó en la nube, habló con Moisés y,
apartando algo del espíritu que poseía, se lo pasó a los setenta
ancianos. Al posarse sobre ellos el espíritu, se pusieron a
profetizar en seguida. Habían quedado en el campamento dos del
grupo, llamados Eldad y Medad. Aunque estaban en la lista no
habían acudido a la tienda.
Pero
el espíritu se posó sobre ellos, y se pusieron a profetizar en el
campamento. Un muchacho corrió a contárselo a Moisés: “Eldad y Medad están profetizando en el campamento”. Josué, hijo de
Nun, ayudante de Moisés desde joven, intervino: “Señor mío,
Moisés, prohíbeselo”. Moisés
le
respondió: “¿Estás celoso de mí? ¡Ojalá todo el pueblo del
Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor!”.
Salmo
18, 8. 10. 12-13. 14
R//
Los mandatos del Señor son rectos y
alegran el corazón.
• La
ley del Señor es perfecta
y
es descanso del alma;
el
precepto del Señor es fiel
e
instruye al ignorante. R//
• La
voluntad del Señor es pura
y
eternamente estable;
los
mandamientos del Señor son
verdaderos
y
enteramente justos. R//
• Aunque
tu siervo vigila
para
guardarlos con cuidado,
¿quién
conoce sus faltas?
Absuélveme
de lo que se me oculta. R//
• Preserva
a tu siervo de la arrogancia,
para
que no me domine:
así
quedaré libre e inocente
del
gran pecado. R//
Segunda
lectura Santiago 5, 1-6
Ahora,
vosotros los ricos, llorad y lamentaos por las desgracias que os han
tocado. Vuestra riqueza está corrompida y vuestros vestidos
están apolillados.
Vuestro
oro y vuestra plata están herrumbrados, y esa herrumbre será un
testimonio contra vosotros y devorará vuestra carne como el fuego.
¡Habéis
amontonado riqueza, precisamente ahora, en el tiempo final!
El
jornal defraudado a los obreros que
han
cosechado vuestros campos está clamando contra vosotros; y los
gritos de los segadores han llegado hasta el oído del Señor de los
ejércitos.
Habéis
vivido en este mundo con lujo y entregados al placer. Os habéis
cebado para el día de la matanza.
Condenasteis
y matasteis al justo; él no os resiste.
Evangelio
Marcos 9, 38-43. 47-48
En
aquel tiempo, dijo Juan a Jesús: “Maestro, hemos visto a uno que
echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque
no es de los nuestros”. Jesús respondió: “No se lo
impidáis,
porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal
de mí. El que no está contra nosotros está a nuestro favor.
Y además, el que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al
Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa. El que
escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría
que le encajasen en el cuello una piedra de
molino
y lo echasen al mar. Si tu mano te hace caer, córtatela: más te
vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al abismo, al
fuego que no se apaga. Y si tu pie te hace caer, córtatelo: más
te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies al
infierno. Y, si tu ojo te hace caer, sácatelo: más te vale
entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos al
infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga”.
Jesús
enseñaba a menudo a base de frases breves, que se pueden memorizar
fácilmente, como “El Hijo del Hombre no ha venido a llamar a los
justos sino a los pecadores”. Los evangelistas reunieron más tarde
esas frases, agrupándolas por el contenido o por alguna palabra
clave que se repetía. En el evangelio de hoy podemos distinguir las
siguientes:
“Quien
no está contra nosotros está a favor nuestro”.
Juan
le dijo:
Maestro,
hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con
nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros.
Pero
Jesús dijo:
No
se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi
nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no
está contra nosotros, está por nosotros.
Juan
se presenta muy arrogante ante Jesús para contarle lo que han hecho
con uno que echaba demonios en su nombre.
Jesús,
en vez de elogiar esa conducta, les hace caer en la cuenta de que han
actuado de forma poco lógica: quien hace un milagro en nombre de
Jesús no hablará mal de él. Luego añade una enseñanza
general. Frente a la postura de ver enemigos por todas partes,
enseña a ver amigos: «Quien no está contra nosotros, está a
nuestro favor.»
¿Por
qué han actuado los discípulos de ese modo? Si relacionamos el
evangelios con la primera lectura de hoy, el motivo serían los
celos. El libro de los Números cuenta que Josué, cuando se
entera de que Eldad y Medad están profetizando en el campamento, lo
interpreta como
un ataque
a la dignidad de Moisés y le pide a este que se lo prohíba. La
escena recuerda bastante a la del evangelio, con el agravante de que
Josué le dice a Moisés que se lo prohíba, mientras que los
discípulos se atribuyen el poder de prohibir, sin contar primero con
Jesús.
El
fallo de los discípulos radicaría en ese celo injustificado y algo
mezquino.
Sin
embargo, conviene tener en cuenta otra posible interpretación.
Dos
veces justifican los discípulos su conducta aduciendo que ese
individuo «no va con nosotros». Según ellos, hay que excluir a
todo el que no los acompañe.
Debemos
recordar que Jesús era un predicador itinerante, acompañado de los
doce, de un grupo de mujeres y de otros discípulos más. Este
grupo, muy radical, había renunciado al domicilio estable, a la
familia y a las posesiones. En el contexto de esta vida tan dura,
de tanta renuncia para seguir a Jesús, se entiende la insistencia de
Juan y los discípulos en que ese «no va con nosotros».
