3 DE MARZO
- VIERNES
DESPUÉS DE
CENIZA
Santos Emeterio y Celedonio de
Calahorra, mártires
Evangelio según san Mateo 9, 14-15
En
aquel tiempo, los discípulos de Juan se le acercaron a Jesús preguntándole:
"¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos
a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?"
Jesús les dijo:
“¿Es que pueden guardar
luto los amigos del novio mientras el novio está con ellos?
Llegará el día en que se
lleven al novio y entonces ayunarán".
1.
Los tres evangelios sinópticos establecen, con claridad y fuerza, la contraposición
entre Jesús y Juan Bautista. Juan fue un asceta del desierto, mientras que Jesús
vivió entre la gente y con la gente. El proyecto de vida de los ascetas del desierto
fue siempre la propia santificación. Mientras que el proyecto de
vida de Jesús fue, en todo
momento, la felicidad de los demás.
Por
esto, mientras que Juan Bautista centró su predicación en la condena del pecado
y de los pecadores, Jesús centró su predicación y su actividad en tres cosas
capitales:
a)
La salud de las personas (curaciones de enfermos).
b)
La comida compartida con toda clase de ciudadanos, especialmente los pobres y
los pecadores.
c)
Las mejores relaciones interpersonales incluso con enemigos, extranjeros y
excluidos.
2. El ayuno es privación, castigo del propio cuerpo,
aproximación a la muerte. El problema que esto plantea es que, si eso se hace
para agradar a Dios o para buscar a Dios, tal cosa nos vendría a decir que
creemos en un Dios que, no solo tolera, sino que incluso busca y quiere y hasta
se complace en el dolor y la muerte de los seres humanos. Por tanto, el
Evangelio no da pie, ni sirve como fundamento, para utilizar a Dios y la
voluntad de Dios, como justificante de una vida sacrificada, humillada y dura,
que solo sirve para tranquilizar la propia conciencia, sin resolver los
problemas más serios que plantea la vida.
3. La frase final, que de alguna manera pretende
justificar la práctica del ayuno, proviene seguramente de grupos o pequeñas
comunidades de cristianos que se empeñaban
en mantener el ayuno como práctica de la Iglesia. Pero no pasa de eso.
Si
la Iglesia quiere ser fiel a lo que fue la vida y las enseñanzas de Jesús, se
tendrían que abandonar definitivamente prácticas y tradiciones, como la del
ayuno, que no se puede explicar o
justificar desde el Evangelio.
Santos Emeterio y Celedonio de
Calahorra, mártires
Vida de San Emeterio y san Celedonio de Calahorra
En verso recogió por escrito los
relatos de su muerte el poeta hispano Prudencio.
Calahorra está unida a estos
soldados por el hecho de su martirio y quizás también por ser el lugar de su
nacimiento. Otros señalan a León como cuna por los libros de rezos leoneses
-antifonarios, leccionarios y breviarios del siglo XIII- al interpretar «ex
legione» como lugar de su proveniencia, cuando parece ser que la frase latina
es mejor referida a la Legión Gemina Pia Felix a la que pertenecieron y que
estuvo acampada cerca de la antigua Lancia, hoy León, según se encuentra en el
documento histórico denominado "Actas de Tréveris" del siglo VII.
En la parte alta de Calahorra está
la iglesia del Salvador -probablemente en testimonio perpetuante del hecho
martirial- por donde antes estuvo un convento franciscano y antes aún la
primitiva catedral visigótica que debió construirse, según la costumbre de la
época, junto a la residencia real, para defensa ante posibles invasiones y que
fue destruida por los musulmanes en la invasión del 923, según consta en el
códice primero del archivo catedralicio.
No se conocen las circunstancias del
martirio de estos santos; no las refiere Prudencio. ¡Qué pena que el emperador
Diocleciano ordenara quemar los códices antiguos y expurgar los escritos de su
tiempo! Con ello intentó, por lo que nos refiere Eusebio, que no quedara
constancia ni sirviera como propaganda de los mártires y evitar que se
extendiera el incendio. Tampoco hay en el relato nombres que faciliten una
aproximación. ¿Fue al comienzo del siglo IV en la persecución de Diocleciano?
Parece mejor inclinarse con La Fuente por la mitad del siglo III, en la de
Valeriano, contando con que algún otro retrotrae la historia hasta el siglo II.
Cierto es que Prudencio nació hacia el 350, deja escrita en su verso la
historia antes del 401, cuando se marcha a Italia, hablando de ella como de
suceso muy remoto y no debe referirse con esto al tiempo de Daciano (a. 304)
porque esta época ya fue conocida por los padres del poeta. Es bueno además no
perder de vista que el narrador antiguo no es tan exacto en la datación de los
hechos como la actual crítica, siendo frecuente toparse con anacronismos poco
respetuosos con la historia.
El caso es que Emeterio y Celedonio
-hermanos de sangre según algunos relatores- que fueron honrados con la
condecoración romana de origen galo llamada torques por los méritos al valor,
al arrojo guerrero y disciplina marcial, ahora se ven en la disyuntiva de
elegir entre la apostasía de la fe o el abandono de la profesión militar. Así
son de cambiantes los galardones de los hombres. Por su disposición sincera a
dar la vida por Jesucristo, primero sufren prisión larga hasta el punto de
crecerles el cabello. En la soledad y retiro obligados bien pudieron ayudarse
entre ellos, glosando la frase del Evangelio, que era el momento de «dar a Dios
lo que es de Dios» después de haberle ya dado al César lo que le pertenecía. Su
reciedumbre castrense les ha preparado para resistir los razonamientos,
promesas fáciles, amenazas y tormentos. En el arenal del río Cidacos se fija el
lugar y momento del ajusticiamiento. Cuenta el relato que los que presencian el
martirio ven, asombrados, cómo suben al cielo el anillo de Emeterio y el
pañuelo de Celedonio como señal de su triunfo señero.
Muy pronto el pueblo calagurritano
comenzó a dar culto a los mártires. Sus restos se llevaron a la catedral del
Salvador; con el tiempo, las iglesias de Vizcaya y Guipúzcoa con otras hispanas
y medio día de Francia dispusieron de preciosas reliquias. Junto al arenal que
recogió la sangre vertida se levanta la catedral que guarda sus cuerpos. Hoy
Emeterio y Celedonio, los santos cantados por su paisano Prudencio, y
recordados por sus compatriotas Isidoro y Eulogio son los patronos de Calahorra
que los tiene por hermanos o de sangre o -lo que es mayor vínculo- de patria,
de ideal, de profesión, de fe, de martirio y de gloria.
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