16
de Septiembre -MIÉRCOLES-
XXIVª
- Semana del Tiempo Ordinario
Evangelio:
Lc 7,31-35
En
aquel tiempo, dijo el Señor: "¿A quién se parecen los hombres
de esta generación? ¿A quién los compararemos. Se
parecen a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a otros:
“Tocamos la flauta y no bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis". Vino Juan Bautista, que ni comía ni bebía, y
dijisteis que tenía un demonio; viene el Hijo del Hombre que come y
bebe, y decís: “Mirad qué comilón y qué borracho, amigo de
recaudadores y pecadores”. Sin embargo, los discípulos de la sabiduría le han dado la razón”.
1.
Esta parábola de los niños, que juegan en la plaza de un pueblo,
es la última parte del testimonio que, según Lucas, Jesús da sobre
Juan Bautista (Lc 7, 18-35). Primero, Jesús recuerda a los
mensajeros que el Bautista manda a preguntar a Jesús si él era “el
que tenía que venir” (Lc 7, 18-23). Segundo presenta su propio
elogio sobre Juan Bautista (Lc 7, 24-28). Tercero, la parabola de
los niños en la plaza del pueblo, que es el relato del evangelio de
hoy. La parábola hay que entenderla correctamente: no en el
sentido de que un grupo de niños se enfrenta al otro, sino en el
sentido de que los niños (todos) no hacen caso a los músicos, ni
cuando estos invitan a jugar a boda (tocar la flauta), ni cuando
invitan a jugar a entierro (cantar lamentaciones).
¿Qué
quiere decir Jesús con este contraste entre la boda y el entierro?
2.
Hay dos formas de entender la vida, según dos formas de entender la
religión:
1)
La de Juan Bautista, que vivía en el desierto (Mt 3, 1 par), vestía de forma estrafalaria (Mt 3, 4 par) y comía como los pobres en
épocas de hambre (Mt 3,4) (J. P. Meier);
2)
La de Jesús, que vivía entre la gente, vestia una túnica valiosa
que se la rifaron los soldados cuando lo mataron 19, 23-24) y asistía
a bodas y banquetes sin reparo alguno. Es evidente que, en la
historia del cristianismo, el recuerdo y el ejemplo de Jesús ha sido
interpretados y vividos más de acuerdo con la religiosidad y la
espiritualidad de Juan Bautista que con la forma de vida que llevó
el propio Jesús. Las vidas de santos, las reglas y costumbres de los
monasterios y las ideas de muchos creyentes devotos pretenden
parecerse más a Juan en el desierto que a Jesús en un banquete.
3. No
se puede, en este breve comentario, analizar por qué ha ocurrido
esto. Lo que se puede y se debe decir es que la forma de vida de
Juan Bautista produce gente rara y con la que no es fácil convivir.
La forma de vida de Jesús es más humana y, sobre todo, genera una
forma de convivencia que espontáneamente une a las personas. Está
claro: Jesús nos vino a enseñar que el centro del Evangelio no es
la propia santificación mediante sacrificios y renuncias, sino
contagiar vida y felicidad a los demás en la gozosa convivencia con
todos. Y es de suma importancia caer en la cuenta de que es mucho
más difícil y costoso contagiar siempre felicidad que ir por la
vida dando ejemplo de santo raro y de vida extraña. Lo más duro
en la vida es ser siempre profundamente humano.
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