No
ha renunciado al domicilio estable, a la familia, a las posesiones,
pero se permite echar demonios en nombre de Jesús.
El
relato pudo tener mucha importancia para la iglesia primitiva, ya que
en ella se fueron imponiendo las comunidades urbanas, en las que no
se renunciaba al domicilio estable, ni a la familia y las posesiones.
La tentación de los cristianos itinerantes, con su vida tan
dura, era excluir a los otros, a los que «no van con nosotros».
Este pasaje les enseña a comportarse con moderación y a tolerar
otras formas de vida. Lo esencial no es «ir con nosotros» sino
«estar a favor nuestro».
“Quien
os dé a beber un vaso de agua en atención a que sois del Mesías
os aseguro que no perderá su paga”.
El
episodio anterior terminaba con la enseñanza: “Quién no está
contra nosotros está a nuestro favor”. Esta frase da un
paso adelante. Habla del que toma una postura positiva ante los
seguidores del Mesías, simbolizada en el gesto de dar un vaso de
agua.
Dos
trampas (dos escándalos) en el camino
En
griego, el sentido básico de “escándalo” es el de «trampa»,
la tendida en el suelo, que hace caer a una persona o a un animal. Si
recordamos que la vida cristiana es un seguimiento de Jesús, un
caminar detrás de él, se comprenden los dos peligros de los que
habla el evangelio:
a)
Poner trampas a los pequeños
Y
al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es
que le pongan al cuello una de estas piedras de molino que mueven los
asnos y que le echen al mar.
Estas
palabras resultan enigmáticas, no queda claro a quién se dirigen.
¿Quién puede escandalizar? ¿Un cristiano o una persona ajena a
la comunidad (escriba, fariseo, saduceo, pagano)? ¿Quiénes son
los pequeños que creen: un grupo dentro de la comunidad o todos los
cristianos?
La
historia de la iglesia y la vida corriente demuestran que todos los
casos son posibles. El tropiezo puede ponerlo una persona no
cristiana, con sus críticas y ataques a Jesús y su mensaje.
Pero
también cualquier actitud nuestra, cualquier palabra, que aparta a
otros del seguimiento de Jesús, de la forma de vida que él propone,
cae bajo su condena.
El
gran peligro del escándalo no es sólo las revistas pornográfica,
las películas violentas, la droga, sino tantas cosas que se aceptan
con naturalidad dentro de la Iglesia (lujo, vanidad, ambición,
prestigio), incluso a los más altos niveles.
Jesús
deja muy clara la gravedad del pecado al hablar de la condena que
merece: ser arrojado al mar con una enorme piedra atada al cuello.
Se
refiere a la piedra superior del molino grecorromano, que giraba
tirada por un asno, un caballo o un esclavo.
Tirar
al mar o al río era un castigo especialmente cruel, ya que el
cadáver quedaba insepulto, algo terrible en la mentalidad judía y
griega.
b)
Ponerme trampas a mí mismo
Y
si tu mano derecha te escandaliza (te es ocasión de pecado),
córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las
dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga.
Y
si tu pie te escandaliza (te es ocasión de pecado), córtatelo.
Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser
arrojado a la gehenna.
Y
si tu ojo te escandaliza (te es ocasión de pecado), sácatelo.
Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los
dos ojos, ser arrojado a la gehenna, donde su gusano no muere y el
fuego no se apaga.
Las
diversas posibilidades las enumera Mc hablando de la mano, el pie y
el ojo.
Jesús
piensa en tendencias que surgen del interior de cada uno de nosotros
y que debemos controlar con cuidado.
Para
dejar clara la gravedad de lo que puede ocurrir, Jesús exhorta a
cortar la mano o el pie, o sacarse el ojo.
Estas
palabras no hay que interpretarlas al pie de la letra, porque después
de habernos cortado una mano y un pie, y habernos sacado un ojo,
surgirían nuevas tentaciones y necesitaríamos seguir con la otra
mano, el otro pie y el otro ojo. Y no entraríamos en la vida
mancos, cojos y tuertos, sino ciegos y sin ningún miembro.
En
el caso anterior, el castigo era sumergir en el mar; aquí, ir a
parar a la gehena, «al fuego inextinguible», «donde el gusano no
muere y el fuego no se apaga».
La
gehena como lugar de castigo se basa en la tradición apocalíptica
judía; el gusano y el fuego, en unas palabras del libro de Isaías.
A los pintores y a los predicadores les han dado materia abundante
de inspiración, a menudo desbocada.
Reflexión
final
En
pocas palabras nos da Marcos abundante materia de reflexión y de
examen sobre nuestra actitud ante los demás y ante nosotros mismos:
¿excluimos
a quienes no van con nosotros, a quienes consideramos que no viven un
cristianismo tan exigente como el nuestro?
¿Valoramos
el gesto pequeño de dar un vaso de agua, o nos escudamos en la
necesidad de grandes gestos para terminar no haciendo nada?
¿Pongo
obstáculos a la fe de la gente sencilla o de los menos importantes
dentro de la iglesia?
¿Me
voy tendiendo trampas yo mismo que me impiden caminar junto a Jesús?