16
de Octubre - VIERNES -
XXVIIIª
– Semana del Tiempo Ordinario
Evangelio:
Lc 12,1-7
En
aquel tiempo, miles y miles de personas se agolpaban hasta pisarse unos
a otros.
Jesús empezó a hablar; dirigiéndose primero a sus
discípulos: “Cuidado con la levadura de los fariseos, o sea, con
su hipocresía.
Nada
hay cubierto que no llegue a descubrirse, nada hay escondido que
no
llegue a saberse.
Por eso, lo que digáis de noche, se repetirá a
pleno día, y lo que digáis al oído en el sótano, se pregonará
desde la azotea.
A
vosotros os digo, amigos míos: no tengáis miedo a los que matan el
cuerpo, pero no pueden hacer más.
Os voy a decir a quién tenéis
que temer: temed al que tiene poder para matar y después echar en el
fuego.
A
ese tenéis que temer, os lo digo yo.
¿No
se venden cinco gorriones por dos cuartos?
Pues ni de uno solo se
olvida Dios.
Hasta los pelos de vuestra cabeza están contados.
Por lo tanto, no tengáis miedo: no hay comparación entre vosotros y
los gorriones".
1.
Jesús les advierte a sus discípulos que es peligrosa “la
levadura” de los fariseos.
La
“levadura” es un término bíblico importante. El poquito de
masa ya fermentada que, incorporada a la masa nueva, hace que
fermente el pan era considerado como un elemento “impuro”.
De
forma que los panes sin levadura eran los únicos que se podían
ofrecer a Dios en sacrificio (F. Bovon).
Pues
bien, la “levadura” de los hombres más religiosos es la
“hipocresía", que lo mismo que “teatralidad", o sea
representar lo que se es (H. Giesen). Esto era muy frecuente entre
los hombres de la religión en tiempos de Jesús. Y lo es ahora.
2.
En esta vida estamos tantos hipócritas, o sea tantos fariseos, que
debe ser muy raro el que se escapa de esta forma de vivir
Todos
anteponemos nuestra imagen pública a la realidad de nuestra vida.
Nadie
quiere aparecer externamente como realmente es. Seguramente, cuanto
más se va bajando en la escala social y religiosa, menos sitio tiene
la hipocresía.
En
el mendigo o la prostituta, la imagen pública no tiene más remedio
que
coincidir
con la realidad. Porque viven de la imagen pública. En los
altos cargos, en las ilustres familias, en los buenos religiosos o
religiosas, no hay más salida que ocultar cosas que no puedan
aparecer ante la opinión pública. Todos estos viven de una
imagen que, menos en casos extraordinarios, no puede coincidir con la
realidad de vidas que, a veces, dejan mucho que desear.
3. Jesús
insiste en que no tengamos que ocultar nada en la vida.
Que se
sepa todo.
Nada
de disimular sentimientos turbios que fomentamos y disfrazamos
celosamente. Jesús es tan machacón en este asunto porque,
seguramente, las instituciones y organizaciones religiosas son de tal
naturaleza y funcionan de tal manera que no tienen más remedio que
vivir ocultando, disfrazando, disimulando.
Lo
cual, en buena medida, es comprensible.
Porque
se trata de seres humanos, con sus consiguientes limitaciones y
miserias humanas, que, al mismo tiempo, tienen que aparecer ante la
gente como profesionales de la ejemplaridad.
En grupos humanos
así, la hipocresía es la gran tapadera que oculta lo que quizá no
imaginamos.
Por
eso la religión es tan despreciada y hasta tan odiada.
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