miércoles, 16 de septiembre de 2015

Párate un momento: Evangelio del día 17 de Septiembre - JUEVES - XXIVª – Semana del Tiempo Ordinario




17 de Septiembre - JUEVES -
XXIVª – Semana del Tiempo Ordinario

Evangelio: Lc 7, 36-50

En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume, y, colocándose junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los untaba con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado, se dijo: " Si este fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora". Jesús tomó la palabra y le dijo: “Simón, tengo algo que decirte". Él respondió: “Dímelo, Maestro". Jesús le dijo: Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?”. Simón contestó: “Supongo que aquel a quien le perdonó más”. Jesús le dijo: “Has juzgado rectamente”. Y, volviendose a la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a esta mujer? Cuando yo entre en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella en cambio me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella en cambio ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo, sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor: pero al que poco se le perdona, poco ama”. Y a ella le dijo: “Tus pecados están perdonados. Los demás convidados empezaron a decir entre sí: "¿Quién es este que hasta perdona pecados?”. Pero Jesús dijo a la mujer: “Tu fe te ha salvado, vete en paz".

1. Este relato es de los más provocativos que hay en el Evangelio. Jesús es invitado a un banquete. Hay que saber que el “banquete" era una de las costumbres más determinantes de la sociedad y de la cultura antigua greco-romana. Baste recordar el Banquete de Jenofonte o el de Platón. Advirtiendo que Jesús hizo saltar por los aires las tradiciones más intocables de aquella cultura. Al comer y al admitir en los banquetes a pecadores y personas de mala fama, Jesús trastornó el “orden social” más radicalmente que con todos sus sermones y discursos (Dennis E. Smith, J.
D. Crossan).

2. En este relato, el hecho fue mucho más provocativo. Porque el que invitó fue un fariseo (modelo de observante). El invitado fue Jesús (modelo de lo inobservante: Mc 2, 1-12; Mt 9, 1-8; Lc 5, 21; Jn 10, 33; Mt 27, 63; Lc 23, 2. 14).
Y el personaje central, una mujer, que tenía tan mala fama, que resultaba escandaloso admitirla en aquella casa y dejar que se acercase a aquella mesa. Pero el episodio se desarrolla de forma que, al final, fue la mala mujer la que Jesús propone como ejemplo de amor a imitar, mientras que el observante y piadoso anfitrión queda por los suelos, como ejemplo de lo que jamás se debe hacer.

3. Jesús es el hombre de la bondad, la libertad y la sinceridad. Acepta las manifestaciones de afecto de aquella mujer. Le dice al fariseo, con delicadeza y firmeza, lo que le tiene que decir, delante de todos. No esperó a decírselo en privado. Y, sobre todo, afirmó que quien se siente justo y ejemplar, ese es el que no tiene capacidad de amor y de bondad. O sea: en la medida en que uno se considera mejor que los demás, en esa misma medida se incapacita para amar. Por eso, aquella mujer, que se veía como la peor de todos, es la que tuvo más amor que nadie.
Para Jesús, la condición, para ser buena persona, no es la auto-estima y confianza en sí mismo, sino la necesidad de cariño de quienes se ven usados, abusados y despreciados.



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