viernes, 18 de septiembre de 2015

Párate un momento: Lecturas del día 20 de Septiembre - DOMINGO - XXVª - Semana del Tiempo Ordinario





20 de Septiembre - DOMINGO -
XXVª - Semana del Tiempo Ordinario

Primera lectura: Sabiduría 2, 12. 17-20

Se dijeron los impíos: “Acechemos al justo, que nos resulta incómodo, se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada; veamos si sus palabras son verdaderas comprobando el desenlace de su vida. Si es el justo hijo de Dios, lo
auxiliará y lo librará del poder de sus enemigos; lo someteremos a la prueba de la afrenta y la tortura, para comprobar su moderación y apreciar su Paciencia; lo condenaremos a muerte ignominiosa, pues dice que hay quien se ocupa de él”.

Salmo 53,3-4• 5. 6. 8

R// El Señor sostiene mi vida.

Oh Dios, sálvame por tu nombre,
sal por mi con tu poder.
Oh Dios, escucha mi súplica,
atiende a mis palabras. R//

Porque unos insolentes se alzan contra
mí,
y hombres violentos me persiguen a
muerte,
sin tener presente a Dios. R//

Pero Dios es mi auxilio,
el Señor sostiene mi vida.
Te ofreceré un sacrificio voluntario,
dando gracias a tu nombre, que es bueno.
R//

Segunda lectura: Santiago 3, 16-4, 3

Queridos hermanos: Donde hay envidias y rivalidades, hay desorden y toda clase de males. La sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera. Los que procuran la paz están sembrando la paz, y su fruto es la justicia.
¿De dónde proceden las guerras y las contiendas entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, que luchan en vuestros miembros? Codiciáis y no tenéis; matáis, ardéis en envidia y no alcanzáis nada; os combatís y os hacéis la guerra. No tenéis, porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal, para dar satisfacción a vuestras pasiones.

Evangelio: Marcos 9, 30-37

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto, a los
tres días resucitará”. Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.
Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó: “¿De qué discutíais por el camino?”. Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”. Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: “El que acoge a un niño como este en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado”.

Segundo anuncio de la pasión y resurrección

Marcos (imitado más tarde por Mateo y Lucas) estructura la segunda parte de su evangelio a partir de un triple anuncio de Jesús de su muerte y resurrección; y a los tres anuncios siguen tres relatos que ponen de relieve la incomprensión de los discípulos. El domingo pasado leímos el primer anuncio y la reacción de Pedro, que rechaza la idea del sufrimiento y la muerte. Hoy leemos el segundo anuncio, seguido de la incomprensión de todos.

1. El contraste entre Jesús y los apóstoles (los Doce) es fuerte, lo mas fuerte que se puede imaginar: cuando Jesús les está hablando del fin trágico que le espera, ellos no entienden nada, no se enteran de una cosa tan clara y, además, no quieren entender, porque les da miedo preguntarle.
Los apóstoles le tienen miedo al acontecimiento central del Evangelio. Y explican los entendidos (en la historicidad de los evangelios) que esto tuvo que suceder así, no pudo ser una cosa que se le ocurrió a Marcos al redactar su evangelio. ¿Por qué?

2. Porque aquí los apóstoles quedan fatal: no se enteran, tienen miedo, son cobardes y, para colmo, precisamente cuando Jesús les está diciendo que su vida va a terminar como terminan los últimos de este mundo
(juzgados, condenados y ejecutados como malditos), los apóstoles se ponen a discutir con pretensiones de ser ellos los primeros.
Aquellos hombres pensaban al revés de como pensaba Jesús. Y aspiraban justamente lo contrario de lo que ellos estaban viendo y viviendo que era el camino que llevaba Jesús. Era evidente que Jesús se puso con los últimos de este mundo y los defendió provocativamente. Por eso acabó como acabo. Los apóstoles, sin embargo, lo que discuten es quién es el primero, el más importante.

3. Esto da qué pensar. Cuando se escribió este evangelio, los apóstoles eran conocidos en las comunidades de la Iglesia. Los Doce eran famosos: eran los testigos oficiales de la resurrección de Cristo (1 Cor 15, 5), representaban las doce tribus del “nuevo Israel” (Mt 19, 28; Lc 22, 30; Hech 26,
7; Ap 21, 12), se sabía su forma de vida y de trabajo (1 Cor 9,4-5).
Y lo sorprendente es que, a estos hombres a los que tanto debía la Iglesia naciente, los evangelios no tuvieron la menor dificultad en contar todas sus ignorancias, cobardías, miedos y contradicciones. El Evangelio nos dice así que lo mejor para la Iglesia no es la buena imagen de sus dirigentes, sino la verdad y la transparencia de lo que cada cual vive en el seguimiento de Jesús.



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