21 – DE
MARZO - MARTES –
4ª SEMANA DE CUARESMA – A
San Nicolás de Flüe
Lectura de la profecía de Ezequiel
(47,1-9.12):
EN aquellos
días, el ángel me hizo volver a la entrada del templo del Señor.
De debajo del umbral del templo corría
agua hacia el este —el templo miraba al este—. El agua bajaba por el lado
derecho del templo, al sur del altar.
Me hizo salir por el pórtico
septentrional y me llevó por fuera hasta el pórtico exterior que mira al este.
El agua corría por el lado derecho.
El hombre que llevaba el cordel en la
mano salió hacia el este, midió quinientos metros y me hizo atravesar el agua,
que me llegaba hasta los tobillos. Midió otros quinientos metros y me hizo
atravesar el agua, que me llegaba hasta las rodillas. Midió todavía otros
quinientos metros y me hizo atravesar el agua, que me llegaba hasta la cintura.
Midió otros quinientos metros: era ya un torrente que no se podía vadear, sino
cruzar a nado.
Entonces me dijo:
«¿Has visto, hijo de hombre?»,
Después me condujo por la ribera del
torrente.
Al volver vi en ambas riberas del
torrente una gran arboleda.
Me dijo:
«Estas aguas fluyen hacia la zona
oriental, descienden hacia la estepa y desembocan en el mar de la Sal, Cuando
hayan entrado en él, sus aguas serán saneadas. Todo ser viviente que se agita,
allí donde desemboque la corriente, tendrá vida; y habrá peces en abundancia.
Porque apenas estas aguas hayan llegado hasta allí, habrán saneado el mar y
habrá vida allí donde llegue el torrente.
En ambas riberas del torrente crecerá
toda clase de árboles frutales; no se marchitarán sus hojas ni se acabarán sus
frutos; darán nuevos frutos cada mes, porque las aguas del torrente fluyen del
santuario; su fruto será comestible y sus hojas medicinales».
Palabra de Dios
Salmo: 45,2-3.5-6.8-9
R/. El Señor de los ejércitos está con
nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob
V/. Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza,
poderoso defensor en el peligro.
Por eso no tememos aunque tiemble la tierra,
y los montes se desplomen en el mar. R/.
V/. Un río y sus canales alegran la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada.
Teniendo a Dios en medio, no vacila;
Dios la socorre al despuntar la aurora. R/.
V/. El Señor del universo está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Venid a ver las obras del Señor,
las maravillas que hace en la tierra. R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan
(5,1-16):
SE celebraba
una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
Hay en Jerusalén, junto a la Puerta de las Ovejas, una piscina que llaman
en hebreo Betesda. Esta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos
enfermos, ciegos, cojos, paralíticos.
Estaba también allí un hombre que
llevaba treinta y ocho años enfermo.
Jesús, al verlo echado, y sabiendo que
ya llevaba mucho tiempo, le dice:
«¿Quieres quedar sano?».
El enfermo le contestó:
«Señor, no tengo a nadie que me meta en
la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha
adelantado».
Jesús le dice:
«Levántate, toma tu camilla y echa a
andar».
Y al momento el hombre quedó sano, tomó
su camilla y echó a andar.
Aquel día era sábado, y los judíos
dijeron al hombre que había quedado sano:
«Hoy es sábado, y no se puede llevar la
camilla».
Él les contestó:
«El que me ha curado es quien me ha
dicho: “Toma tu camilla y echa a andar”».
Ellos le preguntaron:
«¿Quién es el que te ha dicho que tomes
la camilla y eches a andar?».
Pero el que había quedado sano no sabía
quién era, porque Jesús, a causa del gentío que había en aquel sitio, se había
alejado.
Más tarde lo encuentra Jesús en el
templo y le dice:
«Mira, has quedado sano; no peques más,
no sea que te ocurra algo peor».
Se marchó aquel hombre y dijo a los
judíos que era Jesús quien lo había sanado.
Por esto los judíos perseguían a Jesús,
porque hacía tales cosas en sábado.
Palabra del Señor
1. Prescindiendo de otras
cuestiones, que se pueden (y deben) analizar en este relato, hay un hecho que
se repite con frecuencia en los evangelios y que aquí queda muy destacado.
Se trata de que Jesús curaba a enfermos
crónicos, que no estaban en peligro de muerte, pero los curaba en el día de la
semana (el sábado) que la religión de Israel prohibía hacer eso.
Como sabemos, esta insistente conducta
de Jesús fue motivo de frecuentes y fuertes conflictos del propio Jesús con la
religión. Como es lógico, si los evangelios hablan tantas veces de este asunto,
es que eso tuvo notable importancia en el mensaje que Jesús quiso transmitir. Y
en la vida del cristianismo primitivo.
2. ¿Qué actualidad tiene eso para
nosotros hoy?
El descanso del sábado tuvo un origen
liberador: asegurar un día de descanso, sobre todo a los esclavos (Ex 23, 12;
Deut 5, 14; cf. 5, 15). Pero, con el paso del tiempo, la legislación del sábado
se fue haciendo más minuciosa y complicada. Hasta desembocar en cantidad de
prohibiciones, que algunas estaban en la Biblia (Ex 16, 23; 35, 3; Num 15, 32),
y otras fueron costumbres que impusieron los rabinos.
El hecho es que la observancia de estas
normas llegó a tener más importancia que ayudar a los enfermos o aliviar
sufrimientos a la gente. Esto suele ocurrir demasiadas veces con los rituales:
la observancia de los minuciosos detalles del ritual termina teniendo más
importancia que aquello que el ritual representa.
Por eso los rituales acaparan la
atención de los observantes y desvían los intereses del sujeto religioso. Con
el rito, fielmente observado, tranquilizan los observantes su conciencia.
Por eso, es tan frecuente que las
religiones no cambien la vida de gentes muy religiosas.
3. Esto último, sobre todo, es lo que
Jesús no consintió. Porque, para Jesús, lo primero no era la sumisión a las
normas religiosas, sino la misericordia con el dolor humano.
La religiosidad de Jesús no estaba
centrada en "lo sagrado", sino en "lo humano". De ahí, el
conflicto mortal que Jesús tuvo que afrontar.
Hasta que le costó la vida (Jn 11,
47-53).
4.
Siempre hemos pensado que para obtener algo de parte de Dios hay que
pedirle. De hecho, la petición es, en la mayoría de los casos, el modo de
oración que más nos han inculcado. Pero en el caso de nuestro paralítico de
hoy, no hay petición y, sin embargo, hay curación.
Aquel hombre no conocía el poder de
aquel misterioso personaje que le pregunta indiscretamente, pero su deseo de
sanar era grande y bienintencionado. Y aunque él no conocía a Jesús, Jesús sí
lo conocía a él. Entonces el corazón de aquel necesitado es leído por Dios y
este realiza el signo.
Jesús viene a traer el agua que cura de
verdad. Jesús viene a romper con las supersticiones, las energías y la suerte.
Jesús viene a traer el agua del Espíritu que recibimos en el bautismo. Aquel
hombre quedó curado por fuera, pero también por dentro.
Muy distintos eran aquellos que usaban
paraguas para evitar que les salpicase el Espíritu Santo y quedar
transformados. Ven un signo y se quedan en la camilla. No dan gloria a Dios
porque están ocupados pensando en si se puede hacer esto o aquello. No está mal
preocuparse por las cosas de Dios, pero si eso hace que nos olvidemos o
separemos de él, flaco favor le hacemos. Y esto ocurre. Que no se nos olvide,
Dios no hace nada por casualidad. Detrás de sus obras, hay un plan de conquista
de algún corazón perdido.
San Nicolás de Flüe
Suiza, en los siglos XIV y XV, está empapada de corrientes espirituales que
son propicias para la ascesis y para las visiones. Y no solamente se dan entre
los clérigos o en los claustros de los monasterios; han trascendido también al
laicado y en cualquier esquina o iglesia puede uno toparse con gente que
transmita experiencias sobrenaturales habidas en la intimidad de la oración.
Nicolás de Flüe es un santo suizo y de esta época. Soporta sobre su figura,
no legendaria sino bien probada por la historia, la dignidad nacional tanto por
parte de los protestantes como de los católicos, dada la curiosa complejidad
que desde siglos lleva consigo el pueblo suizo, aunque ciertamente unos y otros
lo tienen como personaje emblemático por distintos motivos; los que se llaman
reformadores lo miran desde la cara política y los católicos añaden el matiz
espiritual.
Nació en el 1417, justo el año en que termina el Cisma de Occidente con la
elección de Martín V como Papa por el concilio de Constanza. En familia de
católicos campesinos, se ocupa de los trabajos del campo, pero es asiduo a la
oración y practica el ayuno como cosa habitual cuatro días por semana. Se casa
cuando tiene treinta años con Dorotea Wyss. La unidad familiar dura veinte
años, tienen 10 hijos, uno de ellos llega a frecuentar la universidad y el
mayor consigue ser presidente de la Confederación. Siendo Nicolás un hombre de
paz, tuvo que intervenir en tres guerras, en la de liberación de Nüremberg, en
la vieja de Zurich y en la de Turgovia contra Segismundo.
En el año 1467 da comienzo la parte de su vida que, aunque llena de
contradicciones, es la forja de su santidad y de su fecundidad política.
Veámosla. Tiene cincuenta años y con el permiso de su esposa y de sus hijos se
retira a vivir como eremita en la garganta de Ranft. Vive entregado a la
meditación preferentemente de la Pasión del Señor que contempla siguiendo los
distintos episodios, como hicieron Juan Ruysbroeck y Enrique Suso. Obtiene un
alto y profundo conocimiento de la Santísima Trinidad. Hace notable penitencia
y practica riguroso ayuno. La celda que le han construido los paisanos solo
dispone de una ventana para ver los oficios del sacerdote y otra para
contemplar la naturaleza de Unterwald. El obispo de Constanza va a bendecir el
lugar, que se convierte en centro de peregrinación. El contenido será el culto
a la Eucaristía y el motivo el hecho milagroso del ayuno absoluto y prolongado
de Nicolás. No prueba bocado en veinte años; solo ingiere la Eucaristía y una
vez come porque lo manda su obispo para probar su obediencia, humildad y el
carácter sobrenatural del ayuno. Aquí tiene visiones sobrenaturales y de aquí
arranca su energía y acierto para enfocar los asuntos políticos que darán a
Suiza estabilidad y forma de gobierno peculiar.
El místico pacificador y salvador de la patria suiza fue juez y
consejero en su cantón; también Diputado en la Dieta federal en 1462 y rechazó
la jefatura del Estado. En 1473 propicia y consigue se firme el tratado de paz
perpetua con Austria. En la Dieta de Stans del 1478 evita la guerra civil,
consiguiendo el milagro de la reconciliación. Su obra política no fue solo
coyuntural, sino que hizo técnicamente posible la realidad de la patria común
suiza.
Se cierra su vida con una enfermedad cargada de dolor y de sufrimiento que
lleva con paciencia tan grande como su pobreza. Después de recibir el Cuerpo y
la Sangre de Cristo, muere el 21 de marzo de 1487.
Desde el siglo XVI, tanto los protestantes como los católicos requieren su
patronazgo; unos por sus recomendaciones de mantenerse dentro de las fronteras,
por los razonamientos que les ayudan a no mezclarse en políticas extranjeras y
por la cuasi prohibición de mostrar interés por la política europea; los otros,
por ser un gran político que saca su genio de la condición de santo y fiel.
Sea como sea, Nicolás supo articular, unir y compaginar de un modo
asombrosamente original lo que a la mayoría de los mortales nos parece un
imposible contradictorio: cuidó con esmero las cosas de la tierra y amó
intensamente las del cielo; fue un hombre con una actividad incansablemente
eficaz, sin dejar de ser contemplativo; es a la vez casado y eremita; resulta al
mismo tiempo el primer político y el más grande santo; tiene la extraña
sabiduría que valora lo poco nuestro y la inmensidad de lo divino.
Los católicos comenzaron en el 1591 el proceso de canonización que no llega
a promulgarse –un dato contradictorio más– hasta el 1947 por el papa Pío XII,
el mismo día de la Ascensión. Han pasado más de 350 años y es que la santidad,
antes de ser oficialmente reconocida, está supeditada a las contingencias
históricas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario