sábado, 8 de marzo de 2025

Párate un momento: El Evangelio del dia 10 - DE MARZO – LUNES – 1ª – SEMANA DE CUARESMA – C Stª Mª Eugenia Milleret, virgen

 

 


 

10 - DE MARZO – LUNES –

1ª – SEMANA DE CUARESMA – C

Stª Mª Eugenia Milleret, virgen

 

   Lectura del libro del Levítico (19,1-2.11-18):

 

  EL Señor habló así a Moisés:

«Di a la comunidad de los hijos de Israel:

  “Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo.

  No robaréis ni defraudaréis ni os engañaréis unos a otros.

  No juraréis en falso por mi nombre, profanando el nombre de tu Dios. Yo soy el Señor.

  No explotarás a tu prójimo ni le robarás. No dormirá contigo hasta la mañana siguiente el jornal del obrero.

  No maldecirás al sordo ni pondrás tropiezo al ciego. Teme a tu Dios. Yo soy el Señor.

       No daréis sentencias injustas.  No serás parcial ni por favorecer al pobre ni por honrar al rico. Juzga con justicia a tu prójimo.

   No andarás difamando a tu gente, ni declararás en falso contra la vida de tu prójimo. Yo soy el Señor.

   No odiarás de corazón a tu hermano, pero reprenderás a tu prójimo, para que no cargues tú con su pecado.

  No te vengarás de los hijos de tu pueblo ni les guardarás rencor, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor”».

 

Palabra de Dios

 

   Salmo: 18,8.9.10.15

 

       R/. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida

 

   La ley del Señor es perfecta

y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye a los ignorantes. R/.

 

    Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos. R/.

 

   El temor del Señor es puro

y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos. R/.

 

   Que te agraden las palabras de mi boca, y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón, Señor, Roca mía, Redentor mío. R/.

 

   Lectura del santo evangelio según san Mateo (25,31-46):

 

   EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

   «Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones.

   Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.

   Entonces dirá el rey a los de su derecha:

  “Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.

  Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme”.

   Entonces los justos le contestarán:

  “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”.

  Y el rey les dirá:

  “En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”.

  Entonces dirá a los de su izquierda:

  “Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis”.

  Entonces también estos contestarán:

  “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”.

  Él les replicará:

  “En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo”.

  Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna».

 

Palabra del Señor

 

  1.-  "Juzga con justicia a tu conciudadano".

   En el libro del Levítico, Moisés le presenta al pueblo de Israel un código de santidad, para que pueda estar a la altura de Dios, que es el todo Santo.

   Hay mandamientos que se refieren a Dios: no jurar en falso. Pero sobre todo se insiste en la caridad y la justicia con los demás. La enumeración es larga y afecta a aspectos de la vida que siguen teniendo vigencia también hoy: no robar, no engañar, no oprimir, no cometer injusticias en los juicios compran­do a los jueces, no odiar, no guardar rencor. Hay dos detalles concretos muy significativos: no maldecir al sordo (aprovechando que no puede oír) y no poner tropiezos ante el ciego (que no puede ver).

  La consigna final es bien positiva: «amarás a tu prójimo como a ti mismo». Todo ello tiene una motivación: «yo soy el Señor». Dios quiere que seamos santos como él, que le honremos más con las obras que con los cantos y las palabras.

  El salmo nos hace profundizar en esta clave: «tus palabras, Señor, son espíritu y vida... los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón».

 

  2.- "Cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis".

  Esta página casi final del evangelio de Mateo es sorprendente. Jesús mismo pone en labios de los protagonistas de su parábola, tanto buenos como malos, unas palabras de extrañeza: ¿cuándo te vimos enfermo y fuimos a verte? ¿cuándo te vimos con hambre y no te asistimos? Resulta que Cristo estaba durante todo el tiempo en la persona de nuestros hermanos: el mismo Jesús que en el día final será el pastor que divide a las ovejas de las cabras y el juez que evalúa nuestra actuación.

Para la caridad que debemos tener hacia el prójimo Jesús da este motivo: él mismo se identifica con las personas que encontramos en nuestro camino. Hacemos o dejamos de hacer con él lo que hacemos o dejamos de hacer con los que nos rodean.

Es una de las páginas más incómodas de todo el evangelio. Una página que se entiende demasiado. Y nosotros ya no podremos poner cara de extrañados o aducir que no lo sabíamos: ya nos lo ha avisado él.

 

  3.- Desde los primeros compases del camino cuaresmal, se nos pone delante el compromiso del amor fraterno como la mejor preparación para participar de la Pascua de Cristo.

  Es un programa exigente. Tenemos que amar a nuestro prójimo: a nuestros familiares, a los que trabajan con nosotros, a los miembros de nuestra comunidad religiosa o parroquial, sobre todo a los más pobres y necesitados.

Si la 1ª lectura nos ponía una medida fuerte -amar a los demás como nos amamos a nosotros mismos-, el evangelio nos lo motiva de un modo todavía más serio: «cada vez que lo hicisteis con ellos, conmigo lo hicisteis; cada vez que no lo hicisteis con uno de ellos, tampoco lo hicisteis conmigo». Tenemos que ir viendo a Jesús mismo en la persona del prójimo.

Si la primera lectura urgía a no cometer injusticias o a no hacer mal a! prójimo, la segunda va más allá: no se trata de no dañar, sino de hacer el bien. Ahora serán los pecados de omisión los que cuenten. El examen no será sobre si hemos robado, sino sobre si hemos visitado y atendido al enfermo. Se trata de un nivel de exigencia bastante mayor. Se nos decía: no odies. Ahora se nos dice: ayuda al que pasa hambre. Alguien ha dicho que tener un enfermo en casa es como tener el sagrario: pero entonces debe haber muchos «sagrarios abandonados».

