7 de
Octubre - MIÉRCOLES –
XXVIIª –
Semana del Tiempo Ordinario
LA
VIRGEN DEL ROSARIO
Evangelio: Lc 11, 1-4
Una vez que
estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le
dijo: “Señor, enséñanos a orar como Juan enseñó a sus discípulos”.
Él les dijo: “Cuando oréis, decid: “Padre,
santificado sea tu nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan del
mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo
el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación “.
1. Los
evangelios sinópticos hablan con frecuencia de la oración de Jesús
(Mt 14,23; 19, 13;26, 36-44; Mc 1,35; 6,46;
14,32-39; Lc 3, 21;5, 16; 6, 12; 9,18. 29 s; 11, 1; 22, 41-45) .
La oración era importante para Jesús.
Se puede afirmar que era fundamental en su vida. Es más, si Jesús tuvo la intimidad que tuvo
con el Padre, y si habló de Él como sabemos, eso se debe a la profunda
familiaridad que tuvo con Él.
Sin oración, Jesús hubiera sido otro hombre y no
hubiera podido hacer lo que hizo.
2. El
discípulo le pide a Jesús que les enseñe a orar “como Juan enseñó a sus
discípulos”. La forma de orar de un grupo religioso es una
de las cosas que más claramente caracterizan al grupo y más unido lo mantienen (J. Jeremías).
Pues bien, aquí nos encontramos con algo
sorprendente: Jesús, lo mismo que Juan,
nunca vincularon su oración o su espiritualidad al templo, al culto religioso,
a la dirección de sacerdotes y teólogos del
tiempo. Jesús
oró siempre en la soledad del campo, del monte, donde nadie lo veía.
Y, por lo visto, nunca hablaba de su vida de oración. Fue
un discípulo el que tuvo la iniciativa de que les hablara de eso.
La oración se enseña con el ejemplo personal antes
quede ninguna otra forma.
3. El “Padre
nuestro”, antes que una lista de
necesidades, señala una escala de valores. Es decir, el “Padre nuestro” es una guía de
lo que ante todo le tiene que interesar al cristiano: que se respete el santo
nombre del Padre, que venga ya su Reino a este mundo, que no falte para nadie
el pan “para la subsistencia» (J. A. Fitzmyer) que nos perdone de la misma
manera que nosotros perdonamos, y que no permita que “tropecemos» en la vida.
Esta escala de valores da qué pensar.
Y, por supuesto, este mundo sería distinto si esta
escala de valores se metiera en nuestras entrañas de tal forma que no
soportáramos que haya criaturas que se mueren de hambre o la soledad más
espantosa.
En definitiva: “orar” es “desear”.
El que reza porque desea algo.
De ahí que el “Padre nuestro” es una ordenación de nuestros
deseos.
Es cristiano el que desea lo que esta oración nos dice
qué debemos pedir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario