12 de Octubre
- LUNES –
DÍA DE LA VIRGEN DEL PILAR
Primera lectura:1 Crónicas 15, 3-4. 15-16; 16, 1-2
En aquellos días, David congregó en
Jerusalén a todos los israelitas, para trasladar el arca del Señor al lugar que
le había preparado. Luego reunió a los hijos de Aarón y a los
levitas. Luego los levitas se echaron
los varales a los hombros y levantaron en peso el arca de Dios, tal como había
mandado Moisés por orden del Señor.
David
mandó a los jefes de los levitas organizar a los cantores de sus familias, para
que entonasen cantos festivos acompañados de instrumentos, arpas, citaras y platillos.
Metieron el arca de Dios y la
instalaron en el centro de la tienda que David le había preparado.
Ofrecieron
holocaustos y sacrificios de comunión a Dios y, cuando David terminó de ofrecerlos,
bendijo al pueblo en nombre del Señor.
Salmo 26, 1.3.4.5
R//
El Señor me ha coronado,
sobre la columna me ha exaltado.
• El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R//
• Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo. R//
• Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo. R//
• Él me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca. R//
Segunda lectura: Hechos 1, 12-14
Después de subir Jesús al cielo, los apóstoles
se volvieron a Jerusalén, desde el monte que llaman de los Olivos, que dista de
Jerusalén lo que se permite caminar el sábado.
Llegados a casa, subieron a la
sala, donde se alojaban: Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe, Tomás,
Bartolomé, Mateo, Santiago el de Alfeo, Simón el Celotes y Judas el de
Santiago. Todos ellos se dedicaban a
la oración en común, junto con algunas mujeres, entre ellas María, la madre de
Jesús, y con sus hermanos.
Evangelio: Lucas 11, 27-28
En aquel tiempo, mientras Jesús
hablaba a las gentes, una mujer de entre el gentío levantó la voz, diciendo:
“Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron”. Pero él repuso:
“Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen”.
Comentario
En el día
de Nuestra Señora del Pilar, nos acordamos de aquella mujer del Evangelio que
con firmeza y seguridad levantó la voz para que la oyeran y lanzó lo que
pretendía ser un elogio público. Aquella mujer anónima representa a todas las mujeres
que a través de un compromiso dedican su vida a elogiar los dichos y hechos de
Jesús. Aquellas que, como María, se elevan sobre un pilar para proclamar las grandezas
del Señor. María del Pilar, como el resto
de advocaciones marianas, presenta la imagen de la Madre del Salvador como
modelo y ejemplo de vida. Hoy celebramos una fiesta singular, una
solemnidad entrañable,
una ocasión única para subirnos al pilar de nuestra
fe y proclamar a voz en grito y ante
todo el pueblo la buena noticia del Evangelio, la
alegría de nuestra salvación.
HISTORIA Y TRADICIÓN
La tradición, tal
como ha surgido de unos documentos del siglo XIII que se conservan en la
catedral de Zaragoza, se remonta a
la época inmediatamente posterior a la Ascensión de Jesucristo, cuando
los apóstoles predicaban el Evangelio. Se
dice que, por entonces (40 AD), el Apóstol Santiago el Mayor, hermano de San
Juan e hijo de Zebedeo, predicaba en España. Santiago obtuvo la bendición de la Santísima Virgen para su misión.
Los documentos dicen textualmente que Santiago, "pasando por Asturias, llegó con sus nuevos discípulos a
través de Galicia y de Castilla, hasta Aragón, el territorio que se
llamaba Celtiberia, donde está situada la ciudad de Zaragoza, en las riberas
del Ebro.
En la noche del 2 de enero del año 40 AD,
Santiago se encontraba con sus discípulos junto al río Ebro cuando "oyó voces de ángeles que cantaban Ave,
María, gratia plena y vio aparecer a la Virgen Madre de Cristo, de pie sobre un
pilar de mármol".
La Santísima
Virgen, que aún vivía, le pidió al Apóstol que se le construyese allí una
iglesia, con el altar en torno al pilar donde estaba de pie y prometió
que "permanecerá este sitio
hasta el fin de los tiempos para que la virtud de Dios obre portentos y
maravillas por mi intercesión con aquellos que en sus necesidades imploren mi
patrocinio".
Desapareció la Virgen y quedó ahí el pilar.
El Apóstol Santiago y
los ocho testigos del prodigio comenzaron inmediatamente a edificar una iglesia
en aquel sitio y, con el concurso de los conversos, la obra se puso en marcha
con rapidez. Pero antes que estuviese terminada la Iglesia,
Santiago ordenó presbítero a uno de sus discípulos para servicio de la misma, la
consagró y le dio el título de Santa
María del Pilar, antes de regresar a Judea. Esta
fue la primera iglesia dedicada en honor a la Virgen Santísima.
Muchos historiadores
e investigadores defienden esta tradición y aducen que hay una serie de monumentos
y testimonios que demuestran la existencia de una iglesia dedicada a la Virgen
de Zaragoza.
El más antiguo
de estos testimonios es el famoso sarcófago de Santa Engracia, que se conserva
en Zaragoza desde el siglo IV, cuando la santa fue martirizada.
El sarcófago representa, en un bajo relieve, el descenso de la Virgen de
los cielos para aparecerse al Apóstol Santiago.
Asimismo, hacia el año 835, un monje de San Germán de París, llamado
Almoino, redactó unos escritos en los que habla de la Iglesia de la
Virgen María de Zaragoza, "donde había servido en el siglo III el gran
mártir San Vicente", cuyos restos fueron depositados por el obispo de
Zaragoza, en la iglesia de la Virgen María. También está atestiguado que antes de la
ocupación musulmana de Zaragoza (714) había allí un templo dedicado a la
Virgen.
La devoción del pueblo por la Virgen del
Pilar se halla tan arraigada entre los españoles y desde épocas tan remotas,
que la Santa Sede permitió el establecimiento del Oficio del Pilar en el que se
consigna la aparición de la Virgen del Pilar como "una antigua y piadosa creencia".
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