martes, 15 de septiembre de 2015

Párate un momento: Evangelio del día 16 de Septiembre -MIÉRCOLES- XXIVª - Semana del Tiempo Ordinario




16 de Septiembre -MIÉRCOLES-
XXIVª - Semana del Tiempo Ordinario

Evangelio: Lc 7,31-35

En aquel tiempo, dijo el Señor: "¿A quién se parecen los hombres de esta generación? ¿A quién los compararemos.   Se parecen a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a otros: “Tocamos la flauta y no bailáis, cantamos lamentaciones y no lloráis". Vino Juan Bautista, que ni comía ni bebía, y dijisteis que tenía un demonio; viene el Hijo del Hombre que come y bebe, y decís: “Mirad qué comilón y qué borracho, amigo de recaudadores y pecadores”. Sin embargo, los discípulos de la sabiduría le han dado la razón”.

1. Esta parábola de los niños, que juegan en la plaza de un pueblo, es la última parte del testimonio que, según Lucas, Jesús da sobre Juan Bautista (Lc 7, 18-35). Primero, Jesús recuerda a los mensajeros que el Bautista manda a preguntar a Jesús si él era “el que tenía que venir” (Lc 7, 18-23). Segundo presenta su propio elogio sobre Juan Bautista (Lc 7, 24-28). Tercero, la parabola de los niños en la plaza del pueblo, que es el relato del evangelio de hoy. La parábola hay que entenderla correctamente: no en el sentido de que un grupo de niños se enfrenta al otro, sino en el sentido de que los niños (todos) no hacen caso a los músicos, ni cuando estos invitan a jugar a boda (tocar la flauta), ni cuando invitan a jugar a entierro (cantar lamentaciones).
¿Qué quiere decir Jesús con este contraste entre la boda y el entierro?

2. Hay dos formas de entender la vida, según dos formas de entender la religión:
1) La de Juan Bautista, que vivía en el desierto (Mt 3, 1 par), vestía de forma estrafalaria (Mt 3, 4 par) y comía como los pobres en épocas de hambre (Mt 3,4) (J. P. Meier);
2) La de Jesús, que vivía entre la gente, vestia una túnica valiosa que se la rifaron los soldados cuando lo mataron 19, 23-24) y asistía a bodas y banquetes sin reparo alguno. Es evidente que, en la historia del cristianismo, el recuerdo y el ejemplo de Jesús ha sido interpretados y vividos más de acuerdo con la religiosidad y la espiritualidad de Juan Bautista que con la forma de vida que llevó el propio Jesús. Las vidas de santos, las reglas y costumbres de los monasterios y las ideas de muchos creyentes devotos pretenden parecerse más a Juan en el desierto que a Jesús en un banquete.

3. No se puede, en este breve comentario, analizar por qué ha ocurrido esto. Lo que se puede y se debe decir es que la forma de vida de Juan Bautista produce gente rara y con la que no es fácil convivir. La forma de vida de Jesús es más humana y, sobre todo, genera una forma de convivencia que espontáneamente une a las personas. Está claro: Jesús nos vino a enseñar que el centro del Evangelio no es la propia santificación mediante sacrificios y renuncias, sino contagiar vida y felicidad a los demás en la gozosa convivencia con todos. Y es de suma importancia caer en la cuenta de que es mucho más difícil y costoso contagiar siempre felicidad que ir por la vida dando ejemplo de santo raro y de vida extraña. Lo más duro en la vida es ser siempre profundamente humano.



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