25
de Septiembre - VIERNES -
XXVª
– Semana del Tiempo Ordinario
Evangelio:
Lc 9, 18-22
Una
vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos
les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?”.
Ellos
contestaron: ‘Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros
dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos pro fetas".
Él les preguntó: “Y vosotros, ¿quién decis que soy yo?".
Pedro tomó la palabra y dijo: “El Mesías de Dios".
Él
les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: ‘El
Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los
ancianos, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar al
tercer día".
1. En
los tres evangelios sinópticos se dice que cuando Pedro, en nombre
de los discípulos, confesó que Jesús era el Mesías (Mt 16, 16; Mc
8, 29; Lc 9, 20) e incluso el Hijo de Dios (Mt 16, 16), la respuesta
de Jesús, despues de aceptar que efectivamente era así (Mt 16, 17),
fue una prohibición y anuncio. Jesús les prohibió
terminantemente decir a nadie que él era el Mesías (Mt 16, 20; Mc
8, 30; Lc 21, 22).
Y
les anunció que le esperaba un final de fracaso, sufrimiento y
muerte (Mt 16, 21; Mc 8, 31; Lc 9, 22).
2. Dos
cosas quedan claras:
1)
Jesús no quería popularidad en un pais en el que se esperaba la
llegada de un Mesías que era deseado como un militar, guerrero y
victorioso (O. Cullmann, V. Taylor, J. Schmid), lo que se refuerza
con el anuncio que Jesús hace a continuación (J. Gnilka).
2)
Jesús asumió conscientemente una forma de vida que le llevó a lo
que se anuncia aquí: el rechazo y la condena a muerte de los
dirigentes oficiales de la religión.
3. Estos
hechos han sido leídos, interpretados y vividos de forma que han
hecho del cristianismo, para la mentalidad de mucha gente, una
religión que tiene su centro en el fracaso y no en el éxito, en el
sufrimiento y no en la felicidad, en la muerte y no en la vida, la
vida que vivimos en este mundo. Así, la humanidad de Jesús, y la
humanización del Evangelio han ser leídas e interpretadas como
divinidad de Cristo, y como divinización del cristiano, han dado
paso y han justificado una teología y una espiritualidad que le
dicen a la gente que, para lograr esa divinización y sus premios
eternos, lo que hay que hacer en esta vida es mortificarse,
someterse, callar y aguantar con paciencia.
Porque
la felicidad no está en esta vida, sino en la otra. Ahora bien,
cuando hacemos eso, no se nos pasa por la cabeza que lo que Jesús
hizo, y por lo que se jugó la vida, fue aliviar los sufrimientos de
esta vida, dignificar a los pobres y excluidos de este mundo.
Porque en el centro de las preocupaciones de Jesús siempre estuvo
humanizar este mundo y hacer más soportable esta vida. Solo así
es posible alcanzar lo que la fe nos dice que es la eternidad.
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