16 - DE MARZO – DOMINGO –
2ª – SEMANA DE CUARESMA – C
Santo
Patriarca Abraham
Lectura del libro del Génesis
(15,5-12.17-18):
En aquellos días, Dios sacó afuera a Abrán y le dijo:
«Mira al cielo; cuenta las estrellas, si
puedes.»
Y añadió:
«Así será tu descendencia.» Abrán creyó
al Señor, y se le contó en su haber.
El Señor le dijo:
«Yo soy el Señor, que te sacó de Ur de
los Caldeos, para darte en posesión esta tierra.»
Él replicó:
«Señor Dios, ¿cómo sabré yo que voy a
poseerla?»
Respondió el Señor:
«Tráeme una ternera de tres años, una
cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón.»
Abrán los trajo y los cortó por el
medio, colocando cada mitad frente a la otra, pero no descuartizó las aves. Los
buitres bajaban a los cadáveres, y Abrán los espantaba. Cuando iba a ponerse el
sol, un sueño profundo invadió a Abrán y un terror intenso y oscuro cayó sobre
él. El sol se puso y vino la oscuridad; una humareda de horno y una antorcha
ardiendo pasaban entre los miembros descuartizados.
Aquel día el Señor hizo alianza con
Abran en estos términos:
«A tus descendientes les daré esta
tierra, desde el río de Egipto al Gran Río.»
Palabra de Dios
Salmo: 26,1.7-8a.8b 9abc.13-14
R/. El Señor es mi luz y mi salvación.
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién
temeré?
El Señor es la defensa de mi
vida, ¿quién me hará temblar? R/.
Escúchame, Señor, que te llamo; ten piedad,
respóndeme.
Oigo en mí corazón: «Buscad mi rostro.» R/.
Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas
tu rostro. No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio. R/.
Espero gozar de la dicha del Señor en el país de
la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor. R/.
Lectura de la carta del
apóstol san Pablo a los Filipenses (3,17–4,1):
Hermanos, sed imitadores míos y fijaos en
los que andan según el modelo que tenéis en nosotros. Porque, como os decía
muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en los ojos, hay muchos que andan
como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero es la perdición; su Dios, el
vientre; su gloria, sus vergüenzas. Sólo aspiran a cosas terrenas. Nosotros,
por el contrario, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador:
el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de
su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo. Así, pues,
hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona, manteneos así, en el
Señor, queridos.
Palabra de Dios
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (9,28b-36):
En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto
de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió,
sus vestidos brillaban de blancos.
De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que,
apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén.
Pedro
y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los
dos hombres que estaban con él.
Mientras éstos se alejaban,
dijo Pedro a Jesús:
«Maestro,
qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y
otra para Elías.»
No
sabía lo que decía.
Todavía
estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar
en la nube.
Una voz desde la nube decía:
«Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.»
Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y,
por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.
Palabra del Señor
La anticipación del triunfo de Jesús y de nuestro
triunfo.
El domingo 1º de Cuaresma se dedica siempre a
las tentaciones de Jesús, y el 2º a la transfiguración. El motivo es fácil de
entender: la Cuaresma es etapa de preparación a la Pascua; no sólo a la Semana
Santa, entendida como recuerdo de la muerte de Jesús, sino también a su
resurrección. Este episodio, que anticipa su triunfo final nos ayuda a enfocar
adecuadamente estas semanas.
El contexto: la promesa
Jesús ha anunciado que debe padecer mucho,
ser rechazado, morir y resucitar. Y ha avisado que quienes quieran seguirle
deberán negarse a sí mismos y cargar con la cruz. Pero tendrán su recompensa
cuando él vuelva triunfante. Y añade: «Os aseguro que algunos de los aquí
presentes no morirán antes de ver el reinado de Dios». ¿Se cumplirá esa extraña
promesa?
