viernes, 9 de octubre de 2015

Párate un momento: Evangelio del día 10 de Octubre - SÁBADO – XXVIIª – Semana del Tiempo Ordinario





10 de Octubre  - SÁBADO –
XXVIIª – Semana del Tiempo Ordinario

Evangelio: Lc 11,27-28

   En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a las turbas, una mujer de entre el gentío levantó la voz diciendo: “¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron!”.
Pero él repuso: “Mejor: ¡Dichosos los que
escuchan la palabra de Dios y la cumplen!”.

1.   Algunos exegetas se preguntan si este breve relato no será una variante del otro en que la madre y los hermanos de Jesús fueron a buscarlo a él (Lc 8, 19-21) (E. Klostermann).    Hay quienes descartan esa hipótesis (J. A. Fitzmyer).
Sea lo que sea de esta cuestión, el hecho es que la respuesta de Jesús en ambos casos es la misma: la mayor grandeza y la mayor dicha es escuchar la palabra de Dios y cumplirla.    Eso es más importante en la
vida que incluso tener la relación de parentesco más íntima que se puede
tener con Jesús, la relación “madre-hijo”

2.   Pero, ¡atención!: lo decisivo no es “oír” la palabra de Dios, sino “cumplirla”.
O sea, lo decisivo es que la Palabra de Dios se constituya en el principio determinante y organizativo de nuestra vida.    
Hay que recordar aquí que, en las culturas del antiguo oriente, la palabra no tenía principalmente la función de signo que transmite un conocimiento, sino que era considerada como una fuerza que transformaba el ámbito en que penetraba.
Toda la Biblia se ha de entender desde este punto de vista.     De ahí que integrar la Palabra de Dios en la propia vida es más determinante que ser de la misma familia de Jesús.
3.   Pero hay algo más fuerte aún.    Según el N. T., la Palabra de Dios es Jesús.
Esto ya se dice en los sinópticos (Mc 4, 14 Ss; Lc 5, 1...). Pero, sobre todo, es en el evangelio de Juan en el que se afirma que la Palabra se ha hecho carne (Jn 1, 14), es decir, la Palabra de Dios se ha hecho humanidad.    Lo cual es como decir debilidad, bondad, cercanía humana, amor.
Por eso, lo que en definitiva afirma Jesús —y en lo que insiste— es que lo más importante en la vida es “ser profundamente humano”.     Esto es lo que importa de verdad.    Porque es mediante nuestra humanización como encontramos
a Dios.     De la misma manera que haciéndose humano es como Dios nos
encontró a nosotros.



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