23 de Octubre
- VIERNES –
XXIXª – Semana del Tiempo Ordinario
Evangelio: Lc
12,54-59
En aquel tiempo, decía Jesús a la gente:
“Cuando veis subir una nube por el poniente, decís enseguida: “Chaparrón
tenemos”, y así sucede.
Cuando
sopla el sur decís: “Va a hacer bochorno”,
y lo hace. Hipócritas: si sabéis interpretar el aspecto de la tierra
y del cielo, ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente? ¿Cómo no sabéis juzgar vosotros mismos lo que
se debe hacer? Cuando te diriges al
tribunal con el que te pone pleito, haz lo posible por llegar a un acuerdo con
él, mientras vais de camino; no sea que
te arrastre ante el juez y el juez te entregue al guardia, y el guardia te meta
en la cárcel.
Te
digo que no saldrás de allí hasta que pagues el último céntimo”.
1. A todo el mundo le preocupa ahora el cambio
climático. Y son muchos los que se preguntan angustiados
si no estamos asistiendo a una nueva era en la historia y en la vida de la
humanidad.
Como se suele
decir últimamente, “no vivimos en una época de cambio, sino en un cambio de época”.
Un cambio
acelerado y creciente que lo está trasformando todo: las costumbres, las formas
de vida, los valores y, de un modo especial, las creencias, los usos y
tradiciones religiosas.
2. Por eso ahora, más que nunca, la Iglesia
tiene “el deber apremiante de escrutar a fondo los “signos de los tiempos” e
interpretarlos a la luz del Evangelio (Conc. Vaticano II. GS 4, 1).
¿Qué quiere
decir esto ahora mismo?
Cuando se
producen cambios tan rápidos y tan profundos, con tales cambios ocurren dos
cosas:
1) Las
religiones se quedan rezagadas, no pueden evolucionar con la misma rapidez con
que cambia la sociedad.
2) Mucha gente
se desconcierta y por eso, mientras unos abandonan las creencias, otros se
aferran a lo que les da seguridad, lo tradicional, lo de siempre.
Así las cosas,
surgen las divisiones, las tensiones, los conflictos.
El problema en
este momento está en que, después de Pablo VI, el papado ha protegido y
potenciado a los grupos de creyentes más fundamentalistas, al tiempo que
grandes cantidades de cristianos abandonan masivamente las creencias y
prácticas religiosas.
Los “signos de los tiempos impulsan a poner
los ojos en la humanidad sufriente que busca, y no encuentra, un mundo más humano.
Es urgente que
todos en la Iglesia nos
esforcemos por
humanizar este mundo a la luz del Evangelio.
3. La gran
oferta, que Dios nos ha hecho, es el papa Francisco: un hombre de Dios, que no
se limita a buscar el “bien”, sino que contagia “bondad”.
Porque es a
partir de la bondad —corazón del Evangelio— desde donde
se puede
cambiar este mundo.
Por eso el
actual obispo de Roma ha llegado, en pocos meses, a ser considerado como el
“hombre del año”.
Y su popularidad
crece de día en día.
La bondad del actual
Papa es lo que este
mundo necesita
de forma más apremiante.
¿Cuándo se nos va a conocer —y reconocer— a
los cristianos, precisamente, por nuestra bondad?
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