27 de Octubre
- MARTES –
XXXª – Semana del Tiempo Ordinario
Evangelio: Lc
13, 18-21
En aquel tiempo,
Jesús decía: “¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Se parece a un grano de mostaza que un
hombre toma y siembra en su huerto; crece, se hace un arbusto y los pájaros
anidan en sus ramas”. Y añadió: “¿A qué
compararé el Reino de Dios? Se parece a
la levadura que una mujer toma y mete entre medidas de harina, hasta que todo
fermenta”.
1. Las parábolas del grano de mostaza y de la
levadura no se refieren directamente al éxito y el triunfo final del Reino de
Dios, que llegará a ser un árbol grande y acogedor y que terminará
transformando la masa entera. Estas
dos parábolas no tienen su centro y clave de explicación en
el resultado
final, sino en el medio o procedimiento con el que se podrá
alcanzar ese
final feliz.
2. Ahora bien, el procedimiento mediante el cual
el Reino de Dios puede crecer y así transformar la masa entera de este mundo no
es lo visible, sino lo invisible. No
es lo que brilla y luce, sino lo que se oculta y desaparece. Porque la pequeñez del grano de mostaza tiene
que ser sembrada
y sepultada
debajo de tierra. De la misma manera
que la levadura tiene que perderse en la masa y fundirse con ella. Solamente desapareciendo es como el grano de
mostaza y la levadura transforman, dan vida, crecen y maduran. Los afanes de subir, ser notorio, trepar...,
todo eso no hace bien a nadie, sino que, a lo más que llega, es a engañar o
sencillamente teatralizar la vida, la religión y la fe.
3. Jesús no elogia aquí la humildad, la pequeñez
o la sencillez. Es decir, Jesús no
elogia aquí esas virtudes cristianas.
Lo que Jesús afirma y exige es la laicidad. Porque reconoce y enseña que
cuando el grano de mostaza se funde con la tierra; y cuando la levadura se
funde con la masa, entonces es cuando producen su fruto o causan su efecto. Las religiones tienen
la tendencia a
destacar su presencia en la sociedad, a situarse por encima de las instituciones
civiles, y a dictar las normas y valores que deben regir la vida y la
convivencia social. Porque “lo
sagrado” es considerado como la última referencia a la que se tiene que
subordinar “lo profano”, lo “civil” y lo “laico”. Lo que así se consigue -si es que se consigue - es dominar en la sociedad, pero no
transformar la sociedad. Pero Jesús no
quiere que el cristianismo sea un principio de dominación, sino una fuerza de
transformación.
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