viernes, 18 de septiembre de 2015

Párate un momento: Evangelio del día 19 de Septiembre - SÁBADO - XXIVª – Semana del Tiempo Ordinario



19 de Septiembre - SÁBADO -
XXIVª – Semana del Tiempo Ordinario

Evangelio: Lc 8, 4-15

En aquel tiempo, se le juntaba a Jesús mucha gente y, al pasar por los pueblos, otros se iban añadiendo. Entonces les dijo esta parábola: " Salió el sembrador a sembrar su semilla. Al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron y los pájaros se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso y, al crecer, se secó por falta de humedad. Otro poco cayó entre las zarzas, y las zarzas, creciendo al mismo tiempo, lo ahogaron. El resto cayó en tierra buena y, al crecer, dio fruto al ciento por uno". Dicho esto, exclamó: “El que tenga oídos para oír, que oiga". Entonces le preguntaron los discípulos: "¿ Qué significa esa parábola?”. Él les respondió: “A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del Reino de Dios; a los demás, solo en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan. El sentido de la parábola es este: la semilla es la Palabra de Dios. Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la Palabra de sus corazones para que no crean y se salven. Los del terreno pedregoso son los que, al escucharla, recibe la Palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan. Lo que cayó entre zarzas son los que escuchan, pero con los afanes y riquezas y placeres de la vida, se van ahogando y no maduran. Los de la tierra buena son quienes con un corazón noble y generoso escuchan la Palabra, la guardan y dan fruto perseverando".

1. Para entender esta parábola, lo primero es tener muy presente que la “palabra” es “inseparable del que la pronuncia”. Una palabra es creible cuando el que la pronuncia merece credibilidad. ¿Cómo va a tener aceptación y acogida una palabra, un discurso, que proviene de una persona cuya forma de vivir está en contradicción con lo que dice?. Una “palabra" solo puede dar fruto cuando la vida del que la pronuncia es concorde con lo que dice. Por eso Jesús insistió tanto en que su autoridad no se basa en sus títulos o su saber, sino en sus “obras”: “Si realizo las obras de mi Padre, aun que no me creáis a mí, creed en mis obras’ (Jn 10, 38).¿Qué predicador puede decir “si no creéis en lo que digo, por qué no creéis en mi forma de vivir?". Esto vale para predicadores, para catequistas, para todo el que se ponga a hablar del Evangelio.

2. No vendría mal que quien explica la parábola (el hablante) se pare a pensar si el problema no estará en que “el sembrador no siembra lo que tiene que sembrar”. Porque se trata de sembrar la Palabra. Ahora bien, no se siembra la Palabra en cuanto uno se pone a hablar, sino que se siembra la Palabra únicamente cuando, al hablar, se dan las condiciones de lo que se ha llamado la “acción comunicativa” (J. Habermas). Condiciones básicas:
1) Que lo que dice el hablante resulte comprensible;
2) Que el hablante sea fiable; es decir, que tenga credibilidad.
3) Que la comunicación tenga relación con un contexto normativo vigente, o sea que se hable de cosas que se aceptan como normas de conducta ahora, no hace mil años.
4) Que la intención del hablante sea la que él expresa, por ejemplo, no utilizar la religión para hablar de otros intereses.
Si no se dan estas condiciones, el problema no está en la tierra, sino en el sembrador, que no siembra palabra alguna.

3. Pero igualmente “el oyente de la palabra” (K. Rahner) tiene que repensar su vida a partir de lo que dice la parábola
¿tienes un corazón duro? ¿Un corazón con piedras? ¿Con espinas? ¿Cómo acogemos la palabra del Evangelio?
¿Qué atención y qué interés prestamos a la palabra que nos viene de los demás?
Aquí está el problema.



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