martes, 13 de octubre de 2015

Párate un momento: Evangelio del día 14 de Octubre –MIÉRCOLES – 28ª – Semana del Tiempo Ordinario



14 de Octubre –MIÉRCOLES –
28ª – Semana del Tiempo Ordinario

Evangelio: Lc 11,42-46

  En aquel tiempo, dijo el Señor: “¡Ay de vosotros, fariseos, que pagáis el diezmo de la hierbabuena, de la ruda y de toda clase de legumbres, mientras pasáis por alto la justicia y el amor de Dios!.
 Esto habría que practicar sin descuidar aquello.  ¡Ay de vosotros, fariseos, que os encantan los asientos de honor en las sinagogas y las reverencias por la calle!
¡Ay de vosotros, que sois como tumbas sin señal, que la gente pisa sin saberlo!”
Un jurista intervino y le dijo: “Maestro, diciendo eso nos ofendes también a nosotros”.
 Jesús replicó: “iAy de vosotros también, juristas, que abrumáis a la gente con cargas insoportables, mientras vosotros no las tocáis ni con un dedo!”.

1. Lo primero que Jesús les echa en cara a los fariseos es el interés minucioso en el cumplimiento de cosas sin importancia, al tiempo que ni se fijan en lo más fundamental: la justicia y el amor a Dios.  
Jesús retrata aquí la perversión (las más de las veces, inconsciente) de los observantes bienintencionados (y también de los malintencionados, que los hay).
En tiempo de Jesús se trataba del contraste entre el escrupuloso pago del diezmo por las legumbres y el descuido escandaloso de la justicia y, en consecuencia, de la buena relación con Dios.
Ahora se podría hablar del contraste entre la escrupulosa observancia de normas canónicas o litúrgicas, al tiempo que, por ejemplo, hay personas o instituciones religiosas
que hacen negocios turbios, por ejemplo invertir cantidades importantes en capital financiero, un capital que cuanto más dinero da, sin duda, es que se invierte en negocios turbios, quizá muy turbios.
2. Jesús les echa en cara también la vanidad ingenua de los que pretenden
ser siempre el centro y que la gente los admire y reverencie.
Recordando estas palabras de Jesús, resulta inevitable pensar en no pocos comportamientos de quienes, basándonos en títulos y cargos religiosos, nos hemos complacido en puestos de honor, reverencias y besamanos, dignidades y otras cosas que ponen en evidencia que no nos basta la humanidad.
Apetecemos algo de divinidad o, mejor, cierto (¿inconsciente?) endiosamiento.
Todo esto, por desgracia, suele ser frecuente en ambientes religiosos y
en centros de intelectualidad.
¡Qué ridículo tan pueril!

3. De los juristas, Jesús denuncia la contradicción ética de quienes han cargado las conciencias con deberes y exigencias que ellos no cumplen.
Si somos sinceros, en este asunto, nos sorprendemos con las manos manchadas de incoherencias que han sido agresiones demasiado dolorosas para personas de buena voluntad.
El fondo del problema está en que la observancia de los rituales religiosos tiene el peligroso efecto de tranquilizar las conciencias más sucias.


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