martes, 7 de marzo de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 9 – DE MARZO – JUEVES – 2ª SEMANA DE CUARESMA – A Santa Francisca Romana, mártir

 

 


9 – DE MARZO – JUEVES –

2ª SEMANA DE CUARESMA – A

 Santa Francisca Romana, mártir

 

     Lectura del libro de Jeremías (17,5-10):

 

Esto dice el Señor:

 

ESTO dice el Señor:

«Maldito quien confía en el hombre, y busca el apoyo de las criaturas, apartando su corazón del Señor.

Será como cardo en la estepa,

que nunca recibe la lluvia;

habitará en un árido desierto,

tierra salobre e inhóspita.

Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza.

Será un árbol plantado junto al agua, que alarga a la corriente sus raíces; no teme la llegada del estío, su follaje siempre está verde; en año de sequía no se inquieta, ni dejará por eso de dar fruto.

Nada hay más falso y enfermo

que el corazón: ¿quién lo conoce?

Yo, el Señor, examino el corazón,

sondeo el corazón de los hombres

para pagar a cada cual su conducta según el fruto de sus acciones».

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 1,1-2.3.4.6

 

R/. Dichoso el hombre

que ha puesto su confianza en el Señor

 

V/. Dichoso el hombre

que no sigue el consejo de los impíos

ni entra por la senda de los pecadores,

ni se sienta en la reunión de los cínicos;

sino que su gozo es la ley del Señor,

y medita su ley día y noche. R/.

 

V/. Será como un árbol

plantado al borde de la acequia:

da fruto en su sazón

y no se marchitan sus hojas;

y cuanto emprende tiene buen fin. R/.

 

V/. No así los impíos, no así;

serán paja que arrebata el viento.

Porque el Señor protege el camino de los justos,

pero el camino de los impíos acaba mal. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (16,19-31):

 

EN aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:

«Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico.

Y hasta los perros venían y le lamían las llagas.

Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán.

Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo:

“Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas”.

Pero Abrahán le dijo:

“Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado.

Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros”.

Él dijo:

“Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento”.

Abrahán le dice:

“Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen”.

Pero él le dijo:

“No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán”.

Abrahán le dijo:

“Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto”».

 

Palabra del Señor

 

1.  Se puede asegurar que esta parábola es una de las más características en el conjunto de las parábolas evangélicas. Porque en ella se lleva hasta el extremo el "corte" con lo normal o cotidiano. Un corte, en el que el "elemento de sorpresa o de estupor" (D. O. Via) rebasa el realismo de lo que vivimos o, mejor dicho, de lo que nos imaginamos que vivimos. Y es que, en esta historia, la "extravagancia" o la "impertinencia" del relato (P. Ricoeur) nos lleva a darnos de cara con una situación tan extraña, que da qué pensar (W. Harnisch). Y así nos enfrenta a la brutal contradicción de nuestro tiempo y de nuestra rebelde "civilización".

 

2.  La cosa se comprende enseguida. El rico "epulón", es decir, el que "come y se regala mucho", sigue vivo. Y ha llegado al exceso de sus orgías. No es ningún individuo en concreto. Es nuestro sistema económico. 

Si por algo se caracteriza este sistema es por la desigualdad que produce entre los habitantes del planeta. Por eso se puede afirmar que se trata de una "economía canalla" (Loretta Napoleoni).

Sabemos que hoy en día, el 1% de la población mundial acumula más riqueza que el 99% de los seres humanos que vivimos en el planeta Tierra (Oxfam; Credit Suisse).

Ya no se trata del rico epulón contra el pobre Lázaro. Lo terrible es que el rico epulón tiene más riqueza que todo el resto de la humanidad entera, si la cuenta se hace en tantos por ciento. Así estamos ahora mismo.

 

3.  "Economía" viene de "oikos" ("casa") y "nomos" ("norma"). La economía es la "norma de la casa". En la "aldea global", que es nuestro mundo", nuestra casa, la norma que lo regula todo ha dispuesto que una minoría de la población mundial podamos comer en exceso y vestirnos de acuerdo con lo que las marcas y las pasarelas disponen cada temporada, al tiempo que se nos televisan en directo las guerras, los atentados terroristas, los terremotos, los tsunamis, las hambrunas, los campamentos de refugiados.

Todo eso es Lázaro lamido en sus carnes por perros asquerosos. Y lo peor es que no sabemos qué demonios tiene este sistema, pero el hecho es que nuestra indiferencia ante la agonía de mil millones de criaturas es exactamente igual que la indiferencia del rico aquel el día que Lázaro se murió en su portal. Y conste que la enseñanza final es lo más tremendo que hay en esta parábola: Quienes disfrutan de la riqueza, viven tan obsesionados con seguir en su bienestar que, aunque llegue el día en que se levanten los muertos de los cementerios y vengan a decirnos que esto no puede seguir así, no les haremos caso.

