miércoles, 23 de septiembre de 2015

Párate un momento: Evangelio del día 24 de Septiembre - JUEVES - XXVª - Semana del Tiempo Ordinario




24 de Septiembre - JUEVES -
XXVª - Semana del Tiempo Ordinario

Evangelio: Lc 9,7-9

En aquel tiempo, el virrey Herodes se enteró de loque pasaba y no sabia a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado, otros que había aparecido Elías, y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. Herodes se decía: “A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?". Y tenía ganas de verlo.

1. Estamos acostumbrados a pensar y hablar mal de Herodes el Grande y de su hijo, Herodes Antipas. Y es verdad que ambos, sobre todo el padre, tuvieron asuntos muy negros y repugnantes en su historia. Pero no es frecuente que caigamos en la cuenta de que el Herodes, que mandaba en Galilea cuando Jesús predicaba y curaba enfermos, fue un hombre del que también tenemos que aprender. Herodes se preguntaba, y preguntaba. Ahora bien, el que pregunta es que no sabe y lo reconoce. El que pregunta, además, espera que otro le enseñe, y quiere que se le enseñe lo que él no alcanza a saber. Todo esto es importante en este momento. ¿Alguien ha visto una tertulia de políticos que, ante las cámaras de televisión, den muestras de no saber y, sobretodo, digan que quieren aprender? ¿Por qué los hombres del poder son tan autosuficientes? ¿No se dan cuenta del ridículo que hacen al presentarse así?

2. El comportamiento, tan profundamente humano de Jesús curando males y aliviando penas, suscita la curiosidad de todos, incluso de hombre como Herodes.
Es verdad que, poco después, este político andaba buscando a Jesús para matarlo (Lc 13, 31). Cuando Jesús se enteró de eso, se limitó a decir: “Id a decirle a ese zorro: yo, hoy y maña seguire curando y echando demonios’ (Lc 13, 32). Los “hombres del poder" suelen ser “hombres de la mentira”.

3. La amenaza del poder no desvió a Jesús ni un ápice de su lucha contra el sufrimiento. Y cuando llegó la hora de la verdad, y Jesús se vió atado de pies y manos ante el tribunal de Herodes, que le hizo muchas preguntas, Jesús “no le contestó palabra’ (Lc 23, 9). Lo que le importaba a Jesús era el dolor de enfermos y pobres. Para eso nunca necesitó privilegios del poder. Por eso, ni le asustaron sus amenazas, ni le sedujeron sus promesas. De esto, tendrían que aprender mucho nuestros obispos. Y todos los que buscamos o nos recreamos en el favor de los que tienen poder y mando.



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