27 DE MARZO -
LUNES
4a SEMANA DE
CUARESMA – A
Evangelio según san Juan 4, 43-54
En aquel tiempo, salió
Jesús de Samaria y se fue a Galilea. Jesús mismo había hecho esta afirmación:
"Un profeta no es estimado en su
propia patria”.
Cuando llegó a
Galilea, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había
hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la
fiesta.
Fue Jesús otra vez a Cana de Galilea,
donde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real que tenía un
hijo enfermo en Cafamaúm. Oyendo que
Jesús había llegado de Judea a Galilea fue a verle, y le pedía que bajase a
curar a su hijo que estaba muriéndose, Jesús le dijo:
"Como no veáis
signos y prodigios, no creéis'.
El funcionario insiste:
"Señor, baja antes de que se muera
mi niño".
Jesús le contesta:
“Anda, tu hijo está curado".
El hombre creyó en la palabra de Jesús y
se puso en camino.
Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron
a su encuentro diciéndole que su hijo estaba curado.
Él les preguntó a qué hora había
empezado la mejoría. Y le contestaron:
"Hoy a la una lo dejó la fiebre'.
El padre cayó en la cuenta de que esa
era la hora cuando Jesús le había dicho "tu hijo está curado". Y
creyó él con toda su familia.
Este segundo signo lo hizo Jesús al
llegar de Judea a Galilea.
1. Se ha discutido si este relato es el mismo
que el de la curación del siervo del centurión que procede de la fuente Q (Mt
8, 5-13; Lc 7, 1-10).
Hay
quienes piensan que aquí tenemos un buen
ejemplo de la "transmisión oral" de los hechos y dichos de
Jesús. Una transmisión que, al no haber quedado escrita desde el comienzo, fue
modificada y se diversificó en dos
corrientes distintas: la del centurión
(pagano), al que se le cura un siervo; y la del funcionario real israelita), al
que Jesús le sana a su hijo. Sea lo que sea de esta cuestión histórica, lo que
aquí nos interesa es la enseñanza religiosa del evangelio de Juan.
2. Este relato, del IV evangelio, termina
diciendo que este fue "el segundo signo que hizo Jesús".
La palabra "signo" (semeion) es clave en el conjunto
de este evangelio. Todo él no es sino un conjunto de "signos" o
"señales", es decir, hechos extraordinarios, que realizó Jesús,
"para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios" (Jn 20,
30-31).
Jesús transmitía la fe mediante estas “señales" o
hechos prodigiosos.
¿Qué hechos eran estos?
Hacer que en una boda no faltase el vino abundante (Jn
2, 11); sanar a un niño moribundo (Jn I. 54); curar a los enfermos (Jn 6, 2);
dar de comer a una multitud de pobres hambrientos (Jn 6, 14); dar la vista a un
ciego (Jn 9, 16); devolver la vida al difunto Lázaro (Jn 11, 47; 12, 18).
Así pues, las "señales" de Jesús, que hacían
nacer y crecer la fe de los discípulos y de la gente, eran siempre decisiones y
hechos en favor de la vida, de la salud, de la comida y la bebida, del
bienestar y felicidad de las gentes de su tiempo.
3. Estos
"signos fueron tan decisivos en el destino de Jesús, por la fuerza que
tenían para producir y aumentar la fe, por eso las autoridades judías vieron que tenían que matar a Jesús.
Tal fue la decisión que tomaron aquellas autoridades a la vista del efecto que
produjo la resurrección de Lázaro (Jn 11, 47-53).
Por tanto, la idea del evangelio de Juan es muy clara:
la fe no se transmite con dogmas, normas y sermones, sino con hechos patentes a
favor de la vida y la felicidad de todos.
Pero el que hace eso, se complicará la vida, quizá
hasta la muerte. La religión no está dispuesta a cambiar su poder por la
misericordia.
SAN RUPERTO,
obispo
Obispo, misionero (año 710)
Ruperto significa (en alemán) "hombre de fama brillante".
Fue el gran misionero que evangelizó el sur
de Alemania, la región de Baviera. Era obispo de la ciudad de Worm. Acompañado
de un buen número de misioneros llegó a Baviera en el año 697 y se presentó al
duque Teodo, que era pagano, y le pidió permiso para evangelizar en esa región.
Como llevaba recomendaciones del rey Childeberto, el duque le concedió el
permiso de predicar. Una hermana del duque era cristiana y logró convencerlo
para que fuera a escuchar los sermones de San Ruperto, y tanto le agradaron que
al poco tiempo se hizo cristiano, y junto con gran número de los empleados de
su palacio y de su gobierno se hizo bautizar. Esto facilitó mucho la obra de
evangelización de San Ruperto y sus compañeros, porque ya en el gobierno no
había oposición a la predicación.
El pueblo de Baviera demostró muy buenas
disposiciones para aceptar el cristianismo. Y pronto los templos paganos se
fueron transformando en templos cristianos y apoyados por las curaciones
milagrosas que hacía, los sermones de San Ruperto lograron un gran número de
conversiones.
Junto con sus misioneros fueron recorriendo
las orillas del río Danubio predicando y convirtiendo a miles de personas.
Llegando a la ciudad de Jerusalén obtuvo del gobierno el permiso de
reconstruirla y cambiarle de nombre. Le puso el nombre de Salzburgo (nombre que
se ha hecho después mundialmente famoso porque en esa ciudad nació y murió el
célebre músico Mozart). En aquella ciudad construyó ocho edificios para obras
religiosas y varios templos. Se fue a su tierra Irlanda y se trajo doce nuevos
misioneros y convenció a su hermana Santa Erentrudes a que fundara un convento
de religiosas allí, y ella y sus monjas contribuyeron mucho a propagar la
religión por toda esa región. Los compañeros de San Ruperto eran tan fervorosos
que tres de ellos han sido declarados santos por la Iglesia Católica.
El santo no sólo se preocupaba por la
instrucción religiosa de su pueblo sino por su progreso material. En los
alrededores de Salzburgo había unas fuentes de agua salada y las hizo explotar
técnicamente obteniendo sal para todas las gentes de los alrededores.
En Alemania, Austria e Irlanda se levantaron
después numerosos templos en honor de este gran misionero y evangelizador, como
agradecimiento por sus grandes obras.
Señor: envíanos muchos santos misioneros que
despierten la fe de nuestros pueblos y los hagan progresar, material y
espiritualmente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario