17
de Septiembre - JUEVES -
XXIVª
– Semana del Tiempo Ordinario
Evangelio:
Lc 7, 36-50
En
aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con
él. Jesús, entrando en casa del
fariseo, se recostó a la mesa. Y una
de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo
en casa del fariseo, vino con un frasco
de perfume, y, colocándose junto a sus pies, llorando, se puso a
regarle los
pies con sus lágrimas,
se los enjugaba con sus cabellos, los
cubría de besos y se los untaba con el
perfume. Al ver esto, el fariseo que lo
había invitado, se dijo: " Si
este fuera profeta, sabría quién es
esta mujer que lo está tocando y lo que
es: una pecadora". Jesús tomó la
palabra y le dijo: “Simón, tengo algo
que decirte". Él respondió:
“Dímelo, Maestro". Jesús le dijo: Un
prestamista tenía dos deudores: uno le
debía quinientos denarios y el otro
cincuenta. Como no tenían con qué
pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál
de los dos lo amará más?”. Simón
contestó: “Supongo que aquel a quien
le perdonó más”. Jesús le dijo:
“Has juzgado rectamente”. Y, volviendose
a la mujer, dijo a Simón: "¿Ves
a esta mujer? Cuando yo entre en tu
casa, no me pusiste agua para los pies;
ella en
cambio me ha lavado los
pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no
me besaste; ella en cambio, desde que
entró, no ha dejado de besarme los
pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella en cambio
ha ungido los pies con perfume. Por eso
te digo, sus muchos pecados están
perdonados, porque tiene mucho amor: pero al que poco
se le perdona, poco ama”. Y a ella le
dijo: “Tus pecados están perdonados.
Los demás convidados empezaron a decir
entre sí: "¿Quién
es este que hasta
perdona pecados?”. Pero Jesús dijo a la mujer: “Tu fe te ha
salvado, vete en paz".
1. Este
relato es de los más provocativos que hay en el Evangelio. Jesús
es invitado a un banquete. Hay que saber que el “banquete"
era una de las costumbres más determinantes de la sociedad y de la
cultura antigua greco-romana. Baste recordar el Banquete de
Jenofonte o el de Platón. Advirtiendo que Jesús hizo saltar por
los aires las tradiciones más intocables de aquella cultura. Al
comer y al admitir en los banquetes a pecadores y personas de mala
fama, Jesús trastornó el “orden social” más radicalmente que
con todos sus sermones y discursos (Dennis E. Smith, J.
D.
Crossan).
2. En
este relato, el hecho fue mucho más provocativo. Porque el que
invitó fue un fariseo (modelo de observante). El invitado fue
Jesús (modelo de lo inobservante: Mc 2, 1-12; Mt 9, 1-8; Lc 5, 21;
Jn 10, 33; Mt 27, 63; Lc 23, 2. 14).
Y
el personaje central, una mujer, que tenía tan mala fama, que
resultaba escandaloso admitirla en aquella casa y dejar que se
acercase a aquella mesa. Pero el episodio se desarrolla de forma
que, al final, fue la mala mujer la que Jesús propone como ejemplo
de amor a imitar, mientras que el observante y piadoso anfitrión
queda por los suelos, como ejemplo de lo que jamás se debe hacer.
3. Jesús
es el hombre de la bondad, la libertad y la sinceridad. Acepta las
manifestaciones de afecto de aquella mujer. Le dice al fariseo, con
delicadeza y firmeza, lo que le tiene que decir, delante de todos. No
esperó a decírselo en privado. Y, sobre todo, afirmó que quien
se siente justo y ejemplar, ese es el que no tiene capacidad de amor
y de bondad. O sea: en la medida en que uno se considera mejor que
los demás, en esa misma medida se incapacita para amar. Por eso,
aquella mujer, que se veía como la peor de todos, es la que tuvo más
amor que nadie.
Para
Jesús, la condición, para ser buena persona, no es la auto-estima y
confianza en sí mismo, sino la necesidad de cariño de quienes se
ven usados, abusados y despreciados.
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