7 - DE MARZO
– VIERNES
DESPUES DE CENIZA–
Stª. FELICIDAD Y
Stª. PERPETUA
Lectura del libro de Isaías
(58,1-9a):
ESTO dice el Señor Dios:
«Grita a pleno pulmón, no te contengas;
alza la voz como una trompeta, denuncia a mi pueblo sus delitos, a la casa de
Jacob sus pecados.
Consultan mi oráculo a diario,
desean conocer mi voluntad.
Como si fuera un pueblo que practica la justicia y no descuida el mandato
de su Dios, me piden sentencias justas, quieren acercarse a Dios.
“¿Para qué ayunar, si no haces caso; mortificarnos, si no te enteras?”
En realidad, el día de ayuno hacéis vuestros negocios y apremiáis a vuestros servidores;
ayunáis para querellas y litigios,
y herís con furibundos puñetazos.
No ayunéis de este modo, si queréis que se oiga vuestra voz en el cielo.
¿Es ese el ayuno que deseo en el día de la penitencia: inclinar la
cabeza como un junco, acostarse sobre saco y ceniza?
¿A eso llamáis ayuno, día agradable al Señor?
Este es el ayuno que yo quiero:
soltar las cadenas injustas, desatar las correas del yugo, liberar a los
oprimidos, quebrar todos los yugos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a
los pobres sin techo, cubrir a quien ves desnudo y no desentenderte de los
tuyos.
Entonces surgirá tu luz como la aurora, enseguida se curarán tus
heridas, ante ti marchará la justicia, detrás de ti la gloria del Señor.
Entonces clamarás al Señor y te responderá; pedirás ayuda y te dirá:
“Aquí estoy”».
Palabra de
Dios
Salmo: 50,3-4.5-6a.18-19
R/. Un corazón quebrantado y humillado, tú, Dios mío, no lo desprecias
Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo
mi delito, limpia mi pecado. R/.
Pues yo
reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado.
Contra ti, contra ti sólo
pequé, cometí la maldad en tu presencia. R/.
Los
sacrificios no te satisfacen: si te
ofreciera un holocausto, no lo querrías.
El sacrificio agradable a
Dios
es un espíritu quebrantado; un corazón
quebrantado y humillado,
tú, oh, Dios, tú no lo desprecias. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (9,14-15):
EN aquel tiempo, os discípulos de Juan se
le acercan a Jesús, preguntándole:
«¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus
discípulos no ayunan?».
Jesús les dijo:
«¿Es
que pueden guardar luto los amigos del esposo, mientras el esposo está con
ellos? Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán».
Palabra del
Señor
1.- En sentido amplio, una persona ayuna cuando se priva voluntariamente
de cosas que le gustan (el tabaco, las redes sociales, los caprichos, mantener
relaciones sexuales con su cónyuge, las series, el alcohol, comprar lo que le
apetece, etc.). En sentido estricto, ayunar significa no comer ni beber. Mucha
gente ayuna por razones diversas: para adelgazar, para mejorar sus resultados
deportivos, como expresión del dominio sobre sus propios instintos, etc. Así lo
viven los estoicos, los budistas, los hindúes o los fariseos del evangelio.
Pero Jesús ofrece un nuevo sentido al ayuno en este pasaje: él se presenta como
«el novio»; a nosotros, como «los amigos del novio»; y dice que ayunaremos
«cuando él sea arrebatado». Con esto se refiere a que el ayuno puede ser, para
los cristianos, una expresión de amor hacia él: podemos ayunar cuando echamos
de menos al Señor, cuando queremos pedirle que venga con más claridad y que se
deje notar.
2.- Además, Jesucristo no es simplemente el Dios que creó el mundo, sino
también nuestro mejor amigo, y por eso podemos expresarle nuestro afecto
privándonos de otras cosas, como diciéndole: «contigo me basta; si te tengo a
ti, no necesito más». Comprendo que los apóstoles no ayunaran durante la vida
pública de Jesús: ¡fueron años tan gozosos en su compañía! Ellos y nosotros
ayunamos después, cuando le añoramos, como sucede en Cuaresma.
Stª. FELICIDAD Y
Stª. PERPETUA
Mártires - (año 203)
Felicidad y Perpetua. Estas dos santas murieron martirizadas en Cartago
(África) el 7 de marzo del año 203.
Perpetua era una joven madre, de 22 años, que tenía un niñito de pocos meses.
Pertenecía a una familia rica y muy estimada por toda la población. Mientras
estaba en prisión, por petición de sus compañeros mártires, fue escribiendo el
diario de todo lo que le iba sucediendo.
Felicidad era una esclava de Perpetua. Era también muy joven y en la prisión dio a
luz una niña, que después los cristianos se encargaron de criar muy bien.
Las acompañaron en
su martirio unos esclavos que fueron apresados junto a ellas, y su catequista,
el diácono Sáturo, que las había instruido en la religión y las había preparado
para el bautismo. A Sáturo no lo habían apresado, pero él se presentó voluntariamente.
Los antiguos
documentos que narran el martirio de estas dos santas eran inmensamente
estimados en la antigüedad, y San Agustín dice que se leían en las iglesias con
gran provecho para los oyentes. Esos documentos narran lo siguiente.
El año 202 el
emperador Severo mandó que los que siguieran siendo cristianos y no quisieran
adorar a los falsos dioses tenían que morir.
Perpetua estaba
celebrando una reunión religiosa en su casa de Cartago cuando llegó la policía
del emperador y la llevó prisionera, junto con su esclava Felicidad y los
esclavos Revocato, Saturnino y Segundo.
Dice Perpetua en
su diario: "Nos echaron a la cárcel y yo quedé consternada porque nunca
había estado en un sitio tan oscuro. El calor era insoportable y estábamos
demasiadas personas en un subterráneo muy estrecho. Me parecía morir de calor y
de asfixia y sufría por no poder tener junto a mí al niño que era tan de pocos
meses y que me necesitaba mucho. Yo lo que más le pedía a Dios era que nos
concediera un gran valor para ser capaces de sufrir y luchar por nuestra santa
religión".
Afortunadamente al
día siguiente llegaron dos diáconos católicos y dieron dinero a los carceleros
para que pasaran a los presos a otra habitación menos sofocante y oscura que la
anterior, y fueron llevados a una sala a donde por lo menos entraba la luz del
sol, y no quedaban tan apretujados e incómodos. Y permitieron que le llevaran
al niño a Perpetua, el cual se estaba secando de pena y acabamiento. Ella dice
en su diario: "Desde que tuve a mi pequeñín junto a mí, y a aquello no me
parecía una cárcel sino un palacio, y me sentía llena de alegría. Y el niño
también recobró su alegría y su vigor". Las tías y la abuelita se
encargaron después de su crianza y de su educación.
El jefe del
gobierno de Cartago llamó a juicio a Perpetua y a sus servidores. La noche
anterior Perpetua tuvo una visión en la cual le fue dicho que tendrían que
subir por una escalera muy llena de sufrimientos, pero que al final de tan
dolorosa pendiente, estaba un Paraíso Eterno que les esperaba. Ella narró a sus
compañeros la visión que había tenido y todos se entusiasmaron y se propusieron
permanecer fieles en la fe hasta el fin.
Primero pasaron
los esclavos y el diacono. Todos proclamaron ante las autoridades que ellos
eran cristianos y que preferían morir antes que adorar a los falsos dioses.
Luego llamaron a
Perpetua. El juez le rogaba que dejara la religión de Cristo y que se pasara a
la religión pagana y que así salvaría su vida. Y le recordaba que ella era una
mujer muy joven y de familia rica. Pero Perpetua proclamó que estaba resuelta a
ser fiel hasta la muerte, a la religión de Cristo Jesús. Entonces llegó su
padre (el único de la familia que no era cristiano) y de rodillas le rogaba y
le suplicaba que no persistiera en llamarse cristiana. Que aceptara la religión
del emperador. Que lo hiciera por amor a su padre y a su hijito. Ella se
conmovía intensamente, pero terminó diciéndole: Padre, ¿cómo se llama esa
vasija que hay ahí en frente? "Una bandeja", respondió él. Pues bien:
"A esa vasija hay que llamarla bandeja, y no pocillo ni cuchara, porque es
una bandeja. Y yo que soy cristiana, no me puedo llamar pagana, ni de ninguna
otra religión, porque soy cristiana y lo quiero ser para siempre".
Y añade el diario
escrito por Perpetua: "Mi padre era el único de mi familia que no se
alegraba porque nosotros íbamos a ser mártires por Cristo".
El juez decretó
que los tres hombres serían llevados al circo y allí delante de la muchedumbre
serían destrozados por las fieras el día de la fiesta del emperador, y que las
dos mujeres serían echadas amarradas ante una vaca furiosa para que las
destrozara. Pero había un inconveniente: que Felicidad iba a ser madre, y la
ley prohibía matar a la que ya iba a dar a luz. Y ella sí deseaba ser
martirizada por amor a Cristo. Entonces los cristianos oraron con fe, y
Felicidad dio a luz una linda niña, la cual le fue confiada a cristianas
fervorosas, y así ella pudo sufrir el martirio. Un carcelero se burlaba
diciéndole: "Ahora se queja por los dolores de dar a luz. ¿Y cuándo le
lleguen los dolores del martirio qué hará? Ella le respondió: "Ahora soy
débil porque la que sufre es mi pobre naturaleza. Pero cuando llegue el
martirio me acompañará la gracia de Dios, que me llenará de fortaleza".
A los condenados a
muerte se les permitía hacer una Cena de Despedida. Perpetua y sus compañeros
convirtieron su cena final en una Cena Eucarística. Dos santos diáconos les
llevaron la comunión, y después de orar y de animarse unos a otros se abrazaron
y se despidieron con el beso de la paz. Todos estaban a cuál de animosos,
alegremente dispuestos a entregar la vida por proclamar su fe en Jesucristo.
A los
esclavos los echaron a las fieras que los destrozaron y ellos derramaron así
valientemente su sangre por nuestra religión.
Antes de llevarlos
a la plaza los soldados querían que los hombres entraran vestidos de sacerdotes
de los falsos dioses y las mujeres vestidas de sacerdotisas de las diosas de
los paganos. Pero Perpetua se opuso fuertemente y ninguno quiso colocarse vestidos
de religiones falsas.
El diácono Sáturo
había logrado convertir al cristianismo a uno de los carceleros, llamado
Pudente, y le dijo: "Para que veas que Cristo sí es Dios, te anuncio que a
mí me echarán a un oso feroz, y esa fiera no me hará ningún daño". Y así
sucedió: lo amarraron y lo acercaron a la jaula de un oso muy agresivo. El
feroz animal no le quiso hacer ningún daño, y en cambio sí le dio un tremendo
mordisco al domador que trataba de hacer que se lanzara contra el santo
diácono. Entonces soltaron a un leopardo y éste de una dentellada destrozó a
Sáturo. Cuando el diácono estaba moribundo, untó con su sangre un anillo y lo
colocó en el dedo de Pudente y este aceptó definitivamente volverse cristiano.
A Perpetua y
Felicidad las envolvieron dentro de una malla y las colocaron en la mitad de la
plaza, y soltaron una vaca bravísima, la cual las corneó sin misericordia.
Perpetua únicamente se preocupaba por irse arreglando los vestidos de manera
que no diera escándalo a nadie por parecer poco cubierta. Y se arreglaba
también los cabellos para no aparecer despeinada como una llorona pagana. La
gente emocionada al ver la valentía de estas dos jóvenes madres pidió que las
sacaran por la puerta por donde llevaban a los gladiadores victoriosos.
Perpetua, como volviendo de un éxtasis, preguntó: ¿Y dónde está esa tal vaca
que nos iba a cornear?
Pero luego ese
pueblo cruel pidió que las volvieran a traer y que les cortaran la cabeza allí
delante de todos. Al saber esta noticia, las dos jóvenes valientes se abrazaron
emocionadas, y volvieron a la plaza. A Felicidad le cortaron la cabeza de un
machetazo, pero el verdugo que tenía que matar a Perpetua estaba muy nervioso y
equivocó el golpe. Ella dio un grito de dolor, pero extendió bien su cabeza
sobre el cepo y le indicó al verdugo con la mano, el sitio preciso de su cuello
donde debía darle el machetazo. Así esta mujer valerosa hasta el último momento
demostró que si moría mártir era por su propia voluntad y con toda generosidad.
Estas dos mujeres,
la una rica e instruida y la otra humilde y sencilla sirvienta, jóvenes esposas
y madres, que en la flor de la vida prefirieron renunciar a los goces de un
hogar, con tal de permanecer fieles a la religión de Jesucristo, ¿qué nos
enseñarán a nosotros? Ellas sacrificaron un medio siglo que les podía quedar de
vida en esta tierra y llevan más de 17 siglos gozando en el Paraíso eterno.
¿Qué renuncias nos cuesta nuestra religión? ¿En verdad, ser amigos de Cristo
nos cuesta alguna renuncia? Cristo sabe pagar muy bien lo que hacemos y
renunciamos por El.
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