10
de Septiembre -JUEVES-
XXIIIª
- Semana del Tiempo Ordinario
Lc
6, 27-38
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "A los que me
escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que
os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os
injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que
te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide,
dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás
como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis solo a los que
os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los
que los aman. Y si hacéis bien solo a los que os hacen bien, ¿qué
mérito tenéis? También los pecadores lo hacen. Y si prestáis
solo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los
pecadores prestan a otros pecadores con intención de cobrárselo.
¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar
nada: tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es
bueno con los malvados y desagradecidos. Sed compasivos como
vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados; no
condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados;
dad y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada,
remecida, rebosante. La medida que uséis la usarán
con
vosotros".
1. La
primera convicción de Jesús, que queda patente en este discurso, es
que el mundo no se transforma (se hace más humano y más habitable)
cambiando estructuras políticas y económicas. Eso es importante,
es fundamental incluso. Pero no es lo decisivo. El mundo se
transforma cambiando a las personas. Por eso Jesús, en este
discurso, que es central en el Evangelio, no dice ni palabra de
luchas políticas o económicas. Estamos cansados de ver cambios
políticos y económicos en los que siempre ocurre lo mismo: los que
están arriba viven bien y los que están abajo siguen en la miseria.
1. Jesús
vio que lo decisivo en la vida es la humanización de los seres
humanos. Decimos que “es humano” odiar, injuriar, humillar,
robar, pensar mal para acertar. Todo eso “es inhumano”. Porque
lo humano químicamente puro no existe. Lo humano siempre está
mezclado con lo inhumano. Por eso Jesús propone, como modelo de
humanidad, el amor que vence al odio, la mansedumbre que vence a la
injuria, la aceptación de la ofensa que vence a la humillación, la
renuncia a lo propio que vence al robo, el juicio bueno que vence al
mal pensado. Estamos, pues, ante el “escándalo” de la
renuncia a los propios derechos humanos, para que los derechos
humanos alcancen a todos y lleguen a ser universales.
3. ¿Qué
quiere decir todo esto? Solo la bondad es digna de fe. Porque
la bondad es lo más propio, lo más original y lo más específico
del ser humano. Por eso se explica que únicamente lo
verdaderamente humano es lo que nos hace felices. De forma que
solo donde hay humanidad hay paz, respeto, tolerancia, amistad, gozo
y disfrute de la vida para todos. De ahí que la consecuencia es
patente: el Evangelio, antes que un libro de religioso o de
espiritualidad, es un gran tratado de humanidad. Lo que ocurre es
que la “humanidad para todos”, solo se alcanza mediante la
“auto-estigmatización”. Es exactamente lo que hizo Jesús:
aceptó la función más baja que una sociedad puede adjudicar: la de
delincuente ejecutado” (GeaTheissen).
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