21 de Octubre – MIÉRCOLES –
XXIXª – Semana del Tiempo Ordinario
Evangelio: Lc
12, 39-48
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Comprended que si supiera
el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete.
Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a
la hora que menos penséis, viene el Hijo del Hombre”.
Pedro le preguntó: “Señor, ¿Has dicho esa
parábola por nosotros o por todos?”.
El Señor le respondió: ¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el
amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus
horas? Dichoso el criado a quien su amo al llegar lo encuentre portándose
así. Os aseguro que lo pondrá al
frente de todos sus bienes. Pero si el
empleado piensa: “Mi amo tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los mozos y a
las muchachas, a comer y beber y emborracharse; llegará el amo de ese criado el día y a la
hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo, a la
pena de los que no son fieles. El criado que sabe lo que su amo quiere y, no
está dispuesto a ponerlo por obra, recibirá muchos azotes; el que lo sabe, pero
hace algo digno de castigo, recibirá pocos.
Al que mucho se le dio, mucho se
le exigirá; al que mucho se le con fió, más se le exigirá”.
1. En el ambiente de una comunidad, que vive en
la impaciente expectativa de una posible e inminente llegada del final de la
historia y de un juicio discriminatorio, se comprende esta recopilación de
sentencias que el trabajo de redacción de Lucas atribuye a Jesús (D. Lührmann).
Por tanto, al leer
este texto, hay que pensar más en los sentimientos de la comunidad para la que
escribe Lucas, que en palabras originarias de Jesús (WG,mann).
2. No resulta fácilmente comprensible la venida
de Jesús, el Hijo del Hombre, como la vuelta de un patrono exigente que es
visto por sus siervos como una posible amenaza. Las palabras de este texto, que aluden a
eso, tienen sentido como un llamamiento a la propia responsabilidad.
Sobre todo, la
responsabilidad ante los que cada cual tiene como súbditos o inferiores.
Tratarlos con
desprecio o dureza es algo que el Hijo del Hombre ve con desagrado y de ello
pedirá cuentas a cada uno.
Pero, en todo caso, nada de esto debe dar pie para
pensar en Jesús, el Señor, como un patrono implacable. Eso jamás.
3. Si realmente creemos que el Dios de Jesús es
el Padre que nos quiere siempre y nos busca, por más extraviados que andemos,
Io importante no es la preocupación por la propia fidelidad, sino la confianza
inagotable en la misericordia del Padre.
Pero, sobre todo, no se puede
olvidar que lo más fuerte, que reprueba aquí el Evangelio, es la postura de
quienes
piensan que la
muerte está lejos y que lo que importa es pasarlo bien y disfrutar de la vida,
aunque eso lleva consigo pasarse la vida pegando a los demás y despreciando a
quien me estorba.
Eso es lo que no soporta Jesús.
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