sábado, 11 de marzo de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 13– DE MARZO - LUNES – 3ª SEMANA DE CUARESMA – A SAN RODRIGO, mártir

 


 

13– DE MARZO - LUNES –

3ª SEMANA DE CUARESMA – A

SAN RODRIGO, mártir

  

     Lectura del segundo libro de los Reyes (5,1-15a):

 

EN aquellos días, Naamán, jefe del ejército del rey de Siria, era hombre notable y muy estimado por su señor, pues por su medio el Señor había concedido la victoria a Siria.

Pero, siendo un gran militar, era leproso.

Unas bandas de arameos habían hecho una incursión trayendo de la tierra de Israel a una muchacha, que pasó al servicio de la mujer de Naamán.

Dijo ella a su señora:

«Ah, si mi señor pudiera presentarse ante el profeta que hay en Samaría. Él lo curaría de su lepra».

Fue (Naamán) y se lo comunicó a su señor diciendo:

«Esto y esto ha dicho la muchacha de la tierra de Israel».

Y el rey de Siria contestó:

«Vete, que yo enviaré una carta al rey de Israel».

Entonces tomó en su mano diez talentos de plata, seis mil siclos de oro, diez vestidos nuevos y una carta al rey de Israel que decía:

«Al llegarte esta carta, sabrás que te envío a mi siervo Naamán para que lo cures de su lepra».

Cuando el rey de Israel leyó la carta, rasgó sus vestiduras, diciendo:

«¿Soy yo Dios para repartir vida y muerte? Pues me encarga nada menos que curar a un hombre de su lepra. Daos cuenta y veréis que está buscando querella contra mí».

Eliseo, el hombre de Dios, oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestiduras y mandó a que le dijeran:

«Por qué has rasgado tus vestiduras? Que venga a mí y sabrá que hay un profeta en Israel».

Llegó Naamán con sus carros y caballos y se detuvo a la entrada de la casa de Eliseo. Envió este un mensajero a decirle:

«Ve y lávate siete veces en el Jordán. Tu carne renacerá y quedarás limpio».

Naamán se puso furioso y se marchó diciendo:

«Yo me había dicho: “Saldrá seguramente a mi encuentro, se detendrá, invocará el nombre de su Dios, frotará con su mano mi parte enferma y sanaré de la lepra”. El Abaná y el Farfar, los ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Podría bañarme en ellos y quedar limpio».

Dándose la vuelta, se marchó furioso. Sus servidores se le acercaron para decirle:

«Padre mío, si el profeta te hubiese mandado una cosa difícil, ¿no lo habrías hecho? ¡Cuánto más si te ha dicho: “Lávate y quedarás limpio”!».

Bajó, pues, y se bañó en el Jordán siete veces, conforme a la palabra del hombre de Dios. Y su carne volvió a ser como la de un niño pequeño: quedó limpio.

Naamán y toda su comitiva regresaron al lugar donde se encontraba el hombre de Dios. Al llegar, se detuvo ante él exclamando:

«Ahora conozco que no hay en toda la tierra otro Dios que el de Israel».

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 41,2.3;42,3.4

 

R/. Mi alma tiene sed del Dios vivo:

¿cuándo veré el rostro de Dios?

 

V/. Como busca la cierva corrientes de agua,

así mi alma te busca a ti, Dios mío. R/.

 

V/. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo:

¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? R/.

 

V/. Envía tu luz y tu verdad:

que ellas me guíen

y me conduzcan hasta tu monte santo,

hasta tu morada. R/.

 

V/. Me acercaré al altar de Dios,

al Dios de mi alegría;

y te daré gracias al son de la cítara,

Dios, Dios mío. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (4,24-30):

 

HABIENDO llegado Jesús a Nazaret, le dijo al pueblo en la sinagoga:

«En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Puedo aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naámán, el sirio».

Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo.

Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino.

 

Palabra del Señor

 

1.  Este evangelio pone al descubierto lo peligroso que es el nacionalismo intolerante y fanático. En Nazaret abundaban los nacionalistas de ese estilo.

Por eso se pusieron furiosos cuando Jesús les dijo que una viuda de Sarepta y un leproso de Siria habían sido preferidos a todas las viudas y a todos los leprosos que había en Israel.

Los nacionalistas no toleran que los que ellos llaman "extranjeros" sean mejor considerados y tratados que ellos.

