31 DE MARZO -
VIERNES –
4ª – SEMANA DE
CUARESMA – A
Evangelio según san Juan 7, 1-2. 10. 25-30
En aquel tiempo, recorría Jesús la
Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo.
Se acercaba la fiesta judía de las tiendas.
Cuando sus parientes habían subido ya a
la fiesta subió también él; no abiertamente, sino a escondidas.
Entonces algunos que eran de Jerusalén, dijeron:
"¿No es este el que intentan matar?
Pues mirad cómo habla abiertamente y no
le dicen nada.
¿Será que los jefes se han convencido de
que este es el Mesías?
Pero este sabemos de dónde viene,
mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene".
Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo,
gritó:
"A mí me conocéis y conocéis de
dónde vengo, sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que es
veraz: a ese vosotros no le conocéis; yo le conozco porque procedo de él y él
me ha enviado".
Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie
le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora.
1. La situación
que presenta este relato es sombría y amenazante: Jesús no quería ira Judea,
sin duda porque allí, al ser la provincia central y del poder, su vida corría más
peligro. Ya estaba claro que las autoridades centrales querían matarlo. Por eso
subió a Jerusalén "a escondidas", o sea, clandestinamente.
No obstante, Jesús se fue directamente al templo. Y
además allí se puso a hablar, incluso llegó a "gritar" (Jn 7, 28).
La conducta de Jesús es atrevida y hasta provocativa,
en una situación extremadamente peligrosa.
2. En tales
condiciones, lo más significativo que contiene este pasaje es el comentario,
que hicieron algunos vecinos de Jerusalén, al ver y oír a Jesús en el
templo: "mirad cómo habla
abiertamente" (Jn 7, 26).
Literalmente, lo que dice el texto es que Jesús
hablaba con "parresía". Este término viene del
griego
"pán" = "todo", y "réma" = "palabra"
(pronunciada). Es decir, hablar con "parresía" era decir todo lo que
hay que decir; y decirlo con libertad.
Según Demóstenes, la "parresía" era la
libertad que gozaban los ciudadanos libres.
Libertad
que llegaba a ser "osadía" peligrosa (Platón).
La libertad con que Jesús habló ante el sacerdote Anás,
cuando iba a ser condenado a muerte y que le costó una bofetada (Jn 18, 19-22).
La libertad que caracterizó a los primeros creyentes
cuando el Espíritu vino sobre ellos (Hech 4, 13. 31; 28, 31).
3. Es cosa
triste de notar que, con demasiada frecuencia, la gente habla mal de la
religión, de la Iglesia, de los eclesiásticos... Pero todo eso se habla en tertulias
privadas. Jesús no hacía eso. Lo que tenía que decir de los sacerdotes y funcionarios
del Templo, lo decía en el Templo. Y lo decía a gritos. Para que lo supiera
todo el mundo.
La fuerza de esta libertad de Jesús estaba en su profunda
espiritualidad, en su relación con el Padre. Más aún, en su comunión de actuar
según la voluntad del Padre. En eso radica la explicación de todo lo que vivió,
habló y sufrió Jesús.
SAN BENJAMIN
San Benjamín fue un diácono que vivió en la antigua región de Persia
(hoy Irán) y formó parte de un grupo de cristianos mártires durante la larga
persecución iniciada por el rey del Imperio sasánida Iezdegerd I, y que terminó
con su hijo y sucesor Vararane V.
El santo fue un joven de gran celo apostólico, elocuente para
predicar y caritativo con los necesitados. Además, logró muchas conversiones,
incluso de los sacerdotes seguidores de Zaratustra, profeta fundador del
mazdeísmo.
Si bien el rey Iezdigerd I detuvo la persecución de cristianos
llevada a cabo por su padre Sapor II, este mandó a destruir todas sus iglesias
cuando un sacerdote cristiano de nombre Hasu, junto a sus allegados, incendiaron
el “templo del fuego”, principal objeto del culto de los persas.
Por ello fueron arrestados el Obispo Abdas, los presbíteros Hasu y
Isaac, un subdiácono y dos laicos. Después fueron condenados a muerte por
negarse a reconstruir el templo y se inició una persecución general que duró
cuarenta años.
A estos mártires se suma el diácono Benjamín, quien fue golpeado y
después encarcelado por 1 año pese a no haber participado del incendio. Salió
en libertad gracias al embajador de Constantinopla, quien prometió que el santo
se abstendría de hablar acerca de su religión.
Sin embargo, Benjamín continuó predicando el Evangelio por lo que fue
nuevamente detenido y llevado ante el rey, quien lo sometió a crueles torturas,
siendo luego decapitado.
El diácono fue martirizado cerca del 420 en Ergol (Persia) por
predicar insistentemente la palabra de Dios. Dos años más tarde con la victoria
del emperador del Imperio romano de Oriente, Teodosio II, sobre Vararane V, se
estableció la libertad de culto para los cristianos de Persia.
La Iglesia conmemora a este santo diácono el 31 de marzo.
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