El cumplimiento: la transfiguración
Ocho días después de estas palabras, Jesús tomó a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña,
para orar…
El
relato de Lucas, el que leemos este domingo, podemos dividirlo en dos partes:
la subida a la montaña y la visión. Desde un punto de
vista literario es una teofanía, una manifestación de Dios, y los
evangelistas utilizan los mismos elementos que empleaban los autores del
Antiguo Testamento para describirlas. Por eso, antes de analizar cada una de
las partes, conviene recordar algunos datos de la famosa teofanía del Sinaí,
cuando Dios se revela a Moisés.
La
teofanía del Sinaí
Dios
no se manifiesta en un espacio cualquiera, sino en un sitio especial, la
montaña, a la que no tiene acceso todo el pueblo, sino sólo Moisés, al que a
veces acompaña su hermano Aarón (Ex 19,24), o Aarón, Nadab y Abihú junto con
los setenta dirigentes de Israel (Ex 24,1).
La presencia de Dios se expresa mediante la imagen de una nube
espesa, desde la que habla (Ex 19,9). Es también frecuente que se mencione en
este contexto el fuego, el humo y el temblor de la montaña, como símbolo de la
gloria y el poder de Dios que se acerca a la tierra. Estos elementos demuestran
que los evangelistas no pretenden ofrecer un informe objetivo, “histórico”, de
lo ocurrido, sino crear un clima semejante al de las teofanías del
Antiguo Testamento.
La subida a la montaña
Jesús sólo elige a tres discípulos, Pedro, Santiago y Juan. Este
dato no debemos interpretarlo solo como un privilegio; la idea principal es que
va a ocurrir algo tan grande que no puede ser presenciado por todos.
Lucas
introduce aquí un cambio pequeño, pero importante. Marcos y Mateo dicen que
subieron “a una montaña alta y apartada”; Lucas, que “subieron a la
montaña para rezar”.
La altura y aislamiento del monte no le interesa, lo importante es que
Jesús reza en todas las ocasiones trascendentales de su vida.
La visión
En
ella hay cuatro elementos que la hacen avanzar hasta su plenitud.
-
El primero es la transformación del rostro y las vestiduras de Jesús.
-
El segundo, la aparición de Moisés y Elías.
-
El tercero, la aparición de una nube luminosa que cubre a los presentes.
-
El cuarto, la voz que se escucha desde el cielo.
1.
La transformación de Jesús la expresaba Marcos con
estas palabras: «En su presencia se transfiguró y sus vestidos se volvieron de un blanco
deslumbrador, como no es capaz de blanquearlos ningún batanero del mundo» (Mc
9,3). La fuerza recae en la blancura del vestido de Jesús. Lucas, sin embargo,
destaca que el cambio se produce mientras Jesús oraba, y se centra en el cambio
de su rostro, no en el de sus vestidos: “Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro
cambió, sus vestidos
brillaban de blancos.” Lucas nos invita a contemplar una escena a cámara lenta,
centrada en el primer plano del rostro de Jesús. Es un anticipo de las
apariciones de Cristo resucitado, cuando su rostro es difícil de identificar
para María Magdalena, los dos de Emaús y los discípulos en el lago.
2. La aparición de Moisés y Elías. Moisés es el gran mediador entre Dios y
su pueblo, el profeta con el que Dios hablaba cara a cara. Según la
tradición bíblica, sin Moisés no habrían existido el pueblo de Israel ni su
religión. Elías es el profeta que salva a esa religión en su
mayor momento de crisis, hacia el siglo IX a.C., cuando está a punto de
sucumbir por el influjo de la religión cananea. Sin Elías habría caído por
tierra toda la obra de Moisés. Por eso los judíos concedían especial
importancia a estos dos personajes. El hecho de que se aparezcan ahora a los
discípulos (no a Jesús) es una manera de garantizarles la importancia del
personaje al que están siguiendo. No es un hereje ni un loco, no está
destruyendo la labor religiosa de siglos, se encuentra en la línea de los
antiguos profetas, llevando su obra a plenitud.
En este contexto, las palabras de Pedro proponiendo hacer tres chozas
suenan a simple despropósito. Pero son consecuencia de lo que ha dicho antes:
«qué bien se está aquí». Es preferible quedarse en lo alto del monte que cargar
con la cruz y seguir a Jesús hasta la
muerte.
3. Como en el Sinaí, el monte
queda cubierto por una nube.
4. Las palabras de Dios reproducen exactamente las que
se escucharon en el momento del bautismo, cuando Dios presentaba a Jesús como
su siervo. Pero aquí se añade un imperativo: "¡Escuchadle!"
La orden se relaciona directamente con
las anteriores palabras de Jesús, sobre su propio destino y sobre el
seguimiento y la cruz de sus discípulos.
Resumen
Este episodio no está contado en beneficio de Jesús, sino como
experiencia positiva para los apóstoles. Después de haber escuchado a Jesús
hablar de su pasión y muerte, de las duras condiciones que impone a sus
seguidores, tienen tres experiencias complementarias:
1) ven a Jesús transfigurado de forma
gloriosa;
2) se les aparecen Moisés y Elías;
3) escuchan la voz del
cielo.
Esto
supone una enseñanza creciente:
1)
al ver transformados su rostro y
sus vestidos tienen la experiencia de que su destino final no es el fracaso,
sino la gloria;
2)
la aparición de Moisés y Elías
confirma que Jesús es el culmen de la historia religiosa de Israel y de la
revelación de Dios;
3) la voz del cielo les enseña que seguir a
Jesús no es una locura, sino lo más conforme al plan de Dios.
La
anticipación de nuestro triunfo (Filipenses 3,17-4,1)
A la comunidad de Filipos, igual que a otras fundadas por Pablo, llegaron
misioneros cristianos, pero de la línea radical, judaizante. Estaban
convencidos de salvarse por observar una serie de normas alimentarias (“su Dios
es el vientre”) y por la circuncisión (“se glorían de sus vergüenzas”); en
consecuencia, aunque no lo reconozcan, para salvarse no es preciso que Jesús
muera por nosotros, y “se comportan como enemigos de la cruz de Cristo”.
Frente
a esta postura, los filipenses, seguidores de Pablo, no aspiran a cosas
terrenas, sino que aguardan a un salvador, Jesús, que transformará nuestro
cuerpo humilde a semejanza del suyo glorioso. Esta promesa de la transformación
de nuestro cuerpo es la que ha movido a elegir esta lectura, en paralelo con la
del evangelio: la transfiguración de Jesús no solo anticipa su gloria sino
también la nuestra.
La teofanía a Abrahán (Gn 15, 5-12. 17-18)
En
el libro del Génesis, Abrahán, presentado como un pastor seminómada, recibe las
dos mayores promesas que puede desear: una descendencia numerosa y una tierra
donde asentarse.
El
texto podemos dividirlo en tres partes:
-
La primera promete una descendencia numerosa como las estrellas.
-
La segunda, la tierra (sin concretar de qué tierra se trata, se supone la de
Canaán).
-
La tercera une los dos temas: la descendencia de Abrahán heredará la tierra (en
este caso se le atribuye una extensión fabulosa).
No
consigo entender por qué se ha elegido esta lectura. Probablemente porque la
sección central (2) hace referencia a una teofanía, y se la ha visto en
paralelo con la transfiguración de Jesús. Pero cualquier parecido entre ambos
relatos es pura coincidencia.
1) En aquellos días, Dios sacó afuera a
Abrahán y le dijo:
-
Mira al cielo; cuenta las estrellas, si puedes.
Y
añadió:
- Así será tu descendencia.
Abrahán
creyó al Señor, y se le contó en su haber.
2) El Señor le dijo:
-
Yo soy el Señor, que te sacó de Ur de los Caldeos para darte en posesión esta tierra.
El
replicó:
-
Señor Dios, cómo sabré yo que voy a poseerla.
Respondió
el Señor:
-
Tráeme una ternera de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres
años, una tórtola y un pichón.
Abrahán
los trajo y los cortó por el medio, colocando cada mitad frente a la otra, pero
no descuartizó las aves. Los buitres bajaban a los cadáveres, y Abrahán los
espantaba. Cuando iba a ponerse el sol, un sueño profundo invadió a Abrahán, y
un terror intenso y oscuro cayó sobre él. El sol se puso, y vino la oscuridad;
una humareda de horno y una antorcha ardiendo pasaban entre los miembros
descuartizados.
