lunes, 20 de marzo de 2023

Párate un momento: El Evangelio del dia 21 – DE MARZO - MARTES – 4ª SEMANA DE CUARESMA – A San Nicolás de Flüe

 


21 – DE MARZO - MARTES –

 4ª SEMANA DE CUARESMA – A

San Nicolás de Flüe

 

Lectura de la profecía de Ezequiel (47,1-9.12):

 

EN aquellos días, el ángel me hizo volver a la entrada del templo del Señor.

De debajo del umbral del templo corría agua hacia el este —el templo miraba al este—. El agua bajaba por el lado derecho del templo, al sur del altar.

Me hizo salir por el pórtico septentrional y me llevó por fuera hasta el pórtico exterior que mira al este. El agua corría por el lado derecho.

El hombre que llevaba el cordel en la mano salió hacia el este, midió quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta los tobillos. Midió otros quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta las rodillas. Midió todavía otros quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta la cintura. Midió otros quinientos metros: era ya un torrente que no se podía vadear, sino cruzar a nado.

Entonces me dijo:

«¿Has visto, hijo de hombre?»,

Después me condujo por la ribera del torrente.

Al volver vi en ambas riberas del torrente una gran arboleda.

Me dijo:

«Estas aguas fluyen hacia la zona oriental, descienden hacia la estepa y desembocan en el mar de la Sal, Cuando hayan entrado en él, sus aguas serán saneadas. Todo ser viviente que se agita, allí donde desemboque la corriente, tendrá vida; y habrá peces en abundancia. Porque apenas estas aguas hayan llegado hasta allí, habrán saneado el mar y habrá vida allí donde llegue el torrente.

En ambas riberas del torrente crecerá toda clase de árboles frutales; no se marchitarán sus hojas ni se acabarán sus frutos; darán nuevos frutos cada mes, porque las aguas del torrente fluyen del santuario; su fruto será comestible y sus hojas medicinales».

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 45,2-3.5-6.8-9

 

R/. El Señor de los ejércitos está con nosotros,

nuestro alcázar es el Dios de Jacob

 

V/. Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza,

poderoso defensor en el peligro.

Por eso no tememos aunque tiemble la tierra,

y los montes se desplomen en el mar. R/.

 

V/. Un río y sus canales alegran la ciudad de Dios,

el Altísimo consagra su morada.

Teniendo a Dios en medio, no vacila;

Dios la socorre al despuntar la aurora. R/.

 

V/. El Señor del universo está con nosotros,

nuestro alcázar es el Dios de Jacob.

Venid a ver las obras del Señor,

las maravillas que hace en la tierra. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (5,1-16):

 

SE celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.

Hay en Jerusalén, junto a la Puerta de las Ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Esta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos.

Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.

Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice:

«¿Quieres quedar sano?».

El enfermo le contestó:

«Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado».

Jesús le dice:

«Levántate, toma tu camilla y echa a andar».

Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar.

Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano:

«Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla».

Él les contestó:

«El que me ha curado es quien me ha dicho: “Toma tu camilla y echa a andar”».

Ellos le preguntaron:

«¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?».

Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, a causa del gentío que había en aquel sitio, se había alejado.

Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice:

«Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor».

Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado.

Por esto los judíos perseguían a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.

 

Palabra del Señor

 

1.  Prescindiendo de otras cuestiones, que se pueden (y deben) analizar en este relato, hay un hecho que se repite con frecuencia en los evangelios y que aquí queda muy destacado.

Se trata de que Jesús curaba a enfermos crónicos, que no estaban en peligro de muerte, pero los curaba en el día de la semana (el sábado) que la religión de Israel prohibía hacer eso.

Como sabemos, esta insistente conducta de Jesús fue motivo de frecuentes y fuertes conflictos del propio Jesús con la religión. Como es lógico, si los evangelios hablan tantas veces de este asunto, es que eso tuvo notable importancia en el mensaje que Jesús quiso transmitir. Y en la vida del cristianismo primitivo.

 

2. ¿Qué actualidad tiene eso para nosotros hoy?

El descanso del sábado tuvo un origen liberador: asegurar un día de descanso, sobre todo a los esclavos (Ex 23, 12; Deut 5, 14; cf. 5, 15). Pero, con el paso del tiempo, la legislación del sábado se fue haciendo más minuciosa y complicada. Hasta desembocar en cantidad de prohibiciones, que algunas estaban en la Biblia (Ex 16, 23; 35, 3; Num 15, 32), y otras fueron costumbres que impusieron los rabinos.

El hecho es que la observancia de estas normas llegó a tener más importancia que ayudar a los enfermos o aliviar sufrimientos a la gente. Esto suele ocurrir demasiadas veces con los rituales: la observancia de los minuciosos detalles del ritual termina teniendo más importancia que aquello que el ritual representa.

Por eso los rituales acaparan la atención de los observantes y desvían los intereses del sujeto religioso. Con el rito, fielmente observado, tranquilizan los observantes su conciencia.

Por eso, es tan frecuente que las religiones no cambien la vida de gentes muy religiosas.

 

3. Esto último, sobre todo, es lo que Jesús no consintió. Porque, para Jesús, lo primero no era la sumisión a las normas religiosas, sino la misericordia con el dolor humano.

La religiosidad de Jesús no estaba centrada en "lo sagrado", sino en "lo humano". De ahí, el conflicto mortal que Jesús tuvo que afrontar.

Hasta que le costó la vida (Jn 11, 47-53).

 

4.  Siempre hemos pensado que para obtener algo de parte de Dios hay que pedirle. De hecho, la petición es, en la mayoría de los casos, el modo de oración que más nos han inculcado. Pero en el caso de nuestro paralítico de hoy, no hay petición y, sin embargo, hay curación.

Aquel hombre no conocía el poder de aquel misterioso personaje que le pregunta indiscretamente, pero su deseo de sanar era grande y bienintencionado. Y aunque él no conocía a Jesús, Jesús sí lo conocía a él. Entonces el corazón de aquel necesitado es leído por Dios y este realiza el signo.

Jesús viene a traer el agua que cura de verdad. Jesús viene a romper con las supersticiones, las energías y la suerte. Jesús viene a traer el agua del Espíritu que recibimos en el bautismo. Aquel hombre quedó curado por fuera, pero también por dentro.

Muy distintos eran aquellos que usaban paraguas para evitar que les salpicase el Espíritu Santo y quedar transformados. Ven un signo y se quedan en la camilla. No dan gloria a Dios porque están ocupados pensando en si se puede hacer esto o aquello. No está mal preocuparse por las cosas de Dios, pero si eso hace que nos olvidemos o separemos de él, flaco favor le hacemos. Y esto ocurre. Que no se nos olvide, Dios no hace nada por casualidad. Detrás de sus obras, hay un plan de conquista de algún corazón perdido.

 

San Nicolás de Flüe

 




Suiza, en los siglos XIV y XV, está empapada de corrientes espirituales que son propicias para la ascesis y para las visiones. Y no solamente se dan entre los clérigos o en los claustros de los monasterios; han trascendido también al laicado y en cualquier esquina o iglesia puede uno toparse con gente que transmita experiencias sobrenaturales habidas en la intimidad de la oración.

Nicolás de Flüe es un santo suizo y de esta época. Soporta sobre su figura, no legendaria sino bien probada por la historia, la dignidad nacional tanto por parte de los protestantes como de los católicos, dada la curiosa complejidad que desde siglos lleva consigo el pueblo suizo, aunque ciertamente unos y otros lo tienen como personaje emblemático por distintos motivos; los que se llaman reformadores lo miran desde la cara política y los católicos añaden el matiz espiritual.

Nació en el 1417, justo el año en que termina el Cisma de Occidente con la elección de Martín V como Papa por el concilio de Constanza. En familia de católicos campesinos, se ocupa de los trabajos del campo, pero es asiduo a la oración y practica el ayuno como cosa habitual cuatro días por semana. Se casa cuando tiene treinta años con Dorotea Wyss. La unidad familiar dura veinte años, tienen 10 hijos, uno de ellos llega a frecuentar la universidad y el mayor consigue ser presidente de la Confederación. Siendo Nicolás un hombre de paz, tuvo que intervenir en tres guerras, en la de liberación de Nüremberg, en la vieja de Zurich y en la de Turgovia contra Segismundo.

En el año 1467 da comienzo la parte de su vida que, aunque llena de contradicciones, es la forja de su santidad y de su fecundidad política. Veámosla. Tiene cincuenta años y con el permiso de su esposa y de sus hijos se retira a vivir como eremita en la garganta de Ranft. Vive entregado a la meditación preferentemente de la Pasión del Señor que contempla siguiendo los distintos episodios, como hicieron Juan Ruysbroeck y Enrique Suso. Obtiene un alto y profundo conocimiento de la Santísima Trinidad. Hace notable penitencia y practica riguroso ayuno. La celda que le han construido los paisanos solo dispone de una ventana para ver los oficios del sacerdote y otra para contemplar la naturaleza de Unterwald. El obispo de Constanza va a bendecir el lugar, que se convierte en centro de peregrinación. El contenido será el culto a la Eucaristía y el motivo el hecho milagroso del ayuno absoluto y prolongado de Nicolás. No prueba bocado en veinte años; solo ingiere la Eucaristía y una vez come porque lo manda su obispo para probar su obediencia, humildad y el carácter sobrenatural del ayuno. Aquí tiene visiones sobrenaturales y de aquí arranca su energía y acierto para enfocar los asuntos políticos que darán a Suiza estabilidad y forma de gobierno peculiar.

El místico pacificador y salvador de la patria suiza fue juez y consejero en su cantón; también Diputado en la Dieta federal en 1462 y rechazó la jefatura del Estado. En 1473 propicia y consigue se firme el tratado de paz perpetua con Austria. En la Dieta de Stans del 1478 evita la guerra civil, consiguiendo el milagro de la reconciliación. Su obra política no fue solo coyuntural, sino que hizo técnicamente posible la realidad de la patria común suiza.

Se cierra su vida con una enfermedad cargada de dolor y de sufrimiento que lleva con paciencia tan grande como su pobreza. Después de recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo, muere el 21 de marzo de 1487.

Desde el siglo XVI, tanto los protestantes como los católicos requieren su patronazgo; unos por sus recomendaciones de mantenerse dentro de las fronteras, por los razonamientos que les ayudan a no mezclarse en políticas extranjeras y por la cuasi prohibición de mostrar interés por la política europea; los otros, por ser un gran político que saca su genio de la condición de santo y fiel.

Sea como sea, Nicolás supo articular, unir y compaginar de un modo asombrosamente original lo que a la mayoría de los mortales nos parece un imposible contradictorio: cuidó con esmero las cosas de la tierra y amó intensamente las del cielo; fue un hombre con una actividad incansablemente eficaz, sin dejar de ser contemplativo; es a la vez casado y eremita; resulta al mismo tiempo el primer político y el más grande santo; tiene la extraña sabiduría que valora lo poco nuestro y la inmensidad de lo divino.

Los católicos comenzaron en el 1591 el proceso de canonización que no llega a promulgarse –un dato contradictorio más– hasta el 1947 por el papa Pío XII, el mismo día de la Ascensión. Han pasado más de 350 años y es que la santidad, antes de ser oficialmente reconocida, está supeditada a las contingencias históricas.

 

 

 

 

 

 

 

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