domingo, 5 de marzo de 2017

Párate un momento: El Evangelio del dia 6 DE MARZO - LUNES – lª - SEMANA DE CUARESMA San Olegario, obispo




6 DE MARZO - LUNES –
lª - SEMANA DE CUARESMA
San Olegario, obispo

Evangelio según san Mateo 25, 31-46
       En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
 "Cuando venga en su gloria el Hijo del Hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones.
Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha:
 "Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo: Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme".
Entonces los justos le contestarán:
"Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?;
¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?;
¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?"
Y el rey les dirá:
"Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis".
Y entonces dirá a los de su izquierda:
"Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me  disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis".
Entonces también estos contestarán:
"Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?"
Y él replicará:
    "Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de estos, los humildes, tampoco  lo hicisteis conmigo".
Y estos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna".

1.  Vivimos en tiempos y en condiciones que nos obligan a pensar a fondo el contenido de este relato. Porque lo que queda más claro, en este texto impresionante, es que Dios está presente en cada ser humano, sea quien
sea, viva como viva, esté donde esté.
Nunca ponderaremos bastante que la
originalidad y la singularidad del cristianismo consiste en que afirma su fe
en que Dios se ha fundido y confundido con el ser humano.  De forma que, los creemos en Dios, no podemos vivir de manera que  tengamos más respeto a un  templo, a un objeto sagrado o a una imagen de madera, que a la verdadera y única imagen viva del Dios vivo: el ser humano.
No acabamos de entender  — y menos  aún, de vivir— que donde real y verdaderamente está Dios es en cada ser humano, sea quien sea, piense lo que piense, venga de  donde venga, viva donde viva o tenga la religión que tenga.

2.  Pero el texto de este evangelio concreta más:  no se fija solo en el ser humano, sino que precisa más y centra la atención en el ser humano que sufre. de donde surge una pregunta inquietante:
¿por qué somos más respetuosos ante la hermosura de una "imagen sagrada" que  ante la fealdad de una "persona  humana"?
En Semana Santa nos extasiamos ante las espléndidas imágenes de la pasión de Cristo, al tiempo que nos alejamos o queremos echar de nuestra tierra a los inmigrantes que nos resultan desagradables.

3. ¿Por qué somos más sensibles a lo sagrado que a lo humano?
Mientras no tengamos esto resuelto, no somos cristianos. Seremos, por supuesto, muy religiosos. Pero no cristianos.
A fin de cuentas, "lo humano" es "lo profano" (según las teorías de la sociología de las religiones). Y, como es lógico, "lo profano" se tiene que supeditar a "lo sagrado". Esto es el veneno mortal de la fe en Jesús y su Evangelio.

San Olegario, obispo
Martirologio Romano: En Barcelona, ciudad de Cataluña, en el Reino de Aragón, san Olegario, obispo, que asumió también la cátedra de Tarragona al ser esta antiquísima sede liberada del dominio de los musulmanes.
Nació en Barcelona, en el seno de una familia ilustre. Su padre, Olegario, fue gran valido del conde de Barcelona, Ramón Berenguer I. Su madre, Guilia, descendía de la nobleza goda. Formado en la rectitud militar de su padre, eligió el servicio a la iglesia como sacerdote. A los diez años comenzó sus estudios en el cabildo de canónigos de la catedral de Santa Cruz y Santa Eulalia de Barcelona. A los 30 años fue ordenado sacerdote por el obispo don Beltrán (1093).
En 1094, siendo preboste de la catedral, renunció a sus prebendas para hacerse monje agustino en la comunidad de San Adrián en el Besós. Como espejo de prudencia y observancia, fue nombrado prior dos años más tarde. Quiso la soledad y pasó a San Rufo de Provenza donde le eligieron abad en 1110. A la muerte del obispo de Barcelona, le nombraron para sucederle, pero asustado, huyó y repitiendo una y otra vez que era indigno y sin méritos. Tuvo que aceptar a la fuerza porque vio en ello la voluntad de Dios en el 1115. Durante su episcopado se dedicó a la predicación y se volcó en la asistencia de pobres y enfermos, y procuró un gobierno justo y pacífico con todos los fieles, iglesias y monasterios. Fue llamado por el papa beato Gelasio II para que fuera a verle. Pasó por Roma donde veneró la tumba de los apóstoles y luego marchó a Gaeta donde se encontró con el papa que corroboró su fama de santo.
 En 1118 pasó a Tarragona, como metropolitano, sin abandonar la diócesis de Barcelona. Asistió al concilio de Toulouse (1119), presidido por el nuevo papa Calixto II; luego asistió al sínodo de Reims, donde predicó a los obispos y tuvo una gran aceptación. En 1123, marchó a Roma para asistir al I Concilio Ecuménico de Letrán, donde se determinó de forma definitiva el celibato de los sacerdotes. Este mismo año fue nombrado legado “ad latere” en España para la campaña contra los infieles. Asistió con el conde Ramón Berenguer a las expediciones a Tortosa y Lérida. Logró reedificar la catedral de Tarragona.
Peregrinó a Tierra Santa y a su vuelta pasó por Siria y Egipto, desembarcando en tierras francesas, donde visitó su antiguo monasterio de San Rufo. Enviado por el papa Inocencio II al concilio de Clermont, coincidió allí con santos Bernardo de Claraval y Buenaventura. La elocuencia de sus argumentos logró la excomunión del antipapa Anacleto. Trabajó con método y disciplina por la santidad de sus diócesis. Dirigió espiritualmente y sin discriminaciones al hombre del campo y de la ciudad y, a sus sacerdotes, con quiénes convivió en sínodo los últimos días de su vida; ayudó a encontrar la paz al beato Raimundo de Barbastro. Tuvo que poner paz entre los reyes Alfonso VII de Castilla y Ramiro II de Aragón. Se le conoce como "el amante fidelísimo de la paz no fingida". Su cuerpo incorrupto se conserva en la catedral de Barcelona. Patrón de Barcelona. Su culto fue confirmado por Clemente X el 25 de mayo de 1675.




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