10 - DE
MARZO – LUNES –
1ª –
SEMANA DE CUARESMA – C
Stª Mª Eugenia
Milleret, virgen
Lectura del libro del Levítico (19,1-2.11-18):
EL Señor habló así a Moisés:
«Di a la comunidad de los hijos de
Israel:
“Sed
santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo.
No
robaréis ni defraudaréis ni os engañaréis unos a otros.
No
juraréis en falso por mi nombre, profanando el nombre de tu Dios. Yo soy el
Señor.
No
explotarás a tu prójimo ni le robarás. No dormirá contigo hasta la mañana
siguiente el jornal del obrero.
No
maldecirás al sordo ni pondrás tropiezo al ciego. Teme a tu Dios. Yo soy el
Señor.
No daréis sentencias injustas.
No serás parcial ni por favorecer al
pobre ni por honrar al rico. Juzga con justicia a tu prójimo.
No andarás difamando a tu gente, ni declararás en falso contra la vida
de tu prójimo. Yo soy el Señor.
No odiarás de corazón a tu hermano, pero reprenderás a tu prójimo, para
que no cargues tú con su pecado.
No
te vengarás de los hijos de tu pueblo ni les guardarás rencor, sino que amarás
a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor”».
Palabra de
Dios
Salmo:
18,8.9.10.15
R/. Tus palabras, Señor, son
espíritu y vida
La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye a los ignorantes. R/.
Los mandatos
del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a
los ojos. R/.
El temor del Señor es puro
y eternamente estable; los mandamientos del Señor son
verdaderos y enteramente justos. R/.
Que te agraden las palabras de mi boca, y llegue a tu
presencia el meditar de mi corazón, Señor, Roca
mía, Redentor mío. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (25,31-46):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos:
«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con
él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las
naciones.
Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las
cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.
Entonces dirá el rey a los de su derecha:
“Venid
vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde
la creación del mundo.
Porque
tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui
forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me
visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme”.
Entonces los justos le contestarán:
“Señor,
¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?;
¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo
te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”.
Y
el rey les dirá:
“En
verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más
pequeños, conmigo lo hicisteis”.
Entonces
dirá a los de su izquierda:
“Apartaos
de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.
Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber,
fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo
y en la cárcel y no me visitasteis”.
Entonces
también estos contestarán:
“Señor,
¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la
cárcel, y no te asistimos?”.
Él
les replicará:
“En
verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco
lo hicisteis conmigo”.
Y
estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna».
Palabra del
Señor
1.- "Juzga con justicia a tu conciudadano".
En el libro del Levítico, Moisés le presenta
al pueblo de Israel un código de santidad, para que pueda estar a la altura de
Dios, que es el todo Santo.
Hay mandamientos que se refieren a Dios: no jurar en falso. Pero sobre
todo se insiste en la caridad y la justicia con los demás. La enumeración es
larga y afecta a aspectos de la vida que siguen teniendo vigencia también hoy:
no robar, no engañar, no oprimir, no cometer injusticias en los juicios comprando
a los jueces, no odiar, no guardar rencor. Hay dos detalles concretos muy
significativos: no maldecir al sordo (aprovechando que no puede oír) y no poner
tropiezos ante el ciego (que no puede ver).
La
consigna final es bien positiva: «amarás a tu prójimo como a ti mismo». Todo
ello tiene una motivación: «yo soy el Señor». Dios quiere que seamos santos
como él, que le honremos más con las obras que con los cantos y las palabras.
El
salmo nos hace profundizar en esta clave: «tus palabras, Señor, son espíritu y
vida... los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón».
2.- "Cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes
hermanos, conmigo lo hicisteis".
Esta
página casi final del evangelio de Mateo es sorprendente. Jesús mismo pone en
labios de los protagonistas de su parábola, tanto buenos como malos, unas
palabras de extrañeza: ¿cuándo te vimos enfermo y fuimos a verte? ¿cuándo te
vimos con hambre y no te asistimos? Resulta que Cristo estaba durante todo el
tiempo en la persona de nuestros hermanos: el mismo Jesús que en el día final
será el pastor que divide a las ovejas de las cabras y el juez que evalúa
nuestra actuación.
Para la caridad que debemos tener hacia
el prójimo Jesús da este motivo: él mismo se identifica con las personas que
encontramos en nuestro camino. Hacemos o dejamos de hacer con él lo que hacemos
o dejamos de hacer con los que nos rodean.
Es una de las páginas más incómodas de
todo el evangelio. Una página que se entiende demasiado. Y nosotros ya no
podremos poner cara de extrañados o aducir que no lo sabíamos: ya nos lo ha
avisado él.
3.- Desde los primeros compases del camino cuaresmal, se nos pone
delante el compromiso del amor fraterno como la mejor preparación para
participar de la Pascua de Cristo.
Es
un programa exigente. Tenemos que amar a nuestro prójimo: a nuestros
familiares, a los que trabajan con nosotros, a los miembros de nuestra
comunidad religiosa o parroquial, sobre todo a los más pobres y necesitados.
Si la 1ª lectura nos ponía una medida
fuerte -amar a los demás como nos amamos a nosotros mismos-, el evangelio nos
lo motiva de un modo todavía más serio: «cada vez que lo hicisteis con ellos,
conmigo lo hicisteis; cada vez que no lo hicisteis con uno de ellos, tampoco lo
hicisteis conmigo». Tenemos que ir viendo a Jesús mismo en la persona del
prójimo.
Si la primera lectura urgía a no cometer
injusticias o a no hacer mal a! prójimo, la segunda va más allá: no se trata de
no dañar, sino de hacer el bien. Ahora serán los pecados de omisión los que
cuenten. El examen no será sobre si hemos robado, sino sobre si hemos visitado
y atendido al enfermo. Se trata de un nivel de exigencia bastante mayor. Se nos
decía: no odies. Ahora se nos dice: ayuda al que pasa hambre. Alguien ha dicho
que tener un enfermo en casa es como tener el sagrario: pero entonces debe haber
muchos «sagrarios abandonados».
En
la Eucaristía, con los ojos de la fe, no nos cuesta mucho descubrir a Cristo
presente en el sacramento del pan y del vino. Nos cuesta más descubrirle fuera
de misa, en el sacramento del hermano. Pues sobre esto va a versar la pregunta
del examen final. Al Cristo a quien hemos escuchado y recibido en la misa, es
al mismo a quien debemos servir en las personas con las que nos encontramos
durante el día.
Stª Mª Eugenia Milleret, virgen
Santa María Eugenia de Jesús es fundadora de la Congregación de las
Hermanas de la Asunción para la educación cristiana de niñas y adolescentes. |
Santa María Eugenia de Jesús (Anna Milleret
de Brou) nació en Metz (Francia) el 25 de agosto 1817 en una familia de
origen italiano.
Después de la muerte de su madre en 1832
Anna experimentó un período de fuerte apatía, la cual tuvo una especial
sacudida por medio de la predicación del Padre Lacordaire, durante la
Cuaresma de 1836. Impulsado por religiosas, Anna-Maria cumplió con el deseo
del abad Teodoro Combalot, quien había querido fundar, desde mucho, una
comunidad de monjas para la educación de las hijas de la burguesía liberal.
Después de un período de "aprendizaje" y el estudio de la
teología, el 30 de abril 1839 nació en París, la nueva congregación
"Instituto de la Asunción de María." En 1844, Anna Milleret de
Brou, toma el nombre María Eugenia de Jesús y asumió la conducción de esta
Obra hasta su muerte el 10 de marzo de 1898. Biografía de Santa María Eugenia de Jesús Anna Milleret de
Brou, nació en Metz (Francia) el 25 de agosto 1817, creció en una familia de
origen italiano, y en un clima determinante por la actitud radical del Padre,
quien era un liberal que despreciaba la religión.
Por el contrario, su madre era
profundamente religiosa, y se las ingenió para educar a su hija de acuerdo a
los principios cristianos.
Anna pasó su
adolescencia en el Colegio de Metz, donde recibía educación católica, tenía
una iluminación especial en el día de su primera comunión que anunciaba su
vocación; lamentablemente a 13 años sufrió una grave enfermedad y la obligó a
interrumpir sus estudios En 1930, durante el periodo de la revolución contra el rey Carlos
X (que llevará al trono de Francia a Philippe de Orleans), el papá
de Anna perdió su propiedad, y dos años más tarde en 1832, cuando tenía 15
años, su madre murió, víctima del cólera. Las desgracias sufridas, las limitaciones
financieras, la escasa asistencia a las prácticas religiosas de la familia en
la que se fue a vivir, se la llevaron total de apatía y frialdad, no sólo iba
a carecer de la falta de piedad y sentido religioso, sino también sufriría en
su alma una profunda insatisfacción. La verdadera conversión del corazón Una predicación en la Cuaresma de 1836, realizada por el Padre Lacordaire,
sacudió su alma. Tan profunda fue la predicación de este Padre que Anna
rompió con su apatía, y la empujó para cumplir votos con el abad Teodoro
Combalot, con la dirección espiritual del Padre que le predicó este mensaje
que le tocó su corazón. El Abad Teodoro, tenía en mente desde hace algún tiempo, fundar una
comunidad de religiosas dedicadas a la educación de las niñas de la buena
sociedad, por lo que estaba buscando un alma sensible e inteligente que le
ayudará a cumplir esa meta. El Padre Teodoro, vio en Anna Milleret una
fuerte vocación, y la invitó a que asistiera a una especie de noviciado que
dictaban las monjas benedictinas en París, y que luego se dirigiera a las
monjas de la Visitación en la Dauphine, donde podría perfeccionarse en el
estudio de la teología dogmática y moral, la pedagogía y en las Sagradas
Escrituras. Luego de esto el Padre Combalot convence a
Anna para que asuma este proyecto, y ella lo acepta como un designio divino
del Creador y se deja guiar por el Abad Teodoro.
El 30 de abril 1839, nace la nueva
congregación "Instituto de la Asunción de María" dedicada a la
educación de las jóvenes de la aristocracia y la burguesía liberal que
estaban siendo educadas de manera hostil contra la religión, y así, a sus 22
años, María Eugenia se convierte en Fundadora de esta congregación En la Navidad de 1844 las primeras hermanas hicieron sus votos y Anna
Milleret tomó el nombre de María Eugenia de Jesús. Años más tarde la comunidad contará con 16 hermanas de cuatro
nacionalidades. María Eugenia quería para sus hijas una completa "acción
contemplativa", el rezo del Oficio Divino como la devoción principal,
porque es la oración oficial de la Iglesia, y el centro de su espiritualidad
sería centrada en Jesús Eucaristía. El Instituto
finalmente fue aprobado por la Santa Sede el 11 de abril de 1888, la madre
fundadora gobernó hasta su muerte. En sus últimos años de su vida, María
Eugenia de Jesús experimentará poco a poco el debilitamiento físico, vivido
en la humildad y en el silencio, en una vida totalmente centrada en
Jesucristo.
Su muerte ocurrió el 10 de marzo 1898 en Auteuil (París) María Eugenia de Jesús fue beatificada el 09 de febrero 1975 por el Papa
Pablo VI y finalmente canonizada por Benedicto XVI 03 de junio 2007 |
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