 

2.  Es bueno amar la propia patria y la propia nacionalidad.  Pero no es bueno el nacionalismo que se vincula a la intolerancia y al fanatismo. Porque "el fanatismo reside en el hecho de obligar a los demás a cambiar" (Amos Oz). Y la intolerancia lleva consigo el rechazo de las creencias y convicciones de los demás, unido eso al poder de impedir que los otros vivan como ellos creen que más les conviene.

 

3.  Jesús vio y experimentó el peligro que lleva consigo el nacionalismo, así vivido, porque divide y enfrenta a las personas, a los pueblos y a las culturas, desencadena violencias y desprecios mutuos.  Y, desde el punto de vista religioso, este tipo de nacionalismo se convierte en una especie de religión civil que se fundamenta en un Dios violento, intolerante y peligroso.

No se trata, por tanto, del problema de los derechos de autonomía y libertad, que tenía el pueblo judío frente a la potencia invasora y dominante, que era el Imperio Romano. 

Jesús no quiso entrar en ese problema, ni vincularse a los movimientos de resistencia, que entonces eran frecuentes en Galilea. Jesús vio que los problemas más serios de los pueblos se resuelven radicalmente desde la conversión propia de cada ciudadano.

No se resuelven, sino que se agravan, mediante el enfrentamiento de los débiles (los judíos) contra los romanos (los fuertes).


4.  «Profeta y Señor de los Profetas», así llamaba san Agustín a Jesucristo, señalando que su palabra no era una más en la historia de la salvación. El mismo Jesús solo se atribuye la condición profética de forma indirecta en este pasaje que acabamos de leer. Profeta es el que habla en nombre de Dios, pero Jesús es más que profeta, pues es el mismo Dios hablando directamente a los hombres.

Si bien es cierto que la Verdad, «la diga quien la diga, viene del Espíritu Santo» (Ambrosiáster), en todas las palabras de gracia que salen de los labios de Jesucristo encontramos una fuerza especial, «es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo» (Heb 4,12). Ahora bien, la palabra de Dios habla a quien está dispuesto a recibirla. Solo cuando hay verdadero espíritu de conversión, la Palabra nos resulta luminosa.

Frente a la terquedad y dureza de corazón, la Palabra se hace silencio, como el de Jesús ante Pilato o ante Herodes en los momentos de la pasión.

La luz de la santidad suele producir sombras en su entorno y revela las disposiciones de los corazones. De la misma manera que Jesucristo vivió el desprecio de los suyos, constatando que «ningún profeta es bien recibido en su tierra», tenemos que contar con que «el discípulo no es más que su maestro» (Mt 10,24), y que encontraremos dificultades cuando nos tomemos en serio la vida evangélica.

 

SAN RODRIGO, mártir

 



Martirologio Romano: En Córdoba, en Andalucía (España), pasión de los santos Rodrigo, presbítero, y Salomón, mártires. El primero, al negarse a aceptar a Mahoma como el verdadero profeta enviado por el Omnipotente, fue encarcelado. En el cautiverio coincidió con Salomón, que algún tiempo antes había pertenecido a la religión mahometana, y al ser decapitados ambos a la vez, finalizaron gloriosamente el curso de su combate. († 857)

 

Breve Biografía

 

San Rodrigo mártir vivió bajo el reinado de Mohamed I, hijo de Abderramán II, en el emirato de Córdoba.

San Eulogio, obispo de esta ciudad, da cuenta del martirio sufrido por Rodrigo, juntamente con san Salomón, el día tercero de los días de marzo (día 13) del año 895.

Natural de un pueblo próximo a Egabro (Cabra), cursó en esta ciudad los estudios eclesiásticos y se ordenó sacerdote.

Uno de sus hermanos, fanático de Mahoma, arremetió un día contra él y lo dejó malherido; y habiéndolo instalado en una camilla, lo paseó por la ciudad, explicando que de esta manera quería demostrar su fe musulmana. Pero habiéndose rehecho Rodrigo de sus heridas, logró escapar.

Su hermano, despechado, lo acusó ante el cadí de prevaricador y apóstata. Conducido a prisión, allí conoció a otro mozárabe, Salomón, acusado como él de haber renegado de Mahoma.

Después de numerosos intentos por convertirlos al Islam, el cadí los sentenció a muerte. Fueron degollados, y sus cuerpos, atados a pesadas piedras, fueron arrojados al río. Pero fueron hallados milagrosamente, y enterrados solemnemente, durante una procesión nocturna, precedida por el obispo Saúl.

La fiesta de san Rodrigo y san Salomón se celebra el 13 de marzo.

 

 

 

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario