2
de Setiembre – MIÉRCOLES -
XXII
– Semana del Tiempo Ordinario
Evangelio:
Lc 4,38-44
En
aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en casa de
Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le
pidieron que hiciera algo por ella. Él de pie a su lado, increpó
a la fiebre, y se le pasó: ella, levantándose enseguida, se puso a
servirles. Al ponerse el sol, los que tenían enfermos con el mal
que fuera, se los lleva ban; y él, poniendo las manos sobre cada
uno, los iba curando. De muchos de ellos salían también
demonios, que gritaban: “Tú eres el Hijo de Dios”. Los
increpaba y no les dejaba hablar; porque sabían que él era el
Mesías. Al hacerse de día salió a un lugar solitario. La
gente lo andaba buscando; dieron con él e intentaban retenerlo para
que no se les fuese. Pero él les dijo: “También a otros
pueblos tengo que anunciarles el Reino de Dios, para eso me han
enviado". Y predicaba en las sinagogas deJudea".
1. Este
evangelio, continuación del que se leyó ayer, es un resumen de lo
que era la actividad de Jesús durante un día cualquiera,
concretamente en un sábado. Ante todo, enseñaba en la sinagoga.
Enseñanza que impresiona a la gente. Porque no se limitaba a repetir
lo que venían enseñando los letrados, sino que decía cosas que
aquellos sencillos galileos no podían imaginar. Hablar del
Evangelio y aburrir a la gente es lo mismo que no hablar del
Evangelio. Cuando se explica el Evangelio, el Evangelio produce
admiración y entusiasmo. Si no se produce eso, hay que
preguntarse qué es lo que se predica.
2.
La otra actividad de Jesús era sanar a los enfermos, expulsar
demonios, acoger a los que sufrían penas y desgracias. A veces,
los sacerdotes no entusiasman, sino que atemorizan, infunden no sé
qué respeto o cierto miedo. Y hay casos en los que el clero
produce rechazo o recelo. Si la precencia de Jesús era motivo de
atracción precisamente para todos los que sufrían, eso quiere decir
que la humanidad, la bondad, la acogida de Jesús superaba toda
ponderación.
3.
Pero antes que ninguna otra cosa, Jesús se levantaba temprano y se
retiraba a sitios solitarios. ¿Reflexión? ¿Oración? ¿Búsqueda
de sosiego y paz interior? Seguramente todo eso. Lo necesitamos
todos los humanos y Jesús lo necesitaba como todos. Precisamente
porque vivía a fondo la existencia, por eso, porque no fue un hombre
superficial, tenía la fuerza que siempre tuvo en su palabra y la
acogida para todo achaque y toda dolencia.
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