miércoles, 28 de octubre de 2015




29 de Octubre  - JUEVES-
XXXª – Semana del Tiempo Ordinario

Lc 13,31-35

   En aquella ocasión, se acercaron unos fariseos a decirle: “Márchate de aquí, porque Herodes quiere matarte”.
 Él contestó: “Id a decirle a ese zorro: “Hoy y mañana seguiré curando y echando demonios; pasado mañana soy consumado”.    Pero hoy y mañana y pasado tengo que caminar porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén.
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían!    ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus pollitos bajo las alas!    Pero no habéis querido.    Vuestra casa seos quedará vacía.    Os digo que no me volveréis a ver hasta que exclaméis:
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”.

1.   Los comentaristas de este evangelio reconocen, no solo su autenticidad, sino sobre todo su importancia para comprender lo que nos quiere enseñar el evangelio de Lucas (H. Conzelmann). Otros piensan que se trata de una “tradición sólida” (F. Bovon).
¿Por qué quería Herodes matar a Jesús? ¿Fue esta advertencia un invento de los fariseos?
Sea lo que sea de estas cuestiones, lo cierto es que Jesús respondió con una libertad provocativa.     Llamarle “zorro”, en público, a aquel tirano fue una osadía.    El zorro, en la literatura griega, designaba a la persona astuta y redomada (Píndaro, Platón), una connotación que influyó en el lenguaje hebreo (Strack - Billerbeck, II).    Pero, además de astucia, la metáfora del zorro indica el poco peso que tenía la amenaza de Herodes (A. W. Verrall).

2.   Jesús sabe que lo van a matar en la capital, en Jerusalén.    Porque hasta Jerusalén quiere ir él para denunciar allí, en el centro del sistema corrupto, las perversiones en que había incurrido la religión bajo la dirección de unos sacerdotes y teólogos corruptos.
 A Jesús no lo mató el judaísmo, sino sus dirigentes.
 Cuando en una religión los dirigentes se pervierten, con su perversión acarrean la desgracia para el hecho religioso y sus creyentes.    Y, por supuesto, para la institución que dirigen y representan.

3.   En su denuncia contra Jerusalén, Jesús hace una afirmación conmovedora.
Él se autopresenta en la metáfora de una gallina que protege bajo sus alas a sus polluelos.    La gallina cubre así a sus hijos para protegerlos de la amenaza de las grandes aves rapaces que los roban entre sus uñas, los matan y los devoran.
 La gallina prefiere morir ella, con tal que no toquen a sus pequeñas criaturas.
Así es Jesús.    Así es el Dios de Jesús.
 En el uso del español, decirle a uno que es “un gallina” es un insulto que indica cobardía y debilidad.    Y sin embargo, no hay mayor valentía, mayor grandeza y
nobleza más grande que la de la madre que protege y calienta con sus alas a sus pequeñas e indefensas criaturas.
Es la imagen perfecta de Jesús (Alberto Maggi, O. H. Steck).
No olvidemos que la imagen de las alas tiene una rica tradición en la Biblia (Deut 32, 11; SaI 16, 8; 56, 2; 60,5; 90, 4) (F.

Bovon).

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