20 de Octubre
- MARTES –
XXIXª – Semana del Tiempo Ordinario
Evangelio: Lc
12,35-38
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos: “Tened ceñida la cintura y
encendidas las lámparas.
Vosotros estad como los que
aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle, apenas venga y llame.
Dichosos los criados a quienes el Señor, al
llegar, los encuentre en vela: os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la
mesa y los irá sirviendo.
Y si llega entrada la noche o de
madrugada, y los encuentra así, dichosos ellos”.
1. Esta llamada a la vigilancia quizá tenga su
explicación en el hecho de que, como es sabido(1 Tes4, 13-18-5, 1-11),en la
Iglesia naciente se tuvo la convicción de que el fin del mundo y la venida del
Señor era inminente.
Seguramente,
las palabras originales de Jesús, referidas a la fidelidad al Evangelio, se
transformaron, al redactarlas, en esta recomendación apremiante en vista de la
próxima venida del Señor.
2. Es buena y recomendable, por supuesto, la
vigilancia, ya que, cuando menos lo pensemos se nos puede venir encima el final
de nuestros días.
Pero también es
cierto que ni es bueno vivir en esa constante tensión, ni sobre todo es
recomendable organizar la propia vida en función del premio que nos pueden dar
después de la muerte.
Semejante
conducta es mezquina.
Si somos buenas
personas y queremos a los demás, eso nos debe nacer del respeto y del cariño
que merecen los otros, no de los premios que yo pueda conseguir.
3. Conviene caer en la cuenta de la insistencia del
Evangelio, una vez más, en el tema del banquete de boda, o la mesa compartida, que es el gozo y la
alegría de verse sentado en una mesa bien preparada y servida nada menos que
por el “señor”.
Jesús insiste en lo que más felices nos hace a
los humanos.
Si esa fuera
también nuestra insistencia...
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