5 de Marzo - Domingo -
1ª – Semana de Cuaresma – A
Lectura
del libro del Génesis (2,7-9;3,1-7):
EL
Señor Dios modeló al hombre del polvo del suelo e insufló en su nariz aliento
de vida; y el hombre se convirtió en ser vivo.
Luego
el Señor Dios plantó un jardín en Edén, hacia oriente, y colocó en él al hombre
que había modelado.
El
Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles hermosos para la vista y
buenos para comer; además, el árbol de la vida en mitad del jardín, y el árbol
del conocimiento del bien y el mal.
La
serpiente era más astuta que las demás bestias del campo que el Señor había
hecho. Y dijo a la mujer:
«¿Conque
Dios os ha dicho que no comáis de ningún árbol del jardín?».
La
mujer contestó a la serpiente:
«Podemos
comer los frutos de los árboles del jardín; pero del fruto del árbol que está
en mitad del jardín nos ha dicho Dios: “No
comáis de él ni lo toquéis, de lo contrario moriréis”».
La
serpiente replicó a la mujer:
«No,
no moriréis; es que Dios sabe que el día en que comáis de él, se os abrirán los
ojos, y seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal».
Entonces
la mujer se dio cuenta de que el árbol era bueno de comer, atrayente a los ojos
y deseable para lograr inteligencia; así que tomó de su fruto y comió. Luego se
lo dio a su marido, que también comió.
Se
les abrieron los ojos a los dos y descubrieron que estaban desnudos; y
entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron.
Salmo
50,3-4.5-6a.12-13.14.17
R/.
Misericordia, Señor: hemos pecado
V/.
Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R/.
V/.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado.
Contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces. R/.
V/.
Oh, Dios, crea en mi un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R/.
V/.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza. R/.
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (5,12-19):
HERMANOS:
Lo
mismo que por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte,
y así la muerte se propagó a todos los hombres, porque todos pecaron...
Pues,
hasta que llegó la ley había pecado en el mundo, pero el pecado no se imputaba
porque no había ley. Pese a todo, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés,
incluso sobre los que no habían pecado con una transgresión como la de Adán,
que era figura del que tenía que venir.
Sin
embargo, no hay proporción entre el delito y el don: si por el delito de uno
solo murieron todos, con mayor razón la gracia de Dios y el don otorgado en
virtud de un hombre, Jesucristo, se han desbordado sobre todos.
Y
tampoco hay proporción entre la gracia y el pecado de uno: pues el juicio, a
partir de uno, acabó en condena, mientras que la gracia, a partir de muchos
pecados, acabó en justicia.
Si por el
delito de uno solo la muerte inauguró su reinado a través de uno solo, con
cuánta más razón los que reciben a raudales el don gratuito de la justificación
reinarán en la vida gracias a uno solo, Jesucristo.
En
resumen, lo mismo que por un solo delito resultó condena para todos, así
también por un acto de justicia resultó justificación y vida para todos.
Pues,
así como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos
pecadores, así también por la obediencia de uno solo, todos serán constituidos
justos.
Lectura
del santo evangelio según san Mateo (4,1-11):
En
aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado
por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al
fin sintió hambre.
El
tentador se le acercó y le dijo:
«Si
eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes».
Pero
él le contestó:
«Está
escrito: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la
boca de Dios”».
Entonces
el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en el alero del templo y le dijo:
«Si
eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: “Ha dado órdenes a sus
ángeles acerca de ti y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece
con las piedras”».
Jesús
le dijo:
«También
está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”».
De
nuevo el diablo lo llevó a un monte altísimo y le mostró los
reinos del
mundo y su gloria, y le dijo:
«Todo
esto te daré, si te postras y me adoras».
Entonces
le dijo Jesús:
«Vete,
Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás
culto”».
Entonces
lo dejó el diablo, y he aquí que se acercaron los ángeles y lo servían.
Necesidades, miedo y ambición.
El primer domingo de Cuaresma se dedica siempre a recordar el episodio de
las tentaciones de Jesús. El relato más antiguo, el de Marcos, es muy breve y
misterioso. Mateo y Lucas lo completaron con las tres famosas tentaciones que
todos conocemos, y que empalman con el episodio del bautismo, en el que la voz
del cielo proclama: «Tú eres mi hijo amado, en quien me complazco».
¿Cómo entiende Jesús su filiación divina?
¿Cómo un salvoconducto para pasarlo bien y triunfar?
Todo lo contrario. Inmediatamente después marcha al desierto, y allí va a
quedar claro cómo entiende su filiación.
En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el
Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con
sus cuarenta noches, al fin sintió hambre. El tentador se le acercó y le
dijo:
-«Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en
panes.»
Pero él le contestó, diciendo:
-«Está escrito: "No sólo de
pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de
Dios."»
Entonces el diablo lo lleva a la ciudad santa, lo pone en el alero del
templo y le dice:
-«Si
eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: «Encargará a los ángeles que cuiden de
ti, y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las
piedras."»
Jesús le dijo:
-«También está escrito: "No tentarás al Señor, tu
Dios."»
Después el diablo lo lleva a
una montaña altísima y, mostrándole los reinos del mundo y su gloria, le dijo:
-«Todo esto te daré, si te postras y me adoras.»
Entonces le dijo Jesús:
-«Vete, Satanás, porque
está escrito: "Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás
culto."»
Entonces lo dejó el diablo,
y se acercaron los ángeles y le servían.
Primera tentación
Partiendo del hecho normal del hambre después de cuarenta días de ayuno, la
primera tentación es la de utilizar el
poder en beneficio propio. Es la
tentación de las necesidades imperiosas, la que sufrió el pueblo de Israel
repetidas veces durante los cuarenta años por el desierto. Al final, cuando
Moisés recuerda al pueblo todas las penalidades sufridas, le explica por qué
tomó el Señor esa actitud: «(Dios) te afligió, haciéndote pasar hambre, y
después te alimentó con el maná, para enseñarte que no sólo de pan vive el
hombre, sino de todo lo que sale de la boca de Dios» (Dt 8,3).
En
la experiencia del pueblo se han dado situaciones contrarias de necesidad
(hambre) y superación de la necesidad (maná). De ello debería haber aprendido
dos cosas. La primera, a confiar en la providencia. La segunda, que vivir es
algo mucho más amplio y profundo que el simple hecho de satisfacer las
necesidades primarias. En este concepto más rico de la vida es donde cumple un
papel la palabra de Dios como alimento vivificador. En realidad, el pueblo no
aprendió la lección. Su concepto de la vida siguió siendo estrecho y limitado.
Mientras no estuviesen satisfechas las necesidades primarias, carecía de
sentido la palabra de Dios.
En
el caso de Jesús, el tentador se deja de sutilezas y va a lo concreto: «Si eres
Hijo de Dios, di que las piedras éstas se conviertan en panes». Jesús no
necesita quejarse de pasar hambre, ni murmurar como el pueblo, ni acudir a
Moisés. Es el Hijo de Dios. Puede resolver el problema fácilmente, por sí
mismo. Pero Jesús tiene aprendida desde el comienzo esa lección que el pueblo
no asimiló durante años:
«Está escrito: No sólo de pan vive el hombre,
sino también de todo lo que diga Dios por su boca».
La
enseñanza de Jesús en esta primera tentación es tan rica que resulta imposible
reducirla a una sola idea. Está el aspecto evidente de no utilizar su poder en
beneficio propio. Está la idea de la confianza en Dios. Pero quizá la idea más
importante, expresada de forma casi subliminar, es la visión amplia y profunda
de la vida como algo que va mucho más allá de la necesidad primaria y se
alimenta de la palabra de Dios.
Segunda tentación
La segunda tentación (tirarse desde el alero del templo) también se presta a
interpretaciones muy distintas. Podríamos considerarla la tentación del
sensacionalismo, de recurrir a procedimientos extravagantes para tener éxito
en la actividad apostólica. La multitud congregada en el templo contempla el
milagro y acepta a Jesús como Hijo de Dios. Pero esta interpretación olvida un
detalle importante. El tentador nunca hace referencia a esa hipotética
muchedumbre. Lo que propone ocurre a solas entre Jesús y los ángeles de Dios. Por
eso parece más exacto decir que la tentación consiste en pedir a Dios pruebas que corroboren la misión encomendada.
Nosotros no estamos acostumbrados a esto, pero es algo típico del Antiguo
Testamento, como recuerdan los ejemplos de Moisés (Ex 4,1-7), Gedeón (Jue
6,36-40), Saúl (1 Sam 10,2-5) y Acaz (Is 7,10-14). Como respuesta al miedo y a
la incertidumbre espontáneos ante una tarea difícil, Dios concede al elegido
un signo milagroso que corrobore su misión. Da lo mismo que se trate de un
bastón mágico (Moisés), de dos portentos con el rocío nocturno (Gedeón), de una
serie de señales diversas (Saúl), o de un gran milagro en lo alto del cielo o
en lo profundo de la tierra (Acaz). Lo importante es el derecho a pedir una
señal que tranquilice y anime a cumplir la tarea.
Jesús,
a punto de comenzar su misión, tiene derecho a un signo parecido. Basándose en
la promesa del Salmo 91,11-12 («a sus ángeles ha dado órdenes para que te
guarden en tus caminos; te llevarán en volandas para que tu pie no tropiece en
la piedra»), el tentador le propone una prueba espectacular y concreta: tirarse
del alero del templo. Así quedará claro si es o no el Hijo de Dios. Sin
embargo, Jesús no acepta esta postura, y la rechaza citando de nuevo un texto
del Deuteronomio: «No tentarás al Señor tu Dios» (Dt 6,16). La frase del Dt es
más explícita: «No tentaréis al Señor, vuestro Dios, poniéndolo a prueba, como
lo tentasteis en Masá (Tentación)». Contiene una referencia al episodio de
Números 17,1-7. Aparentemente, el problema que allí se debate es el de la
sed; pero al final queda claro que la auténtica tentación consiste en dudar de
la presencia y la protección de Dios: «¿Está o no está con nosotros el Señor?»
(v.7). En el fondo, cualquier petición de signos y prodigios encubre una duda
en la protección divina. Jesús no es así. Su postura supera con mucho incluso a
la de Moisés.
Tercera tentación
La tercera tentación, a tumba abierta por
parte del tentador, consiste en la búsqueda del
poder y la gloria, aunque suponga un acto de idolatría. No es la
tentación provocada por la necesidad urgente o el miedo, sino por el deseo de
triunfar. Jesús rechaza la condición que le impone Satanás citando Dt
6,13.
Para Mt, Jesús en el desierto es lo contrario de Israel en el desierto. En la
época del desierto, el pueblo sucumbió fácilmente a las pruebas inevitables de
la marcha: hambre, sed, ataques enemigos. Dudaba de la ayuda de Dios, se
quejaba de las dificultades. Jesús, nuevo Israel, sometido a tentaciones más
fuertes, las supera. Y las supera, no remontándose a teorías nuevas ni
experiencias personales, sino a las afirmaciones básica de la fe de Israel, tal
como fueron propuestas por Moisés en el Deuteronomio. Los judíos
contemporáneos de Mateo y de su comunidad no tienen derecho a acusar a su
fundador de no atenerse al espíritu más auténtico. Jesús es el verdadero hijo
de Dios, el único que se mantiene fiel a Él en todo momento.
El problema de la
historicidad
Pero el relato de Mt
nos obliga a plantearnos el problema de si trata hechos históricos o es
ficticio. Porque el diálogo con el tentador, el viaje a la ciudad santa y el
otro a una montaña altísima no parecen tener nada de histórico. El hecho de que
las tentaciones en Lc sean iguales, sólo que, cambiando el orden, no significa
nada.
Es
interesante recordar que el cuarto evangelio no contiene un episodio de las
tentaciones, pero habla de ellas a lo largo de la vida de Jesús. La más fuerte
es la del poder, en el momento en que los galileos quieren nombrar a Jesús rey.
Y tentaciones muy parecidas en su contenido, no en la forma, se repiten al
final de la vida de Jesús, en la cruz: «Si eres Hijo de Dios, sálvate y baja de
la cruz» (Mt 27,40). Estas tentaciones reflejan otro dato de gran interés: los
tentadores son los hombres, no Satanás.
Resumen
La
tentación es un hecho real en la vida de Jesús, a la que se vio sometida por
ser verdadero hombre.
Mt
ha recogido este tema para dejarnos claro desde el principio cómo entiende
Jesús su filiación divina: no como un privilegio, sino como un servicio.
En el fondo, las tres tentaciones se reducen a una sola: colocarse por delante
de Dios, poner las propias necesidades, temores y gustos por encima del
servicio incondicional al Señor, desconfiando de su ayuda o queriendo
suplantarlo.
Las
tentaciones tienen también un valor para cada uno de nosotros y para toda la
comunidad cristiana. Sirven para analizar nuestra actitud ante las necesidades,
miedos y apetencias y nuestro grado de interés por Dios.
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