5 - DE MARZO
– MIERCOLES
DE CENIZA–
Lectura de la profecía de Joel
(2,12-18):
AHORA —oráculo del Señor—,
convertíos a mí de todo corazón,
con ayunos, llantos y lamentos;
rasgad vuestros corazones, no vuestros vestidos, y convertíos al Señor
vuestro Dios, un Dios compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en
amor, que se arrepiente del castigo.
¡Quién
sabe si cambiará y se arrepentirá dejando tras de sí la bendición, ofrenda y
libación para el Señor, vuestro Dios!
Tocad
la trompeta en Sion,
proclamad un ayuno santo, convocad a la asamblea, reunid a la gente,
santificad a la comunidad, llamad a los ancianos; congregad a los muchachos y a los niños de pecho; salga el esposo de la
alcoba y la esposa del tálamo.
Entre
el atrio y el altar lloren los sacerdotes, servidores del Señor, y digan:
«Ten compasión de tu pueblo, Señor; no
entregues tu heredad al oprobio ni a las burlas de los pueblos».
¿Por qué van a decir las gentes:
«Dónde está su Dios»?
Entonces se encendió el celo de Dios por
su tierra y perdonó a su pueblo.
Palabra de
Dios
Salmo:
50,3-4.5-6a.12-13.14.17
R/.
Misericordia, Señor: hemos pecado
Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo
mi delito, limpia mi pecado. R/.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado.
Contra ti, contra ti sólo pequé,
cometí la maldad en tu presencia. R/.
Oh, Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por
dentro con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu
rostro, no me quites tu santo espíritu. R/.
Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza. R/.
Lectura
de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios (5,20–6,2):
HERMANOS:
Actuamos
como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo exhortara por medio de
nosotros. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios.
Al que no conocía el pecado, lo hizo pecado en favor nuestro, para que
nosotros llegáramos a ser justicia de Dios en él.
Y
como cooperadores suyos, os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de
Dios. Pues dice:
«En el tiempo favorable te
escuché, en el día de la salvación te ayudé».
Pues
mirad: ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación.
Palabra de
Dios
Lectura
del santo evangelio según san Mateo (6,1-6.16-18):
EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuidad
de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por
ellos; de lo contrario no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial.
Por
tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen
los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la
gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa.
Tú,
en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu
derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te
recompensará.
Cuando
oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las
sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En
verdad os digo que ya han recibido su recompensa.
Tú,
en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre,
que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará.
Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran
sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya
han recibido su paga.
Tú,
en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu
ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu
Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».
Palabra del
Señor
1.- Convertíos al Señor Dios vuestro.
El profeta Joel, ante la desesperada
situación en que ha quedado Israel, tras sufrir una terrible plaga de langostas
que lo había destruido todo, hace una llamada profunda a la conversión, y los
ritos penitenciales que describe, tienen sentido si se convierten en un
auténtico sentir del espíritu, que proclama una vuelta al Dios creador de todo
y cuya misericordia nos facilita la salvación.
Nos
describe los mecanismos para conseguir una auténtica conversión a Dios, que son
una manifestación externa del posible arrepentimiento del pueblo, como son el
ayuno, el llanto, el luto (vistiendo con sayal de saco).
Invoca
para que los sacerdotes intercedan con llanto a Dios por el pueblo, solicitando
el perdón para todos, ya que ve como origen de la desgracia el olvido que el
pueblo ha tenido de la Alianza con Dios, y ahora se ven castigados por su
actitud.
Joel
finaliza este relato con un grito a la esperanza, pues Dios, en su infinita
misericordia, perdonó a su pueblo y restauró todo lo que se había perdido por
la plaga.
El
salmo 50 es un canto a la misericordia de Dios, solicitando el perdón y
reconociendo la culpa e invocando a la conversión, solicitando a Dios un
corazón puro y una renovación interior completa.
2.- Dejaos reconciliar con Dios.
El
pecado y el ambiente corrompido que se crea alrededor de las malas acciones
humanas hace que se aprecie más el placer fácil que el buscar la vida eterna,
ya que nos puede acarrear más dificultad y sacrificios para poder alcanzarla.
San
Pablo nos anima a que nos dejemos reconciliar con Dios, y a que, para eso, para
facilitárnoslo, Cristo fue capaz de cargar con nuestras culpas, es decir, Dios
hizo pecado al que no conocía el pecado, para que por Él llegáramos a ser
justicia de Dios.
Nos
está invitando a que no despreciemos la gracia que Dios nos pone a nuestro
alcance, pues es tanto el amor que nos tiene, que quiere que todos los hombres
se salven, y para eso Jesús no desechó el ambiente corrompido causado por los
pecados del hombre, sino al contrario, desde ese ambiente facilitó que el Padre
nos liberara de la carga del pecado, incluso a costa de su propia vida, que
entregó voluntariamente por nosotros, como muestra palpable de su inmenso amor
hacia la humanidad.
Por
todo ello debemos, al iniciar el camino hacia la Pascua, realizar un cambio de
mentalidad, no realizar sacrificios para hacernos pasar por buenos, sino asumir
el verdadero sentido que nos aporta la liturgia de este día: “Convertíos y
creed en el evangelio”.
3.- Entra en tu cuarto, cierra la puerta y reza a tu Padre que está en
lo escondido.
En
el sermón de la montaña, Jesús enseña multitud de cosas a los que le escuchan,
y entre ellas, según nos refiere Mateo en su evangelio, nos incita a practicar
buenas obras de forma discreta, con un corazón limpio, huyendo de aparentar
públicamente nuestras intenciones, como hacen los hipócritas, y para eso los
ejemplos que nos pone son concluyentes.
a.
Que tu mano izquierda no sepa lo que
hace tu derecha.
b.
No hacer oración de forma ostensible,
como queriendo dar a entender lo devotos que somos.
c.
Que cuando ayunes nadie pueda ver en
nuestro semblante lo que hacemos.
Todo
ello para que nuestros sacrificios u obras de caridad, se queden entre el Padre
y nosotros. No debemos pensar que a Dios le encanta que nos sacrifiquemos, lo
que debemos asumir es que estas acciones nos preparan para una adecuada
relación con nosotros mismos, superando los egoísmos y abriéndonos más a los
otros, a los que más lo necesitan, apoyándonos en la oración íntima con Dios,
que al mismo tiempo nos va a mostrar el camino hacia la auténtica relación
personal con el Creador, y que nos facilitará la dicha plena.
El
verdadero sacrificio se fragua en el corazón por medio de la fe y la
conversión. Unidos a Cristo, acompañándole por el camino de la Cruz para
alcanzar la plenitud verdadera.
¿Estamos
dispuestos a una verdadera y auténtica conversión?
Miércoles de Ceniza:
el inicio de la Cuaresma
La imposición
de las cenizas nos recuerda que nuestra vida en la tierra es pasajera y que
nuestra vida definitiva se encuentra en el Cielo
La imposición
de las cenizas nos recuerda que nuestra vida en la tierra es pasajera y que
nuestra vida definitiva se encuentra en el Cielo.
La Cuaresma
comienza con el Miércoles de Ceniza hoy 6 de marzo de 2019 y es un tiempo de
oración, penitencia y ayuno. Cuarenta días que la Iglesia marca para la
conversión del corazón.
Las palabras
que se usan para la imposición de cenizas son:
“Concédenos, Señor, el perdón y haznos
pasar del pecado a la gracia y de la muerte a la vida”
“Recuerda que polvo eres y en polvo te
convertirás"
“Arrepiéntete y cree en el Evangelio”.
Origen de la costumbre
Antiguamente
los judíos acostumbraban a cubrirse de ceniza cuando hacían algún sacrificio y
los ninivitas también usaban la ceniza como signo de su deseo de conversión de
su mala vida a una vida con Dios.
En los
primeros siglos de la Iglesia, las personas que querían recibir el Sacramento
de la Reconciliación el Jueves Santo, se ponían ceniza en la cabeza y se
presentaban ante la comunidad vestidos con un "hábito penitencial".
Esto representaba su voluntad de convertirse.
En el año 384
d.C., la Cuaresma adquirió un sentido penitencial para todos los cristianos y
desde el siglo XI, la Iglesia de Roma acostumbra a poner las cenizas al iniciar
los 40 días de penitencia y conversión.
Las cenizas
que se utilizan se obtienen quemando las palmas usadas el Domingo de Ramos de
año anterior. Esto nos recuerda que lo que fue signo de gloria pronto se reduce
a nada.
También, fue
usado el período de Cuaresma para preparar a los que iban a recibir el Bautismo
la noche de Pascua, imitando a Cristo con sus 40 días de ayuno.
La imposición
de ceniza es una costumbre que nos recuerda que algún día vamos a morir y que
nuestro cuerpo se va a convertir en polvo. Nos enseña que todo lo material que
tengamos aquí se acaba. En cambio, todo el bien que tengamos en nuestra alma
nos lo vamos a llevar a la eternidad. Al final de nuestra vida, sólo nos
llevaremos aquello que hayamos hecho por Dios y por nuestros hermanos los
hombres.
Cuando el
sacerdote nos pone la ceniza, debemos tener una actitud de querer mejorar, de
querer tener amistad con Dios. La ceniza se le impone a los niños y a los
adultos.
Significado del carnaval al inicio de la
Cuaresma
La palabra
carnaval significa adiós a la carne y su origen se remonta a los tiempos
antiguos en los que, por falta de métodos de refrigeración adecuados, los
cristianos tenían la necesidad de acabar, antes de que empezara la Cuaresma,
con todos los productos que no se podían consumir durante ese período (no sólo
carne, sino también leche, huevo, etc.)
Con este
pretexto, en muchas localidades se organizaban el martes anterior al miércoles
de ceniza, fiestas populares llamadas carnavales en los que se consumían todos
los productos que se podrían echar a perder durante la cuaresma.
Muy pronto
empezó a degenerar el sentido del carnaval, convirtiéndose en un pretexto para
organizar grandes comilonas y para realizar también todos los actos de los
cuales se "arrepentirían" durante la cuaresma, enmarcados por una
serie de festejos y desfiles en los que se exaltan los placeres de la carne de
forma exagerada, tal como sigue sucediendo en la actualidad en los carnavales
de algunas ciudades.
El ayuno y la abstinencia
El miércoles
de ceniza y el viernes santo son días de ayuno y abstinencia. La abstinencia
obliga a partir de los 14 años y el ayuno de los 18 hasta los 59 años. El ayuno
consiste hacer una sola comida fuerte al día y la abstinencia es no comer
carne. Este es un modo de pedirle perdón a Dios por haberlo ofendido y decirle
que queremos cambiar de vida para agradarlo siempre.
La oración
La oración en
este tiempo es importante, ya que nos ayuda a estar más cerca de Dios para
poder cambiar lo que necesitemos cambiar de nuestro interior. Necesitamos
convertirnos, abandonando el pecado que nos aleja de Dios. Cambiar nuestra
forma de vivir para que sea Dios el centro de nuestra vida. Sólo en la oración
encontraremos el amor de Dios y la dulce y amorosa exigencia de su voluntad.
Para que nuestra oración tenga frutos,
debemos evitar lo siguiente:
La hipocresía: Jesús no quiere que oremos para que los demás nos vean llamando la
atención con nuestra actitud exterior. Lo que importa es nuestra actitud
interior.
La disipación: Esto quiere decir que hay que evitar las distracciones lo más posible.
Preparar nuestra oración, el tiempo y el lugar donde se va a llevar a cabo para
podernos poner en presencia de Dios.
La multitud de palabras: Esto quiere decir que no se trata de hablar mucho o repetir oraciones de
memoria sino de escuchar a Dios. La oración es conformarnos con Él; nuestros
deseos, nuestras intenciones y nuestras necesidades. Por eso no necesitamos
decirle muchas cosas. La sinceridad que usemos debe salir de lo profundo de
nuestro corazón porque a Dios no se le puede engañar.
El sacrificio
Al hacer
sacrificios (cuyo significado es "hacer sagradas las cosas"), debemos
hacerlos con alegría, ya que es por amor a Dios. Si no lo hacemos así,
causaremos lástima y compasión y perderemos la recompensa de la felicidad
eterna. Dios es el que ve nuestro sacrificio desde el cielo y es el que nos va
a recompensar. “Cuando ayunéis no aparezcáis tristes, como los hipócritas que
desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo,
ya recibieron su recompensa. Tú cuando ayunes, úngete la cabeza y lava tu cara
para que no vean los hombres que ayunas, sino Tu Padre, que está en lo secreto:
y tu padre que ve en lo secreto, te recompensará.” (Mt 6,6)
Conclusión
Como vemos, la
ceniza no es un rito mágico, no nos quita nuestros pecados, para ello tenemos
el Sacramento de la Reconciliación. Es un signo de arrepentimiento, de
penitencia, pero sobre todo de conversión. Es el inicio del camino de la
Cuaresma, para acompañar a Jesús desde su desierto hasta el día de su triunfo
que es el Domingo de Resurrección.
Debe ser un
tiempo de reflexión de nuestra vida, de entender a donde vamos, de analizar
cómo es nuestro comportamiento con nuestra familia y en general con todos los
seres que nos rodean.
En estos
momentos al reflexionar sobre nuestra vida, debemos convertirla de ahora en
adelante en un seguimiento a Jesús, profundizando en su mensaje de amor y
acercándonos en esta Cuaresma al Sacramento de la Reconciliación (también
llamado confesión), que como su nombre mismo nos dice, representa
reconciliarnos con Dios y sin reconciliarnos con Dios y convertirnos
internamente, no podremos seguirle adecuadamente.
Está
Reconciliación con Dios está integrada por el Arrepentimiento, la Confesión de
nuestros pecados, la Penitencia y finalmente la Conversión.
El
arrepentimiento debe ser sincero, reconocer que las faltas que hemos cometido
(como decimos en el Yo Pecador: en pensamiento, palabra, obra y omisión), no
las debimos realizar y que tenemos el firme propósito de no volverlas a
cometer.
La confesión
de nuestros pecados, el arrepentimiento de nuestras faltas, por sí mismo no las
borra, sino que necesitamos para ello la gracia de Dios, la cual llega a
nosotros por la absolución de nuestros pecados expresada por el sacerdote en la
confesión.
La penitencia
que debemos cumplir empieza desde luego por la que nos imponga el sacerdote en
el Sacramento de la Reconciliación, pero debemos continuar con la oración, que
es la comunicación íntima con Dios, con el ayuno, que además del que manda la
Iglesia en determinados días, es la renuncia voluntaria a diferentes
satisfactores con la intención de agradar a Dios y con la caridad hacia el
prójimo.
Y finalmente
la Conversión que como hemos dicho es ir hacia delante, es el seguimiento a
Jesús.
Es un tiempo
de pedir perdón a Dios y a nuestro prójimo, pero es también un tiempo de
perdonar a todos los que de alguna forma nos han ofendido o nos han hecho algún
daño. Pero debemos perdonar antes y sin necesidad de que nadie nos pida perdón,
recordemos como decimos en el Padre Nuestro, muchas veces repitiéndolo sin
meditar en su significado, que debemos pedir perdón a nuestro Padre, pero antes
tenemos que haber perdonado sinceramente a los demás.
Y terminemos
recorriendo al revés nuestra frase inicial, diciendo que debemos escuchar y
leer el Evangelio, meditarlo y Creer en él y con ello Convertir nuestra vida,
siguiendo las palabras del Evangelio y evangelizando, es decir, transmitiendo
su mensaje con nuestras acciones y nuestras palabras.
Sugerencias para vivir la fiesta
Asistir a la
iglesia a ponerse ceniza con la actitud de conversión que debemos tener.
Fuente: Catholic.net
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