31 - DE
MARZO – LUNES –
4ª –
SEMANA DE CUARESMA – C
SAN BENJAMÍN
Lectura del libro de Isaías
(65,17-21):
ESTO dice el
Señor:
«Mirad: voy a crear un nuevo cielo y una
nueva tierra: de las cosas pasadas ni habrá recuerdo ni vendrá pensamiento.
Regocijaos, alegraos por siempre por lo que
voy a crear: yo creo a Jerusalén “alegría”, y a su
pueblo, “júbilo”.
Me alegraré por Jerusalén y me regocijaré con
mi pueblo, ya no se oirá en ella ni llanto ni gemido; ya no habrá allí niño que
dure pocos días, ni adulto que no colme sus años, pues será joven quien muera a
los cien años, y quien no los alcance se tendrá por maldito.
Construirán casas y las habitarán, plantarán
viñas y comerán los frutos».
Palabra de Dios
Sal 29,2.4.5-6.11-12a.13b
R/.
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
Te ensalzaré, Señor, porque me has
librado y no has dejado que mis enemigos se rían
de mí.
Señor, sacaste mi vida del abismo, me hiciste
revivir cuando bajaba a la fosa. R/.
Tañed para el
Señor, fieles suyos, celebrad el recuerdo de su nombre santo; su cólera dura un instante; su bondad, de
por vida; al atardecer nos visita el llanto; por la mañana, el júbilo. R/.
Escucha,
Señor, y ten piedad de mí; Señor, socórreme. Cambiaste mi luto en danzas. Señor, Dios
mío, te daré gracias por siempre. R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan
(4,43-54):
EN aquel
tiempo, salió Jesús de Samaría para Galilea. Jesús mismo había atestiguado: «Un profeta no es estimado en su propia patria».
Cuando llegó a Galilea, los galileos lo
recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén
durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta.
Fue Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde
había convertido el agua en vino.
Había un funcionario real que tenía un hijo
enfermo en Cafarnaún. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a
verlo, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose.
Jesús le dijo:
«Si no veis signos y prodigios, no creéis».
El funcionario insiste:
«Señor, baja antes de que se muera mi niño».
Jesús le contesta:
«Anda, tu hijo vive».
El hombre creyó en la palabra de Jesús y se
puso en camino. Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro
diciéndole que su hijo vivía. Él les preguntó a qué hora había empezado la
mejoría. Y le contestaron:
«Ayer a la hora séptima lo dejó la fiebre».
El padre cayó en la cuenta de que esa era
la hora en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vive». Y creyó él con toda su
familia. Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea.
Palabra del Señor
1.-
La vuelta del destierro de Babilonia
se describe con tonos poéticos, un poco idílicos, de nueva creación en todos
los sentidos: todo será alegría, fertilidad en los campos y felicidad en las
personas. El profeta es vocero de una vuelta al paraíso inicial. Dios quiere
que el hombre y la sociedad vuelvan al estado primero de equilibrio y
armonía. Se trata de una restauración futura a modo de volver a realizar todo
de nuevo. Para Dios la historia es una subida, un progreso que avanza hacia
adelante, su actividad no se ha extinguido, sigue inventando. Las manos de Dios
nunca dejaron de ser maravillosamente creadoras. Por esta razón el cristiano,
el hombre según Dios, debería de ser un hombre vuelto hacia el futuro, hacia
ese futuro que Dios está construyendo.
La esperanza escatológica, la espera
de la ciudad futura, el deseo del Reino que ha de venir, son dimensiones
esenciales de la fe. No se trata de vivir anclados en el pasado, en el siempre
fue así, en el cualquier tiempo pasado fue mejor. El profeta ofrece una visión
optimista, atrás los hastiados y los decepcionados. El porvenir no está
cerrado. La creación de Dios triunfará y hay que trabajar en ella. La tristeza
y la muerte serán desterradas del Reino. Por eso el salmo también lleva
impronta de esperanza.
2.- Los signos ponen al hombre ante la
decisión de fe, en la que no se trata de creer o no creer en los milagros, sino
de querer creer o no en Jesús. San Juan nos revela las verdades condiciones de
la fe: la confianza en la persona de Jesús, suficientemente firme para resistir
los reproches y para aceptar volver a casa sin ningún signo visible, únicamente
con las incisivas palabras, "anda, tu hijo está curado".
El
protagonista es un hombre que ejerce poder movido por la necesidad, no expresa
adhesión personal a Jesús, pero necesita ayuda. Pide una intervención directa a
favor de su hijo, pero Jesús descubre la mentalidad del funcionario que no
cree. Jesús en él se dirige a los poderosos, a los que esperan la salvación en
la demostración del poder. Para ellos, la fe sólo puede tener como fundamento
el despliegue de fuerza, el espectáculo maravilloso, Sólo entiende el lenguaje
del poder. Jesús no accede al deseo del funcionario porque la obra del Mesías
no será la de los signos prodigiosos, sino la del amor fiel. El poder de este
mundo es impotente para salvar.
3.-Jesús
no tiene por qué ir a verlo, Él comunica vida con su palabra, que es
palabra creadora y llega a todo lugar. Si acepta la invitación verá que su hijo
está sano. El que pedía como poderoso debe de creer como "hombre",
antes se definía por su función ahora por su condición humana.
Los hombres están ávidos de lo sensacional.
El hombre creyó en la palabra, sin poderla verificar...se fue. No tenía ninguna
prueba. tenía solamente la Palabra de Jesús. Creer sin necesidad de signos ni
de prodigios. Habrá que aprender a creer.
SAN BENJAMÍN
San Benjamín fue
un diácono que vivió en la antigua región de Persia (hoy Irán) y formó parte de
un grupo de cristianos mártires durante la larga persecución iniciada por el
rey del Imperio sasánida Iezdegerd I, y que terminó con su hijo y sucesor
Vararane V.
El santo fue un
joven de gran celo apostólico, elocuente para predicar y caritativo con los
necesitados. Además, logró muchas conversiones, incluso de los sacerdotes
seguidores de Zaratustra, profeta fundador del mazdeísmo.
Si bien el rey
Iezdigerd I detuvo la persecución de cristianos llevada a cabo por su padre
Sapor II, este mandó a destruir todas sus iglesias cuando un sacerdote
cristiano de nombre Hasu, junto a sus allegados, incendiaron el “templo del
fuego”, principal objeto del culto de los persas.
Por ello fueron
arrestados el Obispo Abdas, los presbíteros Hasu y Isaac, un subdiácono y dos
laicos. Después fueron condenados a muerte por negarse a reconstruir el templo
y se inició una persecución general que duró cuarenta años.
A estos mártires se
suma el diácono Benjamín, quien fue golpeado y después encarcelado por 1 año
pese a no haber participado del incendio. Salió en libertad gracias al
embajador de Constantinopla, quien prometió que el santo se abstendría de
hablar acerca de su religión.
Sin embargo,
Benjamín continuó predicando el Evangelio por lo que fue nuevamente detenido y
llevado ante el rey, quien lo sometió a crueles torturas, siendo luego
decapitado.
El diácono fue
martirizado cerca del 420 en Ergol (Persia) por predicar insistentemente la
palabra de Dios. Dos años más tarde con la victoria del emperador del Imperio
romano de Oriente, Teodosio II, sobre Vararane V, se estableció la libertad de
culto para los cristianos de Persia.
La Iglesia
conmemora a este santo diácono el 31 de marzo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario