2 - DE ABRIL
– MIERCOLES –
4ª –
SEMANA DE CUARESMA - C
San Francisco
de Paula
Lectura del libro de Isaías (49,8-15):
ESTO dice el
Señor:
«En tiempo de
gracia te he respondido, en día propicio te he auxiliado; te he defendido y
constituido alianza del pueblo,para restaurar el país, para repartir heredades
desoladas, para decir a los cautivos: “Salid”, a los que están en tinieblas: “Venid a la luz”.
Aun por los
caminos pastarán, tendrán praderas en todas las dunas; no
pasarán hambre ni sed, no les hará daño el bochorno ni el
sol; porque los conduce el compasivo y los guía a manantiales de agua.
Convertiré
mis montes en caminos, y mis senderos se nivelarán. Miradlos venir de lejos; miradlos, del Norte y del Poniente, y los otros de la tierra de Sin.
Exulta, cielo; alégrate, tierra; romped a cantar, montañas, porque el Señor
consuela a su pueblo y se compadece de los desamparados».
Sion decía:
«Me ha
abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado».
¿Puede una
madre olvidar al niño que amamanta, no tener compasión del hijo de sus
entrañas?
Pues, aunque
ella se olvidara, yo no te olvidaré.
Palabra de Dios
Salmo:
144,8-9.13cd-14.17-18
R/. El Señor
es clemente y misericordioso
El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es
bueno con todos, es cariñoso con todas sus
criaturas. R/.
El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en
todas sus acciones.
El Señor
sostiene a los que van a caer, endereza a
los que ya se doblan. R/.
El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso
en todas sus acciones.
Cerca está el
Señor de los que lo invocan, de los que lo
invocan sinceramente. R/.
Lectura del
santo evangelio según san Juan (5,17-30):
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos:
«Mi Padre
sigue actuando, y yo también actúo».
Por eso los
judíos tenían más ganas de matarlo: porque no solo quebrantaba el sábado, sino
también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios.
Jesús tomó la
palabra y les dijo:
«En verdad,
en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta sino lo que viere
hacer al Padre. Lo que hace este, eso mismo hace también el Hijo, pues el Padre
ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará obras mayores que
esta, para vuestro asombro.
Lo mismo que
el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a
los que quiere.
Porque el
Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo todo el juicio, para que
todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al
Padre que lo envió.
En verdad, en
verdad os digo: quien escucha mi palabra y cree al que
me envió posee la vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado ya de
la muerte a la vida.
En verdad, en
verdad os digo: llega la hora, y ya está aquí, en que
los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán.
Porque, igual
que el Padre tiene vida en sí mismo, así ha dado también al Hijo tener vida en
sí mismo. Y le ha dado potestad de juzgar, porque es el Hijo del hombre.
No os
sorprenda esto, porque viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán
su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que
hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio.
Yo no puedo
hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no
busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió».
Palabra del Señor
1.-
El Profeta Isaías nos habla del amor de Dios por su pueblo, de cómo no lo
abandona, de cómo se preocupa de sus hijos, aún en los peores momentos. Frente
a la idea antigua de un Dios duro, terrible y lejano, el Profeta nos presenta a
un verdadero Padre cercano y cariñoso que cuida de los hombres: “Alégrate
tierra... porque el Señor consuela a su pueblo”.
El
pueblo judío había pasado grandes penalidades (éxodos, cautiverios, guerras…)
pero Dios siempre estaba ahí, no lo abandonó. Igual que el hijo pródigo se
alejó de su casa y de su familia, llevando una mala vida y dilapidando su
herencia, mientras su padre esperaba todos los días su regreso, así el pueblo
(nosotros) puede andar en la oscuridad y la deslealtad que el Padre aguardará
con los brazos abiertos y el perdón en el corazón. Así de infinita es la
misericordia de Dios.
La
Cuaresma es un buen momento para examinar nuestra relación con el Padre. Tal
vez estemos atravesando un mal momento, quizá nuestras ocupaciones diarias nos
tengan alejados de las cosas de Dios. La vida no es fácil y podemos caer en el desánimo,
pero el Señor siempre está ahí “lento a la cólera y rico en piedad” como dice
el Salmo de hoy. Aprovechemos este tiempo para meditar ante el Sagrario y
pongamos nuestra vida en las manos del Padre con la seguridad de que Él cuidará
de nosotros.
2.-
El Hijo es uno con el Padre.
Los
judíos (escribas y fariseos) no soportaban que Jesús llamara a Dios “Padre” ya
que para ellos era una blasfemia. Y Cristo les explica el porqué de esa
afirmación: al fin y al acabo Él es uno con su Padre, y nosotros somos
partícipes de esa filiación, somos hijos de Dios. Esta es la gran revolución de
la Nueva Alianza: el sabernos amados por el Padre y superar la muerte del
pecado a través de la Pasión de Jesús: “Mors morten superavit”, la muerte
venció a la muerte. “Los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan
oído vivirán” nos dice Cristo.
Jesús
nos enseñó como teníamos que tratar a Dios, como debía ser nuestra relación con
Él. Cuando los Discípulos le piden que les enseñe a rezar Él les dice: “Padre
Nuestro que estás en el cielo…” Aún hoy puede que a muchos nos cueste ver
a Dios como nuestro “Abba”, nuestro papá cercano y cariñoso, pero es así. Somos
sus hijos, sus criaturas ¿Cómo no iban a querer los judíos matar a Jesús si le
estaba dando la vuelta a todo? Incluso se igualaba a Dios y decía ser uno con
Él y obrar en su nombre.
3.-
Con esta confianza de hijo a padre debemos caminar esta Cuaresma. Hagamos el
propósito de tratar a Dios con el cariño y la familiaridad del que sabe que
habla con su padre. Saquemos unos momentos al día para ponernos en oración,
para contarle nuestras cosas, para pedirle consejo, para decirle lo que nos
preocupa. Hagamos este camino con la mirada puesta en la Pascua en la que todos
resucitaremos con Cristo, porque como Él mismo nos dice: “Quien escucha mi
palabra y cree al que me envió posee la vida eterna” Jesús es uno con el Padre
y nosotros debemos ser uno con Él.
San Francisco
de Paula
San Francisco de Paula, ermitaño, fundador de la Orden de los Mínimos en
Calabria, prescribiendo a sus discípulos que viviesen de limosnas, no teniendo
propiedad ni manipulando dinero, y que utilizasen sólo alimentos cuaresmales.
Llamado a Francia por el rey Luis XI, le asistió en el lecho de muerte, y
célebre por la austeridad de vida, murió a su vez en Plessis-les-Tours, junto a
Tours.
Vida de San Francisco de Paula
Nació en un pueblecito llamado Paula, en Italia, en 1416. Cuando tenía unos
pocos años se enfermó gravemente de los ojos. Se encomendó junto con sus padres
a San Francisco de Asís y este santo le obtuvo de Dios la curación. En acción
de gracias se fue a los 14 años en peregrinación a Asís, y allá recibió la
inspiración de convertirse en ermitaño, dedicado a rezar y a hacer penitencia.
Se retiró a la montaña, y ahí permaneció durante cinco años, rezando,
meditando y alimentándose solamente de agua y de yerbas silvestres y durmiendo
sobre el duro suelo, teniendo por almohada una piedra. Pronto, varios hombres
siguieron su ejemplo. Francisco tuvo que fundar varias casas para sus
religiosos y, en todos sus conventos puso una consigna o ley que había que
cumplir siempre. Decía así: "Cuaresma perpetua". Esto quiere decir
que en la alimentación se debían hacer las mortificaciones que antiguamente se
hacían en cuaresma con el fin de fortificar la voluntad.
Miles de hombres decidieron abandonar la vida pecaminosa del mundo e irse a
la Comunidad religiosa fundada por San Francisco de Paula. Así como San
Francisco de Asís les había puesto a sus religiosos el nombre de "hermanos
menores", San Francisco de Paula les puso a los que pertenecían a su
comunidad el nombre de "hermanos Mínimos". El Divino Espíritu le
concedió a San Francisco de Paula el don de hacer milagros, de hacer
curaciones, y el don de profecía.
El Papa Pablo
VI dijo en 1977 que San Francisco de Paula es un verdadero
modelo para los que tienen que llamarles la atención a los gobernantes que
abusan de su poder y que malgastan en gastos innecesarios el dinero que
deberían emplear en favor de los pobres. Por muchos años nuestro santo
recorrió ciudades y pueblos llevando los mensajes de Dios a las gentes. Y en
aquellos tiempos (como ahora) había alcaldes, gobernadores, ministros y hasta
jefes de Estado que abusaban de su poder y gastaban los dineros públicos para
enriquecerse o para hacer gastos inútiles y conseguir lujos, en vez de socorrer
a los necesitados. A ellos les iba recordando San Francisco que a cada uno le
dirá Cristo en el día del juicio aquellas palabras que dijo en el Evangelio: "Dame
cuenta de tu administración".
También les recordaba esta frase del Apocalipsis: "He aquí que tengo y
traigo conmigo mi salario. Y le daré a cada uno según hayan sido sus
obras". Todo esto hacía pensar muy seriamente a muchos gobernantes y los
llevaba a corregir los modos equivocados de proceder que habían tenido en el
pasado. El santo logró convertir a Luis XI antes de su muerte. Este quedó tan
agradecido que nombró a Francisco de Paula como director espiritual de su hijo,
el futuro Carlos VIII, rey de Francia.
Murió el Santo, 2 de abril de 1507. El pueblo empezó inmediatamente a
proclamarlo como santo y los milagros empezaron a sucederse. Doce años después
de su muerte, fue proclamado santo por el Sumo Pontífice León X, en 1519.
Fuente: http://ewtn.com
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