19 de Octubre
- LUNES –
XXIXª – Semana del Tiempo Ordinario
Lc 12,13-21
En aquel
tiempo, dijo uno del público a Jesús: “Maestro, dile a mi hermano que reparta
conmigo la herencia”.
Él le contestó: “Hombre, ¿quién me ha nombrado
juez o árbitro entre vosotros?”.
Y dijo a la gente: “Mirad guardaos de toda
clase de codicia. Pues aunque uno ande
sobrado, su vida no depende de sus bienes”.
Y les propuso una parábola: “Un hombre rico tuvo una gran cosecha.
Y
empezó a echar cálculos: ¿qué haré?
No
tengo donde almacenar la cosecha.
Y
se dijo: “Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más
grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: “Hombre,
tienes bienes acumulados para muchos años: túmbate, come, bebe y date buena
vida”.
Pero Dios le dijo: “Necio, esta noche te van a
exigir la vida. Lo que has acumulado,
¿de quién será?”. Así será el que amasa
riquezas para sí y no es rico ante Dios”.
1. Sabemos por el Sermón del Monte (Mt 6, 19-24)
y por el Sermón de la Llanura (Lc 6, 20-24; cf. 12, 22-36) que Jesús fue extremadamente
critico con el dinero y con los ricos (Mt 19, 16-24 par).
El dinero
divide a los hermanos que, por el reparto de una herencia, llegan a enfrentamientos
que rompen las familias y desatan odios que perduran hasta la muerte. Además, el dinero engaña al que lo tiene
en abundancia, como queda claro en esta parábola. El peligro de este engaño consiste en que
el dinero acumulado da una seguridad que en realidad no es tal. Y produce la impresión de que con dinero se
resuelven problemas que el dinero no puede resolver.
2. Pero en esta parábola se apunta un problema
mucho más grave. El rico de la parábola acumuló riqueza para él
y no pensó en nadie más. El dinero se
puede convertir en capital cuando se pasa de la acumulación del rico a la
producción del agricultor, del industrial, del investigador, del profesional o
del comerciante.
El problema que
hoy se plantea es que el capital mundial está organizado de forma que se ha
concentrado en pocos países y, dentro de esos países, en un reducido número de
personas en el conjunto de la población mundial. La
consecuencia es que ahora mismo hay cerca del mil millones de personas abocadas
a una muerte urgente y espantosa. Mientras que el capital, no obstante las
crisis económicas que sobrevienen de tiempo en tiempo, se sigue concentrando
cada vez más en menos países y en menos personas.
3. Sin duda que la crisis económica, que venimos
soportando desde el 2009, nos obligue a replantear la gestión de la economía
mundial de otra manera y reorientar el comercio mundial con criterios de mayor
y más equitativa participación de todos en la riqueza global.
Quizá la aportación
mejor que podemos hacer todos en este momento sea precisamente favorecer y
potenciar las iniciativas que tendrán que surgir en esa dirección.
Por ejemplo,
potenciar las economías emergentes de América latina o de África. En todo caso,
por favor, pensemos que si es urgente salir aquí de la crisis, más urgente es
que dejen de morir cada día personas de hambre.
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