23 – DE
MARZO - JUEVES –
4ª
SEMANA DE CUARESMA – A
Santo Toribio de
Mogrovejo
Lectura del libro
del Éxodo (32,7-14):
En aquellos días, el Señor dijo a Moisés:
«Anda, baja
de la montaña, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto.
Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un
becerro de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman:
“Este es tu
Dios, Israel, el que te sacó de Egipto”».
Y el Señor
añadió a Moisés:
«Veo que este
pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va a encender
contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo».
Entonces
Moisés suplicó al Señor, su Dios:
«¿Por qué,
Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto, con
gran poder y mano robusta? - ¿Por qué han de decir los egipcios: “Con mala
intención los sacó, para hacerlos morir en las montañas y exterminarlos de la
superficie de la tierra”?
Aleja el
incendio de tu ira, arrepiéntete de la amenaza contra tu pueblo. Acuérdate de
tus siervos, Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo:
“Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta
tierra de que he hablado se la daré a vuestra descendencia para que la posea
por siempre”».
Entonces se
arrepintió el Señor de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.
Palabra de Dios
Salmo:
105,19-20.21-22.23
R/. Acuérdate de
mí, Señor, por amor a tu pueblo
En Horeb se hicieron un becerro,
adoraron un ídolo de fundición;
cambiaron su gloria por la imagen
de un toro que come hierba. R/.
Se olvidaron de Dios, su salvador,
que había hecho prodigios en Egipto,
maravillas en la tierra de Cam,
portentos junto al mar Rojo. R/.
Dios hablaba ya de aniquilarlos;
pero Moisés, su elegido,
se puso en la brecha frente a él,
para apartar su cólera del
exterminio. R/.
Lectura del santo
evangelio según san Juan (5,31-47):
En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos:
«Si yo doy
testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. Hay otro que da
testimonio de mí, y sé que es verdadero el testimonio que da de mí.
Vosotros
enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio en favor de la verdad. No
es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que
vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros
quisisteis gozar un instante de su luz.
Pero el
testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha
concedido llevar a cabo, esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre
me ha enviado.
Y el Padre
que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz,
ni visto su rostro, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió
no lo creéis.
Estudiáis las
Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando
testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! No recibo gloria de
los hombres; además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros.
Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene
en nombre propio, a ese sí lo recibiréis.
¿Cómo podréis
creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que
viene del único Dios?
No penséis
que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien
tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de
mí escribió él. Pero, si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis
palabras?».
Palabra del Señor
1. Por
causa de la violación del precepto religioso de la observancia del sábado, que
Jesús quebrantó al curar al paralítico de la piscina, el ataque violento de los
dirigentes de la religión, con intención incluso de matarlo (Jn 5,18), motivó a
Jesús a defenderse y justificar lo que hacía y por qué lo hacía.
El problema
estaba en que, tanto en el mundo judío como en el grecorromano, se daba por
sentado que, en caso de litigio o conflicto, una persona implicada en tal
enfrentamiento no podía dar testimonio en favor de sí misma (Jn 5, 31). Así
consta ya por el Deut 19, 15; 17, 6. Y lo mismo viene a decir F Josefo (Ant.
IV, 219; cf. Billerbeck II, 522) (J. Zumstein).
Era enseñanza
común desde Homero hasta Cicerón, con toda seguridad.
2. - ¿En qué
y en quién se basaba el testimonio que justificaba el hecho de quebrantar lo que mandaba la inquebrantable voluntad de Dios, expresada en
la ley?
- ¿Con qué
autoridad quebrantaba Jesús lo mandado por Dios para la observancia del sábado?
Es la
pregunta que se plantea en todas las curaciones que Jesús hizo en sábado, en el
día de la semana que estaba prohibido curar enfermos. Se trata, en
el fondo, de la misma pregunta que Jesús hizo cuando curó al manco de la
sinagoga:
- ¿Qué está
permitido hacer en sábado? - ¿El bien, o el mal? - ¿Dar vida o
matar? (Mc 3, 4).
En el fondo,
era la pregunta tremenda:
- ¿Qué es lo primero y lo más importante: la "observancia de la
religión" o la "felicidad de la vida"?
Es la
pregunta eterna, que se repite, una y otra vez, en toda la vida y en todos los
conflictos de Jesús con los dirigentes de la religión.
3. La
respuesta de Jesús es clara y tajante: si no creéis en mí, creed en mis "obras". Las "obras" (tá érga) de Jesús fueron su
"conducta" en favor de los enfermos, en
defensa de la vida (Jn 4, 34; 17, 4; 5, 20. 36; 9, 3 s; 10, 25. 32. 37 s; 14, 10-12) (R. Heiligenthal).
