14 - DE
MARZO – VIERNES –
1ª –
SEMANA DE CUARESMA – C
Sta. MATILDE
Lectura de la profecía de
Ezequiel (18,21-28):
ESTO dice el Señor Dios:
«Si
el malvado se convierte de todos los pecados cometidos y observa todos mis
preceptos, practica el derecho y la justicia, ciertamente vivirá y no morirá.
No se tendrán en cuenta los delitos cometidos; por la justicia que ha
practicado, vivirá. ¿Acaso quiero yo la muerte del malvado —oráculo del Señor
Dios—, y no que se convierta de su conducta y viva?
Si el inocente se aparta de su inocencia y comete maldades, como las
acciones detestables del malvado, ¿acaso podrá vivir? No se tendrán en cuenta
sus obras justas. Por el mal que hizo y por el pecado cometido, morirá.
Insistís: No es justo el proceder del Señor. Escuchad, casa de Israel:
¿Es injusto mi proceder? ¿No es más bien vuestro proceder el que es injusto?
Cuando el inocente se aparta de su inocencia, comete la maldad y muere,
muere por la maldad que cometió. Y cuando el malvado se convierte de la maldad
que hizo y practica el derecho y la justicia, él salva su propia vida. Si
recapacita y se convierte de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no
morirá».
Palabra de
Dios
Salmo:
129,1-2.3-4.5-7a.7bc-8
R/. Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?
Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica. R/.
Si llevas
cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá
resistir?
Pero de ti procede el perdón, y así
infundes temor. R/.
Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora. R/.
Porque del Señor viene la misericordia, la redención
copiosa;
y el redimirá a Israel de todos sus delitos. R/.
Lectura del santo evangelio
según san Mateo (5,20-26):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos:
«Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no
entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será
reo de juicio. Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra
su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil” tendrá que
comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la
“gehena” del fuego.
Por tanto, si cuando vas a
presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano
tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a
reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras vais
todavía de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te
metan en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas
pagado el último céntimo».
Palabra del
Señor
1.- El Señor
Dios tiene un principio de actuación: cada uno cargará con la recompensa
positiva o negativa de sus actos. El padre con lo suyo y el hijo con lo suyo.
“Si el malvado se convierte de los pecados cometidos… vivirá y no morirá; no se
recodarán los delitos que cometió, por la justicia que ha hecho, vivirá”.
Pero si el justo se aparta de su justicia y comete la maldad… por el pecado que cometió morirá. El mismo Señor se defiende de su actuación ante sus lectores y oyentes asegurando que su proceder es justo. Da a cada uno según sus actos. Si “el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere, muere por la maldad que cometió”. Si el malvado se convierte de su maldad, él mismo salva su vida… ciertamente vivirá y no morirá.
2.- “Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último
cuarto”.
Jesús asegura a sus discípulos que tienen que ser mejores que los
letrados y fariseos para entrar en el Reino de los cielos. Y les explica bien
su proceder. No es suficiente solo no matar al hermano. Es suficiente estar
peleado con él o llamarle imbécil o renegado para merecer la condena del fuego.
Y amplía su opinión. “Si vas a presentar tu ofrenda sobre el altar y
sabes que tu hermano tiene quejas contra ti”… tienes que ir primero a
reconciliarte con él para poder presentar tu ofrenda.
Si alguien te pone pleito procura arreglarte con él, no sea que a través
del juez y el alguacil te metan en la cárcel. “Te aseguro que no saldrás de
allí hasta que hayas pagado el último cuarto”.
Matilde significa: "valiente
en la batalla".
Era descendiente
del famoso guerrero Widukind e hija del duque de Westfalia. Desde niña fue
educada por las monjas del convento de Erfurt y adquirió una gran piedad y una
fortísima inclinación hacia la caridad para con los pobres. Muy joven se casó con Enrique, duque de Sajonia (Alemania). Su matrimonio
fue excepcionalmente feliz. Sus hijos fueron: Otón primero, emperador de
Alemania; Enrique, duque de Baviera; San Bruno, Arzobispo de Baviera; Gernerga,
esposa de un gobernante; y Eduvigis, madre del famoso rey francés, Hugo Capeto.
Su esposo Enrique
obtuvo resonantes triunfos en la lucha por defender su patria, Alemania, de las
invasiones de feroces extranjeros. Y él atribuía gran parte de sus victorias a
las oraciones de su santa esposa Matilde.
Enrique fue
nombrado rey, y Matilde al convertirse en reina no dejó sus modos humildes y
piadosos de vivir. En el palacio real más parecía una buena mamá que una reina,
y en su piedad se asemejaba más a una religiosa que a una mujer de mundo.
Ninguno de los que acudían a ella en busca de ayuda se iba sin ser atendido.
Era
extraordinariamente generosa en repartir limosnas a los pobres. Su esposo casi
nunca le pedía cuentas de los gastos que ella hacía, porque estaba convencido
de que todo lo repartía a los más necesitados. Tampoco se disgustaba por las
frecuentes prácticas de piedad a que ella se dedicaba, la veía tan bondadosa y
tan fiel que estaba convencido de que Dios estaba contento de su santo
comportamiento.
Después de 23 años
de matrimonio quedó viuda, al morir su esposo Enrique. Cuando supo la noticia
de que él había muerto repentinamente de un derrame cerebral, ella estaba en el
templo orando. Inmediatamente se arrodilló ante el Santísimo Sacramento y ofreció
a Dios su inmensa pena y mandó llamar a un sacerdote para que celebrara una
misa por el descanso eterno del difunto. Terminada la misa, se quitó todas sus
joyas y las dejó como un obsequio ante el altar, ofreciendo a Dios el
sacrificio de no volver a emplear joyas nunca más.
Su hijo Otón
primero fue elegido emperador, pero el otro hermano Enrique, deseaba también
ser jefe y se declaró en revolución. Otón creyó que Matilde estaba de parte de
Enrique y la expulsó del palacio. Ella se fue a un convento a orar para que sus
dos hijos hicieran las paces. Y lo consiguió. Enrique fue nombrado Duque de
Baviera y firmó la paz con Otón. Pero entonces a los dos se les ocurrió que
todo ese dinero que Matilde afirmaba que había gastado en los pobres, lo tenía
guardado. Y la sometieron a pesquisas humillantes. Pero no lograron encontrar
ningún dinero. Ella decía con humor: "Es verdad que se unieron contra mí,
pero por lo menos se unieron".
Y sucedió que
a Enrique y a Otón empezó a irles muy mal y comenzaron a sucederles cosas muy
desagradables. Entonces se dieron cuenta de que su gran error había sido tratar
tan mal a su santa madre. Y fueron y le pidieron humildemente perdón y la llevaron
otra vez a palacio y le concedieron amplia libertad para que siguiera
repartiendo limosnas a cuantos le pidieran.
Ella los perdonó
gustosamente. Y le avisó a Enrique que se preparara a bien morir porque le
quedaba poco tiempo de vida. Y así le sucedió.
Otón adquirió tan
grande veneración y tan plena confianza con su santa madre, que cuando se fue a
Roma a que el Sumo Pontífice lo coronara emperador, la dejó a ella encargada
del gobierno de Alemania.
Sus últimos años
los pasó Matilde dedicada a fundar conventos y a repartir limosnas a los
pobres. Otón, que al principio la criticaba diciendo que era demasiado
repartidora de limosnas, después al darse cuenta de la gran cantidad de
bendiciones que se conseguían con las limosnas, le dio amplia libertad para dar
sin medida. Dios devolvía siempre cien veces más.
Cuando Matilde
cumplió sus 70 años se dispuso a pasar a la eternidad y repartió entre los más
necesitados todo lo que tenía en sus habitaciones, y rodeada de sus hijos y de
sus nietos, murió santamente el 14 de marzo del año 968.
ORACION
Matilde: reina santa
y generosa: haz que todas las mujeres del mundo que tienen altos puestos o
bienes de fortuna sepan compartir sus bienes con los pobres con toda la
generosidad posible, para que así se ganen los premios del cielo con sus
limosnas en la tierra.
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