miércoles, 22 de marzo de 2017

Párate un momento: El Evangelio del dia 23 DE MARZO - JUEVES 3ª - SEMANA DE CUARESMA SAN TORIBIO DE MOGROVIEJO, obispo



23 DE MARZO - JUEVES
3ª - SEMANA DE CUARESMA
SAN TORIBIO DE MOGROVIEJO, obispo

Evangelio según san Lucas 11, 14-23
    En aquel tiempo, Jesús estaba echando un demonio, que era mudo, y apenas salió el demonio habló el mudo.
La multitud se quedó admirada, pero algunos de ellos dijeron:
"Si echa los demonios es por arte de Belcebú, el príncipe de los demonios'.
Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo.
Él, leyendo sus pensamientos, les dijo:
"Todo reino en guerra civil va a la ruina
 y se derrumba casa tras casa. Si también Satanás está en guerra civil, ¿cómo mantendrá su reino?
Vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belcebú; y vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan?
Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces.
Pero si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el Reino de Dios ha llegado a vosotros.
Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros. Pero si otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte el botín.
El que no está conmigo, está contra mí; el que no recoge conmigo, desparrama".

1.  El demonio mudo significa, ante todo, lo más obvio: dificultad o incluso ausencia de comunicación.  El que no habla, no se comunica. Pero, además de eso, al tratarse de un demonio, estamos hablando de una incomunicación que
tiene su origen y su causa en la fuerza del mal.
Si un constitutivo esencial de los seres humanos es la "alteridad", es decir, la relación con los otros, resulta evidente que la incomunicación es un ataque directo y mortal a la condición humana.  
El aislamiento, la falta de transparencia, la insinceridad, todo eso aleja a la persona, crea distancias insalvables, divide y rompe la vida y la convivencia social.
2.  El demonio mudo es también cobardía, miedo, quizá complicidad.  Se trata, en este caso, de quienes se callan lo que tendrían que decir, pero se lo callan. Quizá para no complicarse la vida, para ahorrarse problemas, para no dar la cara cuando hay que darla y por quien hay que darla.
Este "demonio mudo" es, con frecuencia, mucho más peligroso. Porque es el responsable que
perpetúa situaciones con las que habría que cortar en seco. Los abusos sexuales que se cometen con niños, las injusticias que se les causan a los inmigrantes. la violencia contra las mujeres, las muchas formas de robar que tienen los potentados (en política, en economía, en la administración pública...), todas esas cosas son posibles porque el "demonio mudo" les pone una mordaza a los cobardes y a los cómplices canallas.
3.  El demonio mudo está también presente y operante en todos los que hablan", pero no se "comunican". Esto es lo que hacen los "funcionarios" (de la religión, de la política, de la publicidad...).
Nunca lo hacen los "profetas". Los sermones de los clérigos y los mítines de los políticos son buenos ejemplos de los que hablan sin comunicar nada.
Resulta especialmente preocupante el escaso poder de comunicación que el clero tiene con la sociedad actual.
Y en este caso, hay que hacer todavía una observación importante. No es lo mismo comunicación que información. 
Con frecuencia, se informa de muchas cosas, para evitar la comunicación entre las personas.
Nunca hubo tanta información como ahora. Y jamás hubo menos comunicación que ahora.
La gente se siente aislada, sola, abandonada. Las nuevas tecnologías de la información (los "móviles"...) nos sacian de información, pero la comunicación entre las personas es cada día más escasa.

SAN TORIBIO DE MOGROVEJO, obispo

Nació en Mayorga (León, España) en 1538. Estudió Derecho en las universidades de Coimbra y Salamanca. Fue propuesto por el rey Felipe II al Papa Gregorio XIII para el arzobispado de Lima como sucesor de fray Jerónimo de Loaysa.
Fue ordenado sacerdote y obispo. Llegó a Paita en marzo de 1581 e hizo por tierra el fatigoso camino hasta su sede. Ingresó en Lima el12 de mayo de aquel año. Convocó y presidió el III Concilio Limense (1582-1583), al cual asistieron prelados de toda Hispanoamérica, y en el que se trataban asuntos relativos a la evangelización de los indios. De esa histórica asamblea salieron luminosas normas de pastoral, así como textos de catecismo en castellano, quechua y aymara (los primeros libros impresos en Sudamérica).
Santo Toribio visitó innumerables poblados de su amplísimo territorio, uno de los más extensos y difíciles del mundo. A las visitas pastorales dedicó 17 de sus 25 años de obispo. Recorrió la hostil topografía peruana, desde Chachapoyas y Moyobamba hasta Nazca. Resumió sus itinerarios al escribir: “Mas de 5,200 leguas, muchas veces a pie, por caminos muy fragosos y ríos, rompiendo por todas las dificultades y careciendo algunas veces de cama y comida”. La caridad de Cristo lo impulsaba a administrar los sacramentos ya instruir a los fieles, a aliviarlos y ayudarlos.
Celebró hasta 13 sínodos. Fundó el Seminario de Lima (1590) y lo puso bajo la advocación de su patrono, Santo Toribio de Astorga.
Agobiado por los trabajos y la austeridad de sus penitencias, murió en Saña el 23 de marzo de 1606, Jueves Santo. Fue un infatigable misionero, gran organizador de la Iglesia sudamericana y denominado protector de los indígenas.
Beatificado por Inocencio XI en 1679. Canonizado por Benedicto XIII en 1726. En 1983 Juan Pablo II lo proclamó Patrono del Episcopado latinoamericano.



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