Es una pena y
un dolor que los "hombres de Iglesia" no podamos dar esta misma
respuesta tantas y tantas veces: "si no creéis en nosotros, ahí está lo
que hacemos". O sea, fijaos en nuestra conducta: damos vida, nos jugamos
la vida, por defender y dignificar la vida.
- ¿Por qué el
papa Francisco tiene tanta credibilidad en todo el mundo? Porque se ha puesto
de parte de la vida de quienes apenas pueden vivir.
El día que
todos los curas puedan decir: Si no creéis en mí, creed en mis obras, ese día
el Evangelio se habrá hecho vida y dará vida al mundo.
4. Es
posible usar las cosas de Dios para fines que no son los suyos. Eso es lo que
se encontró Jesús. Estudiaban las Escrituras, pero no había posibilidad de que
Dios dijese algo nuevo por medio de ellas. De alguna manera les pasó lo que
tantas veces a nosotros: ya tenían cogido el pulso a Dios, lo que hace y lo que
deja de hacer.
Un dios hecho
a medida es la religión perfecta que combina con cualquier ideología. Se llama
ídolo y se llama idolatría. Está muy de moda, aunque ahora se le llame de otras
maneras menos «religiosas». Toda sociedad necesita un dios; y, si eliminamos al
verdadero, buscaremos otros que nos caigan mejor. De esos que duran solo años,
décadas o siglos… Pero finalmente caen.
¡Abramos los
ojos! Los del corazón. Porque Dios sigue rompiendo esquemas y sigue luchando
por entrar en nuestras vidas. Ahí es donde él se desenvuelve mejor. Jesús habla
mucho de la vida que él ha venido a traer, de que él mismo es la Vida, de que
esa vida puede estar en nosotros.
Cuando
alguien que, después de muchos años, ha tenido un encuentro con el Dios vivo
habla de su experiencia, nos damos cuenta de que nuestra fe no quita, sino que
añade, de que promociona nuestra felicidad.
Santo Toribio de Mogrovejo
Nació en Mayorga (León, España) en 1538.
Estudió Derecho en las universidades de Coimbra y Salamanca. Fue propuesto por
el rey Felipe II al Papa Gregorio XIII para el arzobispado de Lima como sucesor
de fray Jerónimo de Loaysa.
Lleno de celo apostólico, reunió
numerosos sínodos y concilios que promovieron con mucho fruto la vida religiosa
de todo el virreinato. Defendió con valentía los derechos de la Iglesia, con
gran dedicación trabajó por su grey y mostró preocupación, sobre todo, por la
población autóctona. Murió en el año 1606.
Fue ordenado sacerdote y obispo. Llegó a Paita en marzo de 1581 e hizo por
tierra el fatigoso camino hasta su sede. Ingresó en Lima el12 de mayo de aquel
año. Convocó y presidió el III Concilio Limense (1582-1583), al cual asistieron
prelados de toda Hispanoamérica, y en el que se trataban asuntos relativos a la
evangelización de los indios. De esa histórica asamblea salieron luminosas
normas de pastoral, así como textos de catecismo en castellano, quechua y
aymara (los primeros libros impresos en Sudamérica).
Santo Toribio visitó innumerables poblados de su amplísimo territorio, uno
de los más extensos y difíciles del mundo. A las visitas pastorales dedicó 17
de sus 25 años de obispo. Recorrió la hostil topografía peruana, desde Chachapoyas
y Moyobamba hasta Nazca. Resumió sus itinerarios al escribir: “Mas de 5,200
leguas, muchas veces a pie, por caminos muy fragosos y ríos, rompiendo por
todas las dificultades y careciendo algunas veces de cama y comida”. La caridad
de Cristo lo impulsaba a administrar los sacramentos ya instruir a los fieles,
a aliviarlos y ayudarlos.
Celebró hasta 13 sínodos. Fundó el Seminario de Lima (1590) y lo puso bajo
la advocación de su patrono, Santo Toribio de Astorga.
Agobiado por los trabajos y la austeridad de sus penitencias, murió en Saña
el 23 de marzo de 1606, Jueves Santo. Fue un infatigable misionero, gran
organizador de la Iglesia sudamericana y denominado protector de los indígenas.
Beatificado por Inocencio XI en 1679. Canonizado por Benedicto XIII en 1726.
En 1983 Juan Pablo II lo proclamó Patrono del Episcopado latinoamericano.
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