lunes, 21 de septiembre de 2015

Párate un momento: Evangelio del día 22 de Septiembre - MARTES - XXVª - Semana del Tiempo Ordinario




22 de Septiembre - MARTES -
XXVª - Semana del Tiempo Ordinario

Evangelio: Lc 8, 19-21

En aquel tiempo, vinieron a ver a Jesús su madre y sus hermanos, pero con el gentío no lograban llegar hasta él. Entonces le avisaron: " Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte".
Él les contesto: "Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen por obra”.

1. Es evidente que Jesús, cuando dejó su pueblo y se fue a ser bautizado por Juan y luego a predicar la venida del Reino de Dios, abandono su familia, su casa, su trabajo y todo lo que podía darle cierta seguridad y estabilidad en la vida.
Esto tuvo, entre otras, una consecuencia
fuerte: para Jesús fue (desde entonces) más determinante la relación humanitaria que la relación de parentesco.
Porque la relación comunitaria es elegida libremente, mientras que la relación de familia nos es dada sin pedirnos permiso.

2. Como es lógico, desde el momento en que Jesús se alejó de su casa y su familia, y después reunió en torno a sí un grupo de discípulos que le acompañaron y compartieron su forma de vivir, sus criterios sobre la familia tuvieron que evolucionar. El grupo familiar tuvo que pasar a un segundo plano y el grupo comunitario pasó a ocupar el centro de su proyecto y de sus preocupaciones. Pero nadie puede demostrar que Jesús fundó o estableció un modelo de familia para siempre. Se sabe, con seguridad, que, durante el primer milenio, los cristianos se adaptaron a las leyes, usos y costumbres de la mayoría de la sociedad del Imperio.

3. La familia es necesaria para la socialización de los individuos que vienen a este mundo. El ser humano, cuando nace, no está acabado. La configuración de su cuerpo y de su psique crece y se configura en el aprendizaje e integración de la vida afectiva, emocional, cultural, valorativa que le contagian sus padres y educadores.
Así el individuo se integra en la sociedad y en la cultura. Pero ocurre que, a través de la estructura familiar, se perpetúa el modelo de sociedad, con sus valores y sus contravalores. Así las cosas, lo que las creencias cristianas pueden y deben aportar no es perpetuar el modelo de sociedad (y de familia) establecido, sino

humanizar la convivencia social, de forma que no se impongan los valores basados en el poder, el dinero y la desigualdad, sino en el respeto, la tolerancia, la solidaridad y, sobretodo, el amor.

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