Cuando, según el evangelio de Juan, Jesús resucitó a Lázaro, los dirigentes del Sanedrín, en Jerusalén, en vez de convertirse, lo que decidieron fue matar a Jesús (Jn 11).

La parábola de Lucas se cumplió en Juan al pie de la letra. EL EVANGELIO AVISA.

 

4.  Hoy nos propone el evangelio la parábola «del rico Epulón y el pobre Lázaro». El nombre Epulón no aparece en el texto, sino que es un cultismo que procede del latín epulo, epulonis, que significa comilón. El pobre Lázaro no obtiene siquiera las migas de lo que le sobra al rico. Pero esta situación de sufrimiento lacerante no es definitiva: Dios tiene previsto que en la eternidad se inviertan los papeles, de modo que el pobre sea llevado con Abrahán y el egoísta que no compartió sus bienes sea atormentado. Esta parábola nos enseña muchas cosas: que la situación presente del mundo es provisional, reversible; que Dios hará justicia y pondrá a cada uno en el sitio que haya merecido; que «muchos últimos serán primeros» y viceversa (cf. Mt 19); e incluso apunta a que es posible la condenación perpetua. Nos ayuda a entender que no hemos de esperar que Dios intervenga en nuestra vida de manera extraordinaria para evitar nuestra perdición: ya tenemos «a Moisés y a los profetas», ya tenemos medios suficientes para saber lo que tenemos que hacer.

Cuando Jesús presenta a Lázaro como un pobre llagado que implora compasión, ¿no estaba anunciándonos lo que él mismo viviría en su pasión al decir «tengo sed» ?, ¿no estaba prediciendo la incredulidad del mundo en su resurrección al poner en boca de Dios «tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite»?

 

Santa Francisca Romana, mártir

 




Francisca nació en Roma en el año 1384. Y en cada año, el 9 de marzo, llegan cantidades de peregrinos a visitar su tumba en el Templo que a ella se le ha consagrado en Roma y a visitar el convento que ella fundó allí mismo y que se llama "Torre de los Espejos".

Sus padres eran sumamente ricos y muy creyentes (quedarán después en la miseria en una guerra por defender al Sumo Pontífice) y la niña creció en medio de todas las comodidades, pero muy bien instruida en la religión. Desde muy pequeñita su mayor deseo fue ser religiosa, pero los papás no aceptaron esa vocación, sino que le consiguieron un novio de una familia muy rica y con él la hicieron casar.

Francisca, aunque amaba inmensamente a su esposo, sentía la nostalgia de no poder dedicar su vida a la oración y a la contemplación, en la vida religiosa. Un día su cuñada, llamada Vannossa, la vio llorando y le preguntó la razón de su tristeza. Francisca le contó que ella sentía una inmensa inclinación hacia la vida religiosa pero que sus padres la habían obligado a formar un hogar. Entonces la cuñada le dijo que a ella le sucedía lo mismo, y le propuso que se dedicaran a las dos vocaciones: ser unas excelentes madres de familia, y a la vez, dedicar todos los ratos libres a ayudar a los pobre y enfermos, como si fueran dos religiosas. Y así lo hicieron. Con el consentimiento de sus esposos, Francisca y Vannossa se dedicaron a visitar hospitales y a instruir gente ignorante y a socorrer pobres. La suegra quería oponerse a todo esto, pero los dos maridos al ver que ellas en el hogar eran tan cuidadosas y tan cariñosas, les permitieron seguir en esta caritativa acción. Pronto Francisca empezó a ganarse la simpatía de las gentes de Roma por su gran caridad para con los enfermos y los pobres. Ella tuvo siempre la cualidad especialísima de hacerse querer por la gente. Fue un don que le concedió el Espíritu Santo.

En más de 30 años que Francisca vivió con su esposo, observó una conducta verdaderamente edificante. Tuvo tres hijos a los cuales se esmeró por educar muy religiosamente. Dos de ellos murieron muy jóvenes, y al tercero lo guio siempre, aun después de que él se casó, por el camino de todas las virtudes.

A Francisca le agradaba mucho dedicarse a la oración, pero le sucedió muchas veces que estando orando la llamó su marido para que la ayudara en algún oficio, y ella suspendía inmediatamente su oración y se iba a colaborar en lo que era necesario. Veces hubo que tuvo que suspender cinco veces seguidas una oración, y lo hizo prontamente. Ella repetía: "Muy buena es la oración, pero la mujer casada tiene que concederles enorme importancia a sus deberes caseros".

Dios permitió que a esta santa mujer le llegaran las más desesperantes tentaciones. Y a todas resistió dedicándose a la oración y a la mortificación y a las buenas lecturas, y a estar siempre muy ocupada. Su familia, que había sido sumamente rica, se vio despojada sus bienes en una terrible guerra civil. Como su esposo era partidario y defensor del Sumo Pontífice, y en la guerra ganaron los enemigos del Papa, su familia fue despojada de sus fincas y palacios. Francisca tuvo que irse a vivir a una casona vieja, y dedicarse a pedir limosna de puerta en puerta para ayudar a los enfermos de su hospital. Y además de todo esto le llegaron muy dolorosas enfermedades que le hicieron padecer por años y años. Ella sabía muy bien que estaba cosechando premios para el cielo.

Su hijo se casó con una muchacha muy bonita pero terriblemente malgeniada y criticona. Esta mujer se dedicó a atormentarle la vida a Francisca y a burlarse de todo lo que la santa hacía y decía. Ella soportaba todo en silencio y con gran paciencia. Pero de pronto la nuera cayó gravemente enferma y entonces Francisca se dedicó a asistirla con una caridad impresionantemente exquisita. La joven se curó de la enfermedad del cuerpo y quedó curada también de la antipatía que sentía hacia su suegra. En adelante fue su gran amiga y admiradora.

Francisca obtenía admirables milagros de Dios con sus oraciones. Curaba enfermos, alejaba malos espíritus, pero sobre todo conseguía poner paz entre gentes que estaban peleadas y lograba que muchos que antes se odiaban, empezaran a amarse como buenos amigos. Por toda Roma se hablaba de los admirables efectos que esta santa mujer conseguía con sus palabras y oraciones. Muchísimas veces veía a su ángel de la guarda y dialogaba con él.

Francisca fundó una comunidad de religiosas seglares dedicadas a atender a los más necesitados. Les puso por nombre "Oblatas de María", y su casa principal, que existe todavía en Roma, fue un edificio que se llamaba "Torre de los Espejos". Sus religiosas vestían como señoras respetables. No tenían hábito especial.

Nombró como superiora a una mujer de toda su confianza, pero cuando Francisca quedó viuda entró también ella de religiosa, y por unanimidad las religiosas la eligieron superiora general. En la comunidad tomó por nombre Francisca Romana".

Había recibido de Dios la eficacia de la palabra y por eso acudían a ella numerosas personas para pedirle que les ayudara a solucionar los problemas de sus familias. El Espíritu Santo le concedió el don de consejo, por el cual sus palabras guiaban fácilmente a las personas a conseguir la solución de sus dificultades.

Cuando llegaban las epidemias, ella misma llevaba a los enfermos al hospital, lo atendía, les lavaba la ropa y la remendaba, y como en tiempo de contagio era muy difícil conseguir confesores, ella pagaba un sueldo especial a varios sacerdotes para que se dedicaran a atender espiritualmente a los enfermos.

Francisca ayunaba a pan y agua muchos días. Dedicaba horas y horas a la oración y a la meditación, y Dios empezó a concederle éxtasis y visiones. Consultaba todas las dudas de su alma con un director espiritual, y llegó a tal grado de amabilidad en su trato, que bastaba tratar con ella una sola vez para quedar ya amigos para siempre. A las personas que sabía que hablaban mal de ella, les prodigaba mayor amabilidad.

Estaba gravemente enferma, y el 9 de marzo de 1440 su rostro empezó a brillar con una luz admirable. Entonces pronunció sus últimas palabras: "El ángel del Señor me manda que lo siga hacia las alturas". Luego quedó muerta, pero parecía alegremente dormida.

Tan pronto se supo la noticia de su muerte, corrió hacia el convento una inmensa multitud. Muchísimos pobres iban a demostrar su agradecimiento por los innumerables favores que les había hecho. Muchos llevaban enfermos para que les permitieran acercarlos al cadáver de la santa, y así pedir la curación por su intercesión. Los historiadores dicen que "toda la ciudad de Roma se movilizó", para asistir a los funerales de Francisca.

Fue sepultada en la iglesia parroquial, y al conocerse la noticia de que junto a su cadáver se estaban obrando milagros, aumentó mucho más la concurrencia a sus funerales. Luego su tumba se volvió tan famosa que aquel templo empezó a llamarse y se le llama aún ahora: La Iglesia de Santa Francisca Romana.

Cada 9 de marzo llegan numerosos peregrinos a pedirle a Santa Francisca unas gracias que nosotros también nos conviene pedir siempre: que nos dediquemos con todas nuestras fuerzas a cumplir cada día los deberes que tenemos en nuestro hogar, y que nos consagremos con toda la generosidad posible a ayudar a los pobres y necesitados y a ser extraordinariamente amables con todos. Santa Francisca: ruégale al buen Dios que así sea.

He aquí la descripción de una mujer admirable. "Que las gentes comenten sus muchas buenas obras" (S. Biblia. Proverbios 31).

 

 

 

 

 

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