3)
Aquel día el Señor hizo alianza
con Abrahán en estos términos: A tus
descendientes les daré esta tierra, desde el
río de Egipto al Gran Río Éufrates.
Santo
Patriarca Abraham

Abraham es el patriarca de las tres grandes religiones monoteístas. Gran
profeta del Antiguo Testamento.
Vida de Santo Patriarca Abraham
La historia
de Abraham se encuentra en el primer libro de la Biblia, el Libro del Génesis. Con
Abraham fundó Dios en el mundo la verdadera religión.
Vivía en la ciudad de Hur, cerca de los ríos
Tigris y Eufrates, cuando Dios le pidió el sacrificio de alejarse de su tierra,
que era muy fértil, y de su hermosa ciudad e irse a un país desconocido y
desértico, lejos de familiares y amigos. Abraham aceptó este sacrificio, y Dios
en pago le prometió que sus descendientes poseerían por siempre aquel país.
Abraham deseaba tener un hijo que prolongara
su familia, y Dios permitió que su esposa fuera estéril y que a la edad de 90
años Abraham todavía no lograra tener el hijo que tanto deseaba. Sin embargo,
Nuestro Señor le prometió que su descendencia sería tan numerosa como las
arenas del mar y Abraham creyó a esta promesa de Dios, y esta fe le fue
apreciada y recompensada.
Dios se le aparece en forma de viajero
peregrino (acompañado de dos ángeles disfrazados también) y Abraham los atiende
maravillosamente bien. Dios le promete que dentro de un año tendrá un hijo.
Sara la esposa, que está oyendo detrás de una cortina, se ríe de esta promesa,
porque le parece imposible ya que ellos dos son muy viejos. Dios manda que al
niño le pongan por nombre "Isaac", que significa "el hijo de la
sonrisa". Y cuando el jovencito tiene 12 años, Dios pide a Abraham que vaya
a un monte y le ofrezca el hijo en sacrificio. Abraham acepta esto que le
cuesta muchísimo y cuando ya va a matar a Isaac, un ángel le detiene la mano y
oye una voz del cielo que le dice: "He visto cuán grande es tu
generosidad. Ahora te prometo que tu descendencia nunca se acabará en el
mundo". Y luego ve un venado enredado entre unas matas de espinas y lo
ofrece en sacrificio a Dios.
Los enemigos
atacaron a la ciudad donde vivía Lot, el sobrino de Abraham, llevándose a todos
prisioneros. Entonces el patriarca reunió a sus obreros (318) y atacó por
sorpresa a los enemigos y libertó a todos los cautivos. En acción de gracias
llevó a Melquisedec, sacerdote de Jerusalén, la décima parte de todo lo que
había conseguido. Desde entonces quedó la costumbre de dar para Dios y para los
pobres el diezmo, o sea la décima parte de lo que cada uno gana.
Nuestro Señor
le comunicó a su amigo Abraham que iba a destruir a Sodoma por que en esa
ciudad se cometían pecados de homosexualidad. Abraham le rogó a Dios que no la
destruyera si había allí siquiera diez personas buenas. Pero como no las había,
cayó una lluvia de fuego y los mató a todos. Solo se salvó Lot, por ser el
sobrino de Abraham. Pero la mujer de Lot desobedeció la orden de los ángeles y
al salir de la ciudad se puso a mirar hacia atrás y quedó convertida en estatua
de sal.
Abraham fue
padre de Isaac, del cual nacieron Esaú y Jacob. Los hijos de Jacob se llaman
los doce Patriarcas, de los cuales se formó el pueblo de Israel. Dios le cambió
el nombre de Abrán, que significa "padre", por el nombre de
"Abraham", que significa: padre de muchos pueblos.
La S. Biblia alaba a Abraham porque creyó
contra toda esperanza y porque nunca dudó de que Dios sí cumple lo que promete,
aunque parezca imposible.
Santo Patriarca Abraham, pídele a Dios que
nos conceda una fe tan grande como la tuya, y el perseverar fieles a nuestra
religión hasta la muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario