miércoles, 19 de marzo de 2025

Párate un momento: El Evangelio del dia 21 - DE MARZO – VIERNES – 2ª – SEMANA DE CUARESMA - C San Nicolás de Flüe

 

 


 

21 - DE MARZO – VIERNES –

2ª – SEMANA DE CUARESMA - C

San Nicolás de Flüe

 

       Lectura del libro del Génesis (37,3-4.12-13a. 17b-28):

   ISRAEL amaba a José más que a todos los otros hijos, porque le había nacido en la vejez, y le hizo una túnica con mangas. Al ver sus hermanos que su padre lo prefería a los demás, empezaron a odiarlo y le negaban el saludo.

   Sus hermanos trashumaron a Siquén con los rebaños de su padre. Israel dijo a José:

   «Tus hermanos deben de estar con los rebaños en Siquén; ven, que te voy a mandar donde están ellos».

  José fue tras sus hermanos y los encontró en Dotán. Ellos lo vieron desde lejos y, antes de que se acercara, maquinaron su muerte.

   Se decían unos a otros:

  «Ahí viene el soñador. Vamos a matarlo y a echarlo en un aljibe; luego diremos que una fiera lo ha devorado; veremos en qué paran sus sueños».

   Oyó esto Rubén, e intentando salvarlo de sus manos, dijo:

  «No le quitemos la vida».

  Y añadió:

  «No derraméis sangre; echadlo en este aljibe, aquí en la estepa; pero no pongáis las manos en él».

  Lo decía para librarlo de sus manos y devolverlo a su padre.

Cuando llegó José al lugar donde estaban sus hermanos, lo sujetaron, le quitaron la túnica, la túnica con mangas que llevaba puesta, lo cogieron y lo echaron en un pozo. El pozo estaba vacío, sin agua.

   Luego se sentaron a comer y, al levantar la vista, vieron una caravana de ismaelitas que transportaban en camellos goma, bálsamo y resina de Galaad a Egipto. Judá propuso a sus hermanos:

   «¿Qué sacaremos con matar a nuestro hermano y con tapar su sangre? Vamos a venderlo a los ismaelitas y no pongamos nuestras manos en él, que al fin es hermano nuestro y carne nuestra».

   Los hermanos aceptaron.

   Al pasar unos mercaderes madianitas, tiraron de su hermano; y, sacando a José del pozo, lo vendieron a unos ismaelitas por veinte monedas de plata. Estos se llevaron a José a Egipto.

 

Palabra de Dios

 

 

  Salmo: 104,16-17.18-19.20-21

 

      R/. Recordad las maravillas que hizo el Señor

  Llamó al hambre sobre aquella tierra: cortando el sustento de pan;

por delante había enviado a un hombre, a José, vendido como esclavo. R/.

 

      Le trabaron los pies con grillos, le metieron el cuello en la argolla, hasta que se cumplió su predicción, y la palabra del Señor lo acreditó. R/.

 

    El rey lo mandó desatar, el señor de pueblos le abrió la prisión, lo nombró administrador de su casa, señor de todas sus posesiones. R/.

 

        Lectura del santo evangelio según san Mateo (21,33-43.45-46):

 

  EN aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:

  «Escuchad otra parábola:

  “Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cayó en ella un lagar, construyó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó lejos.

   Llegado el tiempo de los frutos, envió sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro y a otro lo apedrearon.

   Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo.

   Por último, les mandó a su hijo diciéndose: ‘Tendrán respeto a mi hijo’.

   Pero los labradores, al ver al hijo se dijeron:

   ‘Este es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia’.

   Y agarrándolo, lo sacaron fuera de la viña y lo mataron.

        Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?”».

    Le contestan:

   «Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo».

   Y Jesús les dice:

   «¿No habéis leído nunca en la Escritura:

   “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”?

   Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos».

   Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que hablaba de ellos. Y, aunque intentaban echarle mano, temieron a la gente, que lo tenía por profeta.

 

Palabra del Señor

 

    1.- ¡Cuántas veces, por desgracia, se cumple el dicho latino: Corruptio optimi pessima! La corrupción de lo óptimo es lo pésimo. La fraternidad es una de esas realidades sublimes, óptimas, de las que podemos disfrutar las personas humanas. ¡Cómo gozamos cuando los hermanos nos llevamos bien, nos hablamos, confiamos unos en los otros, nos ayudamos, nos consolamos… nos amamos! Pero ¡cuánto sufrimos cuando la fraternidad se corrompe! Y los que son hermanos dejan de tratarse como tales y pueden llegar a lo más alto de lo peor, a lo pésimo. Por envidia, por celos, los hermanos de José se vuelven enemigos de él, buscan su mal, y proponen tres reacciones contrarias a la fraternidad: matar a José, arrojarle a un pozo, venderlo a los ismaelistas.

Tenemos toda la razón en indignarnos contra los hermanos de José. Pero tenemos también que mirarnos al espejo. El espejo nos devuelve la imagen de muchas antifraternidades que estamos realizando en nuestra sociedad. Millones y millones de hermanos nuestros padecen hambre severa y muchos de ellos mueren, por culpa de una mala distribución de la riqueza. Millones de emigrantes y refugiados, hermanos nuestros, no son tratados como hermanos en los países que los medio recibimos. Y a nivel más personal, siempre nos tendremos que preguntar cómo vivimos la fraternidad predicada y querida por nuestro Maestro y Señor, Jesús de Nazaret. Que nunca nos disculpemos como Caín, al ser preguntado por el paradero de su hermano Abel: “No sé. ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano”.

 

 2.- Nos encontramos con esta parábola donde que apunta al rechazo y muerte de Jesús. Jesús sufrió por el rechazo de su pueblo. Hasta lloró contemplando a Jerusalén. Sus compatriotas de Jerusalén no le hicieron caso, y Jesús llora por ellos. Llora porque les ofrecía algo sublime, algo que toda persona necesitamos y no lo aceptaban. Les ofrecía vida y no la querían, les ofrecía luz y no la querían, les ofrecía verdad y no la querían, les señalaba el camino que lleva al sentido, a la esperanza y se iban por otros. En una de sus discusiones con los judíos les tuvo que decir: “No queréis venir a mí para tener vida”.

Ojalá que nosotros, cuando alguien, desde fuera o desde dentro, nos pregunte si queremos abandonar a Jesús y no hacerle caso, le podamos decir desde lo más hondo de nuestro corazón: “Señor Jesús ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna”… nos quedamos contigo.

 

San Nicolás de Flüe

 


Suiza, en los siglos XIV y XV, está empapada de corrientes espirituales que son propicias para la ascesis y para las visiones. Y no solamente se dan entre los clérigos o en los claustros de los monasterios; han trascendido también al laicado y en cualquier esquina o iglesia puede uno toparse con gente que transmita experiencias sobrenaturales habidas en la intimidad de la oración.

Nicolás de Flüe es un santo suizo y de esta época. Soporta sobre su figura, no legendaria sino bien probada por la historia, la dignidad nacional tanto por parte de los protestantes como de los católicos, dada la curiosa complejidad que desde siglos lleva consigo el pueblo suizo, aunque ciertamente unos y otros lo tienen como personaje emblemático por distintos motivos; los que se llaman reformadores lo miran desde la cara política y los católicos añaden el matiz espiritual.

Nació en el 1417, justo el año en que termina el Cisma de Occidente con la elección de Martín V como Papa por el concilio de Constanza. En familia de católicos campesinos, se ocupa de los trabajos del campo, pero es asiduo a la oración y practica el ayuno como cosa habitual cuatro días por semana. Se casa cuando tiene treinta años con Dorotea Wyss. La unidad familiar dura veinte años, tienen 10 hijos, uno de ellos llega a frecuentar la universidad y el mayor consigue ser presidente de la Confederación. Siendo Nicolás un hombre de paz, tuvo que intervenir en tres guerras, en la de liberación de Nüremberg, en la vieja de Zurich y en la de Turgovia contra Segismundo.

En el año 1467 da comienzo la parte de su vida que, aunque llena de contradicciones, es la forja de su santidad y de su fecundidad política. Veámosla. Tiene cincuenta años y con el permiso de su esposa y de sus hijos se retira a vivir como eremita en la garganta de Ranft. Vive entregado a la meditación preferentemente de la Pasión del Señor que contempla siguiendo los distintos episodios, como hicieron Juan Ruysbroeck y Enrique Suso. Obtiene un alto y profundo conocimiento de la Santísima Trinidad. Hace notable penitencia y practica riguroso ayuno. La celda que le han construido los paisanos solo dispone de una ventana para ver los oficios del sacerdote y otra para contemplar la naturaleza de Unterwald. El obispo de Constanza va a bendecir el lugar, que se convierte en centro de peregrinación. El contenido será el culto a la Eucaristía y el motivo el hecho milagroso del ayuno absoluto y prolongado de Nicolás. No prueba bocado en veinte años; solo ingiere la Eucaristía y una vez come porque lo manda su obispo para probar su obediencia, humildad y el carácter sobrenatural del ayuno. Aquí tiene visiones sobrenaturales y de aquí arranca su energía y acierto para enfocar los asuntos políticos que darán a Suiza estabilidad y forma de gobierno peculiar.

El místico pacificador y salvador de la patria suiza fue juez y consejero en su cantón; también Diputado en la Dieta federal en 1462 y rechazó la jefatura del Estado. En 1473 propicia y consigue se firme el tratado de paz perpetua con Austria. En la Dieta de Stans del 1478 evita la guerra civil, consiguiendo el milagro de la reconciliación. Su obra política no fue solo coyuntural, sino que hizo técnicamente posible la realidad de la patria común suiza.

Se cierra su vida con una enfermedad cargada de dolor y de sufrimiento que lleva con paciencia tan grande como su pobreza. Después de recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo, muere el 21 de marzo de 1487.

Desde el siglo XVI, tanto los protestantes como los católicos requieren su patronazgo; unos por sus recomendaciones de mantenerse dentro de las fronteras, por los razonamientos que les ayudan a no mezclarse en políticas extranjeras y por la cuasi prohibición de mostrar interés por la política europea; los otros, por ser un gran político que saca su genio de la condición de santo y fiel.

Sea como sea, Nicolás supo articular, unir y compaginar de un modo asombrosamente original lo que a la mayoría de los mortales nos parece un imposible contradictorio: cuidó con esmero las cosas de la tierra y amó intensamente las del cielo; fue un hombre con una actividad incansablemente eficaz, sin dejar de ser contemplativo; es a la vez casado y eremita; resulta al mismo tiempo el primer político y el más grande santo; tiene la extraña sabiduría que valora lo poco nuestro y la inmensidad de lo divino.

Los católicos comenzaron en el 1591 el proceso de canonización que no llega a promulgarse –un dato contradictorio más– hasta el 1947 por el papa Pío XII, el mismo día de la Ascensión. Han pasado más de 350 años y es que la santidad, antes de ser oficialmente reconocida, está supeditada a las contingencias históricas.

 

 

 

 

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