  En la Eucaristía, con los ojos de la fe, no nos cuesta mucho descubrir a Cristo presente en el sacramento del pan y del vino. Nos cuesta más descubrirle fuera de misa, en el sacramento del hermano. Pues sobre esto va a versar la pregunta del examen final. Al Cristo a quien hemos escuchado y recibido en la misa, es al mismo a quien debemos servir en las personas con las que nos encontramos durante el día.

 

Stª Mª Eugenia Milleret, virgen

 





      Santa María Eugenia de Jesús es fundadora de la Congregación de las Hermanas de la Asunción para la educación cristiana de niñas y adolescentes.

        Santa María Eugenia de Jesús (Anna Milleret de Brou) nació en Metz (Francia) el 25 de agosto 1817 en una familia de origen italiano.     

       Después de la muerte de su madre en 1832 Anna experimentó un período de fuerte apatía, la cual tuvo una especial sacudida por medio de la predicación del Padre Lacordaire, durante la Cuaresma de 1836. Impulsado por religiosas, Anna-Maria cumplió con el deseo del abad Teodoro Combalot, quien había querido fundar, desde mucho, una comunidad de monjas para la educación de las hijas de la burguesía liberal.    

      Después de un período de "aprendizaje" y el estudio de la teología, el 30 de abril 1839 nació en París, la nueva congregación "Instituto de la Asunción de María." En 1844, Anna Milleret de Brou, toma el nombre María Eugenia de Jesús y asumió la conducción de esta Obra hasta su muerte el 10 de marzo de 1898.

 

    Biografía de Santa María Eugenia de Jesús

     Anna Milleret de Brou, nació en Metz (Francia) el 25 de agosto 1817, creció en una familia de origen italiano, y en un clima determinante por la actitud radical del Padre, quien era un liberal que despreciaba la religión.

     Por el contrario, su madre era profundamente religiosa, y se las ingenió para educar a su hija de acuerdo a los principios cristianos.

       Anna pasó su adolescencia en el Colegio de Metz, donde recibía educación católica, tenía una iluminación especial en el día de su primera comunión que anunciaba su vocación; lamentablemente a 13 años sufrió una grave enfermedad y la obligó a interrumpir sus estudios

     En 1930, durante el periodo de la revolución contra el rey Carlos X (que llevará al trono de Francia a Philippe de Orleans), el papá de Anna perdió su propiedad, y dos años más tarde en 1832, cuando tenía 15 años, su madre murió, víctima del cólera.

       Las desgracias sufridas, las limitaciones financieras, la escasa asistencia a las prácticas religiosas de la familia en la que se fue a vivir, se la llevaron total de apatía y frialdad, no sólo iba a carecer de la falta de piedad y sentido religioso, sino también sufriría en su alma una profunda insatisfacción.

     La verdadera conversión del corazón

     Una predicación en la Cuaresma de 1836, realizada por el Padre Lacordaire, sacudió su alma. Tan profunda fue la predicación de este Padre que Anna rompió con su apatía, y la empujó para cumplir votos con el abad Teodoro Combalot, con la dirección espiritual del Padre que le predicó este mensaje que le tocó su corazón.

     El Abad Teodoro, tenía en mente desde hace algún tiempo, fundar una comunidad de religiosas dedicadas a la educación de las niñas de la buena sociedad, por lo que estaba buscando un alma sensible e inteligente que le ayudará a cumplir esa meta.

      El Padre Teodoro, vio en Anna Milleret una fuerte vocación, y la invitó a que asistiera a una especie de noviciado que dictaban las monjas benedictinas en París, y que luego se dirigiera a las monjas de la Visitación en la Dauphine, donde podría perfeccionarse en el estudio de la teología dogmática y moral, la pedagogía y en las Sagradas Escrituras.

      Luego de esto el Padre Combalot convence a Anna para que asuma este proyecto, y ella lo acepta como un designio divino del Creador y se deja guiar por el Abad Teodoro.

     El 30 de abril 1839, nace la nueva congregación "Instituto de la Asunción de María" dedicada a la educación de las jóvenes de la aristocracia y la burguesía liberal que estaban siendo educadas de manera hostil contra la religión, y así, a sus 22 años, María Eugenia se convierte en Fundadora de esta congregación

     En la Navidad de 1844 las primeras hermanas hicieron sus votos y Anna Milleret tomó el nombre de María Eugenia de Jesús.

     Años más tarde la comunidad contará con 16 hermanas de cuatro nacionalidades. María Eugenia quería para sus hijas una completa "acción contemplativa", el rezo del Oficio Divino como la devoción principal, porque es la oración oficial de la Iglesia, y el centro de su espiritualidad sería centrada en Jesús Eucaristía.

     El Instituto finalmente fue aprobado por la Santa Sede el 11 de abril de 1888, la madre fundadora gobernó hasta su muerte.

       En sus últimos años de su vida, María Eugenia de Jesús experimentará poco a poco el debilitamiento físico, vivido en la humildad y en el silencio, en una vida totalmente centrada en Jesucristo.

     Su muerte ocurrió el 10 de marzo 1898 en Auteuil (París)

     María Eugenia de Jesús fue beatificada el 09 de febrero 1975 por el Papa Pablo VI y finalmente canonizada por Benedicto XVI 03 de junio 2007

 

 

 

 

 

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