2 de
Octubre - VIERNES –
XXVIª – Semana
del Tiempo Ordinario
Evangelio: Lc 10,13-16
En
aquel tiempo, dijo Jesús: “¡Ay de ti Corozaín, ay de ti Betsaida! Si en
Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que
se habrían convertido vestidos de sayal y sentados en las cenizas. Por eso el juicio les será más llevadero a
Tiro y a Sidón, que a vosotras.
Y
tú, Cafarnaúm, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al abismo.
Quien
a vosotros escucha, a mí me escucha; quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza,
y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado”.
1. Ocurre con
este texto lo mismo que con su paralelo de Mt 11, 20-24. Se puede asegurar que Jesús no pronunció
esta amenaza contra dos ciudades de las que no se tiene noticia o, al menos, no
se sabe que Jesús hiciera milagros en ellas. Por eso los estudiosos que han analizado
este pasaje piensan que fue producto del redactor que, al igual que Mt, lo tomó
de la fuente Q.
Y expresa simplemente algo que pensaba la comunidad
para la que Lucas escribió su evangelio (R. Bultmann, F. Mussner).
El rechazo de Cafarnaúm, una ciudad en la que Jesús
vivió y en la que su ministerio tuvo éxito, solo se puede explicar por el rechazo
que la comunidad cristiana seguramente sentía hacia esa ciudad.
2. De este
evangelio se deduce, entre otras cosas, una reflexión de importancia para
quienes pensamos en realidades trascendentes. Y, sobre todo, para quienes hablamos de esas
cosas. Las personas religiosas echamos mano, a veces,
de la diatriba y la amenaza, para fustigar a quien no coincide con nuestra
manera de pensar y de vivir. Pero,
desde el momento en que hacemos eso en nombre del Trascendente, al que nadie
tiene acceso, bien puede suceder que nos estemos sirviendo del santo nombre de
Dios o de la memoria de Jesús para potenciar o apoyar nuestros intereses y conveniencias.
¿Fue eso lo que hizo la comunidad en
la que se redactó este texto? En cualquier caso, si aquella comunidad no lo
hizo, nosotros lo hacemos y vemos que otros lo hacen. Pero ni Dios ni Jesús se pueden presentar a
la gente como amenazas que se pueden manipular hábilmente para someter a los
débiles. No. Eso
jamás.
3. Pero, sin
duda alguna, lo más importante que contiene este evangelio es el texto final. Jesús afirma que quien “escucha” a los
discípulos, es a Jesús a quien escucha, y finalmente es a Dios mismo (Lc 10,
16). El mismo verbo se aplica a Dios,
a Jesús y a los seres humanos. Dios, Jesús y lo humano se funden en uno. Lo
mismo sucede con los verbos: “recibir” (Mt 10,40; Jn 13, 20), “acoger” (Mc 9,
37; Mt 18, 5; Lc 9,48). La que se le
hace a cualquier ser humano es a Jesús a quien se le hace y, finalmente, a
Dios. En Jesús, Dios se funde con lo
humano.
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