13 - DE
MARZO – JUEVES –
1ª –
SEMANA DE CUARESMA – C
SAN RODRIGO, mártir
Lectura del libro de Ester
(14,1.3-5.12-14):
EN aquellos días, la reina Ester, presa de un temor mortal, se refugió en el
Señor. Y se postró en tierra con sus doncellas desde la mañana a la tarde,
diciendo:
«¡Bendito seas, Dios de
Abrahán, Dios de Isaac y Dios de Jacob! Ven en mi ayuda, que estoy sola y no
tengo otro socorro fuera de ti, Señor, porque me acecha un gran peligro.
Yo he escuchado en los libros de mis antepasados, Señor, que tú libras
siempre a los que cumplen tu voluntad. Ahora, Señor, Dios mío, ayúdame, que
estoy sola y no tengo a nadie fuera de ti. Ahora, ven en mi ayuda, pues estoy
huérfana, y pon en mis labios una palabra oportuna delante del león, y hazme
grata a sus ojos. Cambia su corazón para que aborrezca al que nos ataca, para
su ruina y la de cuantos están de acuerdo con él.
Líbranos de la mano de nuestros enemigos, cambia nuestro luto en gozo y
nuestros sufrimientos en salvación».
Palabra de
Dios
Salmo:
137,1-2a.2bc.3.7c-8
R/. Cuando te invoqué, me
escuchaste, Señor
Te doy gracias, Señor, de todo corazón, porque
escuchaste las palabras de mi boca; delante de
los ángeles tañeré para ti, me postraré hacia tu santuario. R/.
Daré gracias a tu nombre: por tu misericordia y tu lealtad, porque tu
promesa supera tu fama.
Cuando te invoqué, me
escuchaste, acreciste el valor en mi alma. R/.
Tu derecha me
salva. El Señor completará sus favores conmigo.
Señor, tu misericordia es
eterna, no abandones la obra de tus manos. R/.
Lectura del santo evangelio
según san Mateo (7,7-12):
EN aquel
tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Pedid
y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que
pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre.
Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le dará una piedra?; y si
le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, aun siendo malos,
sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en
los cielos dará cosas buenas a los que le piden!
Así, pues, todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo
vosotros con ellos; pues esta es la Ley y los Profetas».
Palabra del
Señor
1.- El relato
de la reina Ester nos acerca a una de tantas situaciones en las que un pueblo
es perseguido y condenado, por la ambición de quienes maquinan el mal.
Lamentablemente se repite con demasiada frecuencia. Ester, que ha ganado el
favor del rey, es quien puede interceder para salvar a su pueblo de la orden de
exterminarles. El texto que recoge la liturgia hoy es la desgarradora oración
que ella hace al Señor, invadida por el miedo al no saber cómo podía reaccionar
el rey ante su petición a favor de los suyos.
2.- Lo que más conmueve en esta oración es el profundo sentimiento de
soledad en que se encuentra. “No tengo a nadie fuera de ti”, le dice a Dios. Y
le pide palabras oportunas y que cambie el corazón del rey para que aleje el
peligro que supone su mal consejero. Aquella joven que padece una
esclavitud dorada, donde aborrece lo que es obligada a vivir, asume, con
valentía y una profunda confianza en Dios, la misión que le piden para salvar a
su pueblo. Expone su misma vida y el futuro de los suyos, los mismos que
la habían entregado al rey, a la arbitrariedad de quien tiene poder absoluto
para matar o dejar vivir, aconsejado por un hombre ambicioso y vengativo. Es
una realidad muy dura y se refleja en esta preciosa oración de súplica.
“Se refugió en el Señor”, todo su inmenso vacío abierto ante Él,
vulnerable y con un “temor mortal”. ¡Cuántos vacíos experimentamos que nos
hacen sentir tremendamente solos y al borde del abismo! El vacío de la
impotencia ante la maldad que provoca tanta violencia, pobreza e injusticia. El
vacío de la propia soledad, los dolorosos límites de la vida. El vacío del
mismo silencio de Dios que a veces parece dormido o esquivo. Ester fue valiente
y le plantó cara a la adversidad. Tomó la mano del Señor con fuerza y se
refugió en Él.
3.- La cuaresma es un tiempo largo de preparación para el misterio
pascual, que es el centro de nuestra fe. No es fácil comprender el misterio de
la entrega de Jesús, que muere por nosotros y resucita. Me decía una mujer: “a
mí no me da la fe para tanto”. Porque alejamos la fe de la vida, como si
discurrieran por mundos paralelos. El evangelio hoy nos mete a Dios en casa, en
el discurrir del día a día, como un padre con sus hijos. Pide, busca, llama,
porque tu Padre te escucha y te dará lo mejor que tenga para ti. No es fácil
pedir o interceder, porque tenemos mucho miedo a no recibir lo que queremos, o
lo que pedimos para otros. Y nuestra fe se tambaleará. Y debe hacerlo para
crecer y hacerse más auténtica. Pero nos falta valor y confianza.
Veíamos en la primera lectura a la reina Ester pidiendo a Dios valor
para encaminarse al patio interior del palacio, con un miedo mortal, para pedir
al rey por su pueblo, condenados a morir. En el texto de Mateo, que está
enmarcado en el Sermón del Monte, Jesús invita a pedir, llamar, buscar al
Padre. Ester se sentía profundamente sola y Dios la escuchó, porque estaba con
ella, era el único con quien podía contar. Jesús nos dice que Dios es nuestro
padre y siempre “nos dará cosas buenas”. Confiar en la revolución de la bondad
de Dios.
4.- Es cuestión de adentrarse en
la experiencia de ser hijo, hija amada de Dios, y vivir esa relación. Desde ahí
es posible hacer un camino de oración donde aprendemos que rezar no es pedir lo
que quiero que Dios haga como el genio de la lámpara, sino escuchar lo que Dios
quiere de mí cada momento. Y llegará el momento en que tenga que gritar mi
deseo, mi necesidad o mi miedo en la oración, porque sé que Dios es mi padre y
me dará fuerza, energía y valor para hacer lo que me llama a hacer con mi vida,
nunca me desamparará, aunque los demás me puedan hacer un daño inmenso. Y si yo
hago daño, su bondad irá siempre más allá, hecha misericordia.
La clave está en la última frase “todo lo que deseáis que los demás
hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos”. La revolución de la bondad es
esa, precisamente. Hacer todo el bien que pueda, tanto como aquello que
desearía para mí mismo y para los míos. Ahí se nos concederá lo que pedimos,
encontraremos lo que buscamos y se nos abrirán las puertas a las que llamamos.
Porque, como hizo Ester, no pido, busco ni llamo para mí, egoístamente, sino
como hija, como hijo, como hermana, como hermano.
SAN RODRIGO, mártir
Martirologio
Romano: En Córdoba, en Andalucía (España),
pasión de los santos Rodrigo, presbítero, y Salomón, mártires. El primero, al
negarse a aceptar a Mahoma como el verdadero profeta enviado por el
Omnipotente, fue encarcelado. En el cautiverio coincidió con Salomón, que algún
tiempo antes había pertenecido a la religión mahometana, y al ser decapitados
ambos a la vez, finalizaron gloriosamente el curso de su combate. († 857)
Breve Biografía
San Rodrigo mártir vivió bajo el reinado de Mohamed I, hijo de Abderramán
II, en el emirato de Córdoba.
San Eulogio, obispo de esta ciudad, da
cuenta del martirio sufrido por Rodrigo, juntamente con san Salomón, el día
tercero de los días de marzo (día 13) del año 895.
Natural de un pueblo próximo a Egabro (Cabra), cursó en esta ciudad los
estudios eclesiásticos y se ordenó sacerdote.
Uno de sus hermanos, fanático de Mahoma, arremetió un día contra él y lo
dejó malherido; y habiéndolo instalado en una camilla, lo paseó por la ciudad,
explicando que de esta manera quería demostrar su fe musulmana. Pero habiéndose
rehecho Rodrigo de sus heridas, logró escapar.
Su hermano, despechado, lo acusó ante el cadí de prevaricador y apóstata.
Conducido a prisión, allí conoció a otro mozárabe, Salomón, acusado como él de
haber renegado de Mahoma.
Después de numerosos intentos por convertirlos al Islam, el cadí los
sentenció a muerte. Fueron degollados, y sus cuerpos, atados a pesadas piedras,
fueron arrojados al río. Pero fueron hallados milagrosamente, y enterrados
solemnemente, durante una procesión nocturna, precedida por el obispo Saúl.
La fiesta de san Rodrigo y san Salomón se celebra el 13 de marzo.
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