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de Septiembre - Viernes -
XXIIª
– Semana del Tiempo Ordinario
Lc
5, 33-39
En
aquel tiempo, dijeron a Jesús los fariseos y los letrados: “Los
discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los de los fariseos
también; en cambio los tuyos, a comer y a beber". Jesús les
contestó:
“!Queréis
que ayunen los amigos del novio mientras el novio está con ellos?
Llegará el día en que se lo lleven y entonces ayunarán”. Y
añadió esta comparación:
“Nadie
recorto una pieza de un manto nuevo para ponérsela a un manto viejo;
porque se estropea el nuevo, y la pieza no le pega al viejo. Nadie
echa vino nuevo en odres viejos: porque revientan los odres, se
derrama, y los odres se estropean. A vino nuevo, odres nuevos.
Nadie que cate vino añejo quiere del nuevo, pues dirá: “Está
bueno el añejo”.
1. Este
relato plantea, con ejemplos casi provocativos, dos formas distintas
de entender y vivir la espiritualidad. Se trata de dos caminos
contrapuestos:
1)
El camino de la mortificación y la piedad; 2) El camino del gozo
y la felicidad. Posiblemente, Lucas exagera cuando, al ayuno,
añade la oración (que no se encuentra en Mc 2, 18-22; Mt 9, 14-17).
Y también cuando caracteriza a los seguidores de Jesús como si
fueran comilones y bebedores. En todo caso, y aunque la
exageración de Lucas sea posible, es evidente que los tres
sinópticos destacan la misma contraposición de dos religiosidades.
La de la privación y el sacrificio y la del gozo y el disfrute.
2. Si
algo hay claro, en este relato, es que Jesús no formó a sus
discípulos en la espiritualidad de la privación y el sacrificio.
Jesús vio que es más importante en la vida la felicidad y el
disfrute compartido. La importancia que la comensalía, la mesa
compartida, tuvo en la vida de Jesús, refuerza esta idea. Es más,
como ya se sabe, con los ejemplos del remiendo y los odres de vino,
Jesús afirma que, en este asunto capital, no caben medias tintas o
fórmulas de compromiso.
Y
otra cosa: la advertencia de que “llegará el día en que se lleven
al novio y entonces ayunarán", es seguramente una añadidura de
comunidades primitivas que seguían practicando el ayuno. El
“novio”, que es Jesús, no se ha ausentado de su Iglesia.
3. Al
proceder de esta manera, es evidente que Jesús se dio cuenta de que
la espiritualidad de la “propia privación” es más fácil y
soportable que la espiritualidad de “compartir la felicidad".
Porque, si es que hablamos en serio de “compartir", lo
primero que deberíamos tener presente es que se trata de que todos
tengamos los mismos derechos y la misma dignidad. Lo que el
Evangelio propone es que luchemos por una sociedad igualitaria, en la
que los derechos fundamentales sean los mismos para todos. Y que
sean “derechos garantizados”. Es decir, que en Europa tengamos
los mismos derechos que tienen los ciudadanos de África o de Asia.
¿Estamos dispuestos a afrontar este proyecto con todas sus
consecuencias?
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