24 DE MARZO -
VIERNES
3ª SEMANA DE CUARESMA
Evangelio según san Marcos 12, 28 b-34
En aquel tiempo, un
escriba se acercó a Jesús y le preguntó:
"¿Qué mandamiento es el primero de
todos?"
Respondió Jesús:
"El primero es: "Escucha,
Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor, y amarás al Señor tu Dios con todo
tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser".
El segundo es este:
"Amarás a tu prójimo como a ti
mismo".
No hay mandamiento mayor que
estos".
El letrado replicó: "Muy bien,
Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es el único y no hay otro más
que él y hay que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con
todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los
holocaustos y sacrificios".
Jesús, viendo que
había respondido sensatamente, le dijo:
"No estás lejos del Reino de los
Cielos".
Y nadie se atrevió a hacerle más
preguntas.
1. La enseñanza
central de este evangelio recoge una de las convicciones más fuertes del
cristianismo naciente: el convencimiento de que el amor a Dios y el amor al
prójimo no se pueden separar. Porque, en definitiva, son la misma cosa. Y eso es cierto hasta tal punto que el
amor a los demás es más importante que el culto sagrado, los rituales religiosos
y los sacrificios sacerdotales más solemnes.
Estas ideas se repitieron y recalcaron frecuentemente en
la Iglesia antigua (Rom 13, 8-10; Gal 5, 14; Sant 2, 8; Did. 1, 2; 2, 7; Ep.
Ber. 19, 5; Ev Tom 25; cf. Jn 15, 2; Rom 12, 9-10; 15, 1-2; Fil 2, 1-5) (J. D.
G. Dunn).
2. Esta
convicción ha estado siempre muy presente en el cristianismo. Pero
ha
estado (y lo sigue estando), más como una exigencia espiritual y moral que como
una afirmación central de nuestra fe. Porque el cristianismo, al igual que el judaísmo,
ha seguido centrando y destacando más su fe en Dios que su fe en el hombre. Y
por eso también se le ha seguido dando más importancia y poniendo más esmero en
la Ley, el Templo y el Culto, que en el respeto a la dignidad y a los derechos
de los seres humanos.
3. La
consecuencia es una Iglesia, una teología, una liturgia y un clero que han
transmitido a la sociedad, a la cultura, a la conciencia de la gente una religiosidad,
una espiritualidad y hasta una sensibilidad en la que Dios y la Religión son
más determinantes en la vida que el enorme e indecible dolor del mundo,
el
sufrimiento de tantas gentes, y la desesperanza de tantas criaturas que se han
resignado a malvivir y esperar la muerte como un destino que les ha tocado en
desgracia.
En la Curia Vaticana hay una Sagrada Congregación para
la Fe, otra para los Ritos, otra para el Derecho Canónico, etc. Pero no hay una
para vigilar la fiel observancia de lo más importante: el amor a los demás.
SANTA CALINA DE
SUECIA, virgen
A Catalina de Suecia
o de Vadstena nació alrededor del año 1331 del matrimonio formado por el
príncipe Ulf Gudmarsson y Brigitta Birgesdotter; fue la cuarta de ocho
hermanos. La educaron, como era frecuente en la época, al calor del monasterio;
en este caso lo hicieron las monjas de Riseberga.
Contrajo matrimonio con el buen conde Egar
Lyderson van Kyren con quien acordó vivir su matrimonio en castidad; ambos
influyeron muy positivamente en los ambientes nobles plagados de costumbres
frívolas y profanas.
Brígida, su madre, ha tenido la revelación de
fundar la Orden del Santísimo Salvador que tenga como fin alabar al Señor y a
la Santísima Virgen según la liturgia de la Iglesia, reparar por las ofensas
que recibe de los hombres, propagar la oración contemplativa -preferentemente
de la Pasión- para la salvación de las almas.
Madre e hija se encuentran juntas en Roma.
Cuando Catalina tiene planes de regresar a su casa junto al esposo, Brígida
comunica a su hija otra revelación sobrenatural de Dios: ha muerto su yerno.
Esto va a determinar el rumbo de la vida de Catalina desde entonces. Ante el
lógico dolor y la depresión anímica que sufre, es sacada de la situación por la
Virgen. Es en estas circunstancias cuando muestra ante su madre la firme
disposición interna a pasar toda suerte de penalidades y sufrimientos por
Jesucristo. Las dos juntas y emprenden una época de oración intensa, de
mortificación y pobreza extrema; sus cuerpos no conocen sino el suelo duro para
dormir; visitan iglesias y hacen caridad. La joven viuda rechaza proposiciones
matrimoniales que surgen frecuentes, llegando algunas hasta la impertinencia y
el acoso. Peregrinan a los santuarios famosos y organizan una visita a Tierra
Santa para empaparse de amor a Dios en los lugares donde padeció y murió el
Redentor.
En el año 1373 han regresado, muere en Roma
Brígida y Catalina da sepultura provisional en la Ciudad Eterna al cadáver de
su madre en la iglesia de san Lorenzo. El traslado del cuerpo en cortejo
fúnebre hasta Suecia es una continua actividad misionera por donde pasa.
Catalina habla de la misericordia de Dios que espera siempre la conversión de
los pecadores; va contando las revelaciones y predicciones que Dios hizo a su
santa madre.
Söderkoping es el lugar patrio que recibe la
procesión en 1374 como si fuera un acto triunfal. Se relatan conversiones y
milagros que se suceden hasta depositar los restos en el monasterio de
Vadstena, donde entra y se queda Catalina, practicando la regla que vivió
durante veinticinco años con su madre.
Un segundo viaje a Roma durará cinco años;
tendrá como meta la puesta en marcha del proceso de canonización de la futura
santa Brígida y la aprobación de la Orden del Santísimo Salvador. A su regreso
a Vadstena, muere el 24 de marzo de 1381.
Aparte de las revelaciones que tuvo y de las
predicciones sobrenaturales que hizo la santa, se cuenta de ella la finura de
alma que le llevó a la confesión diaria durante veinticinco años -no por ser
escrupulosa- y que consiguió la confesión arrepentida de impenitentes a punto
de morir. También se habla de luces que rodean el cuerpo inerte después de su
muerte, de una estrella que pudo verse por un tiempo señalando el lugar del
reposo y de luminosidades que refulgían junto al sarcófago. No es extraño que
la leyenda haya querido dejar su huella intentando hacer que los sentidos
descubran la magnanimidad de su alma que sólo es perceptible por lo externo.
Por eso dijeron que nunca mamó la leche de la nodriza mundana mientras buscaba
el pecho de su madre santa y de otras mujeres honestas. Igualmente contaron que
libró a Roma de inundación entrando sus pies en el Tiber y hablaron de la
liberación de una posesa.
De todos modos, los santos de ayer y de hoy,
siempre han sido puntos de inflexión de la gracia para el bien de todos los
hombres.
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