22 de
Octubre - JUEVES –
XXIXª –
Semana del Tiempo Ordinario
“SAN
JUAN PABLO – II “
Lc 12,49-53
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “He venido
a prender” fuego en el mundo: ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! .
Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué
angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis
que he venido a traer al mundo paz?
No, sino división. En
adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra
tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la
madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la
nuera contra la suegra”.
1. Jesús
utiliza la metáfora del fuego, que en la Biblia es la representación de una
teofanía: hablar de fuego es hablar de una manifestación de Dios (Dn 7, 10;
Hech 7, 30; Ap 1, 14; 15, 2).
Con esta imagen del fuego, Jesús introduce el tema del bautismo, que, en
la teología del evangelio de Lucas, es el “bautismo en el Espíritu y el fuego”
(Lc 3, 16; 12,49s).
Jesús afirma de esta manera que él es/a manifestación
de Dios en el mundo.
Pero lo manifiesta mediante el bautismo que el mismo
Jesús recibió. ¿Cuándo?
¿Cómo? En su
muerte en la cruz (Mc 10, 39). De ahí
la “angustia” de Jesús hasta que llegara ese momento. Por tanto, para Jesús, ser bautizado es ser
crucificado, es decir, sufrir y morir por el pueblo (O. Cullmann).
El bautismo es el acto por el que el cristiano asume
en la vida el mismo destino que asumió Jesús.
2. Ahora bien,
cuando este destino se toma en serio, inevitablemente sobrevienen los
conflictos. Por eso Jesús dice que él no ha venido a traer
paz, sino división.
¿Por qué? Las divisiones y los conflictos se producen
por intereses económicos, por ideas políticas, por motivos éticos o por causa
de las creencias religiosas.
Jesús se refiere a algo mucho más profundo y decisivo
en la vida: cuando una persona asume en la vida el mismo destino que asumió
Jesús, ponerse de parte de los últimos hasta llegar al enfrentamiento mortal
con los poderes políticos y religiosos, esa persona entra en conflicto con su propia familia. Lo tendrán por loco, como le pasó a Jesús
(Mc 3, 21), lo despreciarán como a Jesús (Mc 6, 4) no se fiarán de él, como
hicieron con Jesús sus parientes (Jn 7, 5).
Es duro optar en serio por el pueblo.
Es dura la condición del cristiano, que, como Jesús, revela a Dios en su opción por los últimos. Es el destino de todos los que, a lo largo de
la historia, han tomado en serio el dolor de los más desamparados de este
mundo.
3. En esto
consiste la “auto-estigmatización” (G. Theissen) que define lo
que tiene que ser la condición cristiana”.
No es la auto-destrucción.
Todo lo contrario: es la condición indispensable para
poder alcanzarla bondad
plena, que es lo que define el ser cristiano.
Jesús desplazó la religión: la sacó de “lo sagrado” y
la puso en “lo laico”, en la vida diaria, en la convivencia de todos con todos.
Pero eso solo es posible cuando se vive la
bondad sin límites.
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