3
de Septiembre – JUEVES -
XXIIª
– Semana del Tiempo Ordinario
Evangelio:
Lc. 5,1-11.
En
aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la
Palabra de Dios, estando él a la orilla del lago de Genesaret; y vio
dos barcas que estaban junto a la orilla: los pescadores habían
desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas,
la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de la tierra. Desde
la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar,
dijo a Simón: "Rema mar adentro y echad las redes para pescar".
Simón contestó: "Maestro, nos hemos pasado la noche
bregando y no hemos cogido nada, pero por tu palabra, echaré las
redes". Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces
tan grande, que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la
otra barca para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron
ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto,
Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: “Apàrtate
de mi, Señor, que soy un pecador”. Y es que el asombro se había
apoderado de él y de los que estaban con él, al verla redada de
peces que habían cogido y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan,
hijos de Zebedeo que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a
Simón: “No temas, desde ahora serás pescador de hombres".
Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron”.
1.
Lo que menos interesa, al pensar en este relato de pesca milagrosa,
es si se trata del mismo que cuenta el IV evangelio (Jn 21, 1 14)
(así piensa J.P. Meier). Lo que importa aquí es la enseñanza
evangélica que nos da el relato. Y esa enseñanza consiste en que,
hablando de la pesca, de la comida o de la bebida y de la salud, los
evangelios relacionan siempre a Jesús con la abundancia. Ante la
presencia de Jesús, las redes revientan por la cantidad de peces, los hambrientos se sacian por la cantidad de panes hasta sobrar en exceso
(Mc 8,8; Mt 15, 39), los enfermos se curan todos solo con tocarlo
(Mc. 6, 56; Mt 14,34-36; Lc 6, 17-19). Y hasta en la boda de Caná,
de pronto, se encontraron con seiscientos litros del mejor vino
imaginable. (Jn 2, 6 – 10).
2. En
tiempos de crisis y escasez, como los que vivimos, ¿no será que no
hacemos presente a Jesús en nuestras vidas y en nuestra sociedad?
No se trata de que hacen falta milagros. De lo que se trata es que
nos gastemos menos dinero en armamentos militares, en lujos y formas
de vida escandalosa, en palacios y diversiones, en vanidades y
caprichos... Y se trata sobretodo, de que tomemos en serio la lucha
por la justicia, por la mayor igualdad posible entre todos los
ciudadanos del mundo y todos los pueblos.
3. Los
discípulos vieron en Jesús un ser humano que trascendía lo humano.
En lo humano de Jesús sintieron el estremecimiento de lo divino.
Pero lo sintieron como algo completamente nuevo: no era ya el miedo
ante lo sagrado que exige respeto (Ex 3; Is 1), sino ante la
abundancia que satisface la necesidad (Lc 5) o que libera del mal y
de la enfermedad (Mc 1, 27 par;Hech 3, 10 s). En el hombre Jesús,
lo divino se revela rebosante de humildad. En Jesús, la idea y la
experiencia de Dios cambia radicalmente. Dios se ha